La cuarentena encerró a los venezolanos pero no sofocó la fiebre de la crisis política y social

Texto: Vanessa Davies. Foto: montaje de Joel David

La pandemia le brindó, a la administración de Maduro, la «oportunidad para limitar el campo de acción de la sociedad», controlar «y limitar más a las personas» y «tapar o reducir el impacto de los problemas estructurales que padecemos», afirma el politólogo Ángel Medina. En opinión del analista Aníbal Sánchez «la pandemia le cayó como anillo al dedo a Maduro, quien en medio de una crisis de combustible consiguió la forma para detener vehículos; en medio del descontento y lucha por reivindicaciones metió a la gente en casa». 

El Observatorio Venezolano de Conflictividad Social registró más de 7.700 protestas entre marzo y diciembre de 2020

Una pandemia puede ser la respuesta a los ruegos de cualquier gobierno autoritario: alguna razón que justifique desmovilizar las protestas, prohibir las concentraciones públicas, obligar a la población a quedarse en casa, ejercer el control del territorio por encima de los cuestionamientos sobre la legitimidad. En marzo de 2020, Venezuela tenía su crisis política en ebullición, con Nicolás Maduro electo en un cuestionado proceso electoral en 2018 (con la consecuente crisis institucional) y con Juan Guaidó como presidente de la Asamblea Nacional y autojuramentado como presidente interino. La decisión de la Organización Mundial de la Salud (OMS) de decretar la pandemia por COVID-19, sin duda recompuso el panorama político en el país y en el mundo.

Sin embargo, el Observatorio Venezolano de Conflictividad Social (OVCS) registró 9.633 protestas durante 2020: un promedio de 26 al día.

«La pandemia cambió la vida de las personas en todos los aspectos, y en ello afectó también el ejercicio de la actividad política. Lo primero que la pandemia ha logrado es cortar lo que para quienes hacemos política es fundamental: el contacto directo con las personas, la coordinación entre personas y dirigentes, el poder tener esa cercanía en cada cosa que se hace», explica el politólogo y diputado de la AN de 2015, Ángel Medina. «Redujo nuestra capacidad de reunirnos, de caminar por las calles, de hacer contactos directos; de manifestar, incluso, la movilización».

Sin embargo, el analista político Aníbal Sánchez insta a no quedarse «en el cliché de que la pandemia fue utilizada como excusa para dictar medidas de control social y contrarrestar la escalada de acciones políticas que preparaba el bloque opositor que representa a Guaidó».

Resulta obvio que la pandemia y la cuarentena afianzaron el autoritarismo en Venezuela, al restringir el espacio público y encerrar a l@s ciudadan@s con el pretexto de protegerlos del coronavirus. «La oposición democrática retrocedió porque la pandemia -como en otras partes del mundo- le ofreció ventajas al modelo autoritario», refiere. En estas condiciones «es más fácil perseguir y apresar, es más fácil hacer sin que nadie pueda ver».

El TSJ intervino en la vida de varios partidos políticos opositores y les nombró directivas ad hoc: Acción Democrática, Primero Justicia y Voluntad Popular. También sucedió con partidos que integraron el polo patriótico, como Patria Para Todos y Tupamaro.

Las circunstancias de la pandemia limitaron el campo de acción de la sociedad y facilitaron a la administración de Nicolás Maduro, tapar o reducir el impacto de los problemas estructurales del país. Las cifras indican que se profundizó la violación de derechos humanos, como lo alertó la oficina de la alta comisionada para los derechos humanos, Michelle Bachelet, es decir, ACNUR.

Provea y Laboratorio de Paz documentaron 258 detenciones por razones políticas, entre marzo y diciembre de 2020. La mayoría de estas detenciones fueron perpetradas por funcionarios de la Guardia Nacional Bolivariana, las FAES y la Dirección de Contrainteligencia Militar. 

Se registraron 628 detenciones en el contexto de manifestaciones. Entre marzo y diciembre de 2020, se notificó la detención de 29 sindicalistas y trabajadores. Se denunciaron seis ejecuciones extrajudiciales en los primeros meses del estado de alarma.

«El país perdió con la pandemia», sostiene Medina. No solo son los retrocesos económicos. «En política también se pierde cuando no puedes conectar directamente con las personas, porque te distancias, porque la cuarentena y el miedo impiden organizarse».

Foto: Alonso Calatrava Rumbos

-¿La pandemia le vino como anillo al dedo al autoritarismo?

-No sé si le vino como anillo al dedo, pero sin duda, le brindó oportunidad para limitar el campo de acción de la sociedad. Le brindó espacios para controlar y limitar más a las personas. Permite que se produzca abuso de poder. Y, sobre todo, le permitió tapar o reducir el impacto de los problemas estructurales que padecemos. Sin la pandemia la escasez de gasolina sería más dura; sin la pandemia el colapso de los servicios públicos sería aún más evidente.

Para muchos, afirma Aníbal Sánchez, «la pandemia le cayó como anillo al dedo a Maduro, quien en medio de una crisis de combustible consiguió la forma para detener vehículos; en medio del descontento y lucha por reivindicaciones metió a la gente en casa». A su juicio el oficialismo aprovecha las oportunidades que se le presentan, por lo que augura que viene «un aumento del sistema de dependencia y, con ello, el control en medio de la pandemia, desde a quien le llega comida e incluso quiénes se vacunan».

Aunque parezca paradójico, «81% de las protestas documentadas en 2020 ocurrió durante la vigencia del decreto de estado de alarma por COVID-19. En total unas 7.789 acciones de calle entre el 13 de marzo y 31 de diciembre de 2020», destaca el OVCS. «Ni la represión del régimen de Nicolás Maduro ni el COVID-19 detuvieron a la sociedad civil en la exigencia de derechos. Vecinos, trabajadores, sindicatos y gremios demostraron que hay un país que quiere vivir con dignidad y en democracia», subrayó Marco Antonio Ponce, director del observatorio, en una nota de prensa.