Este 15 de septiembre se celebra el Día Internacional de la Democracia. «La mayoría de los países que han entrado en un proceso de autocratización no han ingresado a la ola autoritaria porque sus ciudadanos votaron por el autoritarismo, sino porque querían más democracia», enfatiza el internacionalista y analista político
La gente está brava con la democracia, dicen. ¿Está brava, realmente? El internacionalista y analista político Lauren Caballero lo pone en duda. Este 15 de septiembre se celebra el Día Internacional de la Democracia, y a propósito de la efeméride Caballero sostiene: «No me atrevo a afirmar de manera inequívoca que existe un descontento con el sistema democrático, pero creo que la democracia no ha sabido explicarse a sí misma. La mayoría de los ciudadanos no relacionan su calidad de vida y su bienestar con el modelo democrático, y eso los hace caer en discursos populistas que terminan socavando las bases espirituales y materiales de la democracia».
Hace 32 años Venezuela vivió el ejemplo en carne propia: «El discurso del expresidente Rafael Caldera quedó marcado en el imaginario colectivo después del 4 de febrero de 1992, y Caldera tenía razón: la gente no puede defender algo que no conoce, no entiende cómo esa institución afecta su calidad de vida, si come o no come, la libertad sobre su destino. Eso debilita la democracia y pone en juego la institucionalidad que permite el disenso, el debate público».
Las discusiones no solo se relacionan con la crisis venezolana. «En el mundo, en pleno año 2024, estamos entrando en un proceso que llaman la tercera ola de autocratización. En 2021 se advertía que volvíamos a las estadísticas de los años 90. Según el informe sobre democracia del Instituto Variedades de Democracia (V-Dem) de la Universidad de Gotemburgo, 72% de la población vive bajo algún tipo de régimen autoritario, entendiendo que hay diversas formas de regímenes autoritarios. Nuestro país hoy forma parte de ese grupo de Estados que no pueden afirmar que hay democracia. El mundo está en un proceso de autocratización», confirman.
¿Se fastidia la población de la democracia y vota por cualquier idea que se le ponga por delante? «La mayoría de los países que han entrado en un proceso de autocratización no han ingresado a la ola autoritaria porque sus ciudadanos votaron por el autoritarismo, sino porque querían más democracia; les prometieron más calidad de vida, mejores condiciones laborales, mejores condiciones. Por eso es que vota la gente, y eso es lo que prometen muchos autócratas que recurren a la manipulación de masas y terminan haciéndose con el poder».
De acuerdo con Caballero «no es que la gente está cansada de la democracia, sino que, en busca de más democracia apoya a actores que se aprovechan de la situación para llegar al poder mediante el voto popular y el apoyo popular. Se les engaña con la reflexión de que viven en una falsa democracia y van a una verdadera democracia, y termina tergiversándose el sentido del concepto. La división de poderes para una persona que crea en el Estado comunal tal vez no tiene sentido, porque piensa que es una estructura burocrática que no sirve para nada, lo que termina siendo una forma de manipulación porque los ciudadanos son controlados por la estructura central del poder».
-¿Cuáles son las expectativas de la ciudadanía con la democracia?
-Muchas veces se opina de la democracia a la ligera. Alguien podría pensar que, porque hay elecciones, un país es democrático. Otro podría pensar que hay libertad de expresión. Y la verdad es que eso no significa que haya democracia, sino que son elementos no determinantes. Democracia está relacionada con la forma como se ejerce el poder, en nombre de quién se ejerce y cuáles son los límites, porque si el poder no tiene límites, es absoluto, se ejerce por voluntad de un grupo de individuos, no hay democracia. Si el poder está limitado por leyes, y hay mecanismos para la sustitución, ese uno de los rasgos de la democracia. Los límites y contrapesos son clave. No hay democracia en un sitio donde quien ejerce el poder ejecutivo, el legislativo, el judicial; en el que tiene armas decide contra quién las usa.
Como internacionalista, destaca lo que ha sucedido en otros países. «En la Rusia de Putin hay un ejemplo de cómo progresivamente se puede ir socavando la institucionalidad democrática. Rusia es resultado de una serie de acontecimientos históricos asociados con el autoritarismo, se volvió a cerrar Rusia sobre sí misma. Tienes el caso de China, muy interesante, que no es producto del voto popular, sino de un modelo instaurado desde hace muchos años atrás y que responde a sus características históricas. Hay que incluir a Estados Unidos en el proceso de autocratización, como lo que sucedió con Trump y sus formas autoritarias».
En el caso venezolano «parecía que habíamos encontrado la forma correcta, que surgía de las luchas internas en el siglo XX, lo que llamaba el profesor Juan Carlos Rey el sistema populista de conciliación de élites, la transferencia del poder mediante elecciones en lugar del uso de la fuerza. Llegamos a 1999 con ese sistema, con debilidades y descontentos profundos, y se generó el caldo de cultivo para que el discurso populista -que prometía regresar a glorias del pasado- enamorara a mucha gente. Se crea una forma de gobierno que se considera a sí misma democrática, pero que ha generado el socavamiento de la institucionalidad, hasta el punto de que no queda un resquicio de división de poderes, con un ejecutivo que da órdenes al poder electoral, un poder electoral que responde a los designios de otros poderes». Al final del día, concluye, «el poder se ejerce sin respeto por leyes ni a la propia Constitución. En Venezuela, por no haber contrapesos en el ejercicio del poder, y por ser ejercido de manera absoluta sin contrapesos, no hay democracia».
–¿La democracia puede mejorarse?
-La democracia es un constructo colectivo, no solo tarea de un hombre o una mujer ungidos por la Providencia, por lo que en la medida en que los ciudadanos se formen para la democracia, la democracia puede ser perfectible. Por eso vemos sistemas democráticos más avanzados que en otros, modelos más sólidos que otros, países con mejor calidad de vida que otros. Hay que entender que la democracia como concepto político no tiene por qué reflejarse en cuestiones domésticas. En los países libres los ciudadanos tienen más posibilidad de desarrollarse plenamente, escoger el camino por el que quieren transitar; tienen posibilidades dentro de un marco más amplio que en los países autoritarios. En los países prisioneros la gente no puede ni escoger la carrera que estudia.
-¿No basta con muchas elecciones para decir que haya democracia?
-Efectivamente puedes hacer todas las elecciones del mundo, pero si esas elecciones no terminan significando o respondiendo a la voluntad de quienes participaron, no podemos hablar de democracia ni libertad. La gente debe ser libre para elegir, poder decidir su destino. Es la autodeterminación. Un país donde la gente vota, pero no elige, no es un país democrático. Está relacionado con el poder: la gente tiene poder en la medida en que su voluntad es materializable. En Venezuela se usó el término democracia participativa, pero hubo críticas que decían que era participativa porque te participaban. No es solo participar, sino que se respete la voluntad.
Es fundamental, subraya, «la educación en valores democráticos, porque de lo contrario la persona se deja enamorar por un cuento de camino. Muchas veces el descontento es justificable; responde a realidades sociales, económicas, culturales y políticas. Los propios políticos liberales tienen mucha responsabilidad en que sus estados terminen cayendo en manos de autócratas. La gente termina escogiendo a un líder fuerte que promete cosas que no va a cumplir».