Colette Capriles: Los partidos políticos deben salir de la parálisis y tienen la oportunidad de hacerlo en las próximas elecciones

Texto: José Gregorio Yépez y Vanessa Davies. Fotos: Rafael Briceño-Contrapunto

Para que haya confianza en que el gobierno quiere negociar «tiene que mostrar señales más convincentes» y entrar «en un proceso más consistente» con «una cadena de concesiones», sostiene. «El peor enemigo del gobierno es sí mismo, porque no tiene gestión. No puede gobernar». El chavismo «ya no es lo que era», afirma, porque Maduro «lo desmoronó». A su juicio «Maduro tiene que probar que merece ser candidato en 2024». Considera que el cambio en el CNE movió el tablero político: «Lo que va a pasar de ahora en adelante en el Consejo Nacional Electoral es una negociación de cada minuto, de cada día». A su juicio «toda oportunidad de negociación hay que aprovecharla

Poner las pasiones a un lado y poder evaluar la crisis política venezolana como quien va sacando las capas de una cebolla no es tarea fácil, pero Colette Capriles acomete la tarea. La cebolla hace llorar, y en el país hay tantas lágrimas lloradas y reprimidas -de todos los sectores políticos- que el solo ejemplo de la hortaliza convierte el análisis en una siembra de dolor. Mas no es dolor lo que Capriles invoca; por el contrario, sus palabras llevan a la acción.

Hay espacios de negociación evidentes, y otros menos visibles, que está abriendo la administración de Nicolás Maduro. No son solo el Consejo Nacional Electoral (CNE) o el Programa Mundial de Alimentos (PMA), evalúa en entrevista para el programa Con tres puntos, transmitido por la cuenta en Instagram de contrapunto.com.

Llegar a un acuerdo no es solo conseguirlo, apunta, sino «cómo crear confianza en el ciudadano de que hay un acuerdo nacional y eso se puede cumplir: ese es el punto». Para que haya confianza en que el gobierno quiere negociar «tiene que mostrar señales más convincentes» y entrar «en un proceso más consistente» con «una cadena de concesiones».

«Hay un ambiente propicio para empezar a pensar en una negociación integral; eso es algo que va a ocurrir», augura, y lo compara con lo ocurrido en Colombia. «Toda oportunidad de negociación hay que aprovecharla. Muchas no van a funcionar, se detienen, se atrasan, pero todos los caminos llevan a un esquema en el cual tendrá que haber un contrato social y político más amplio, y hay que prepararlo. En mi opinión no están dadas las condiciones para que eso ocurra inmediatamente; hay que prepararlas entrenándose en esas micronegociaciones, creando confianza y sobre todo que la gente tenga confianza en que es posible negociar. La palabra negociación está mal vista; hay que recuperar esa confianza».

Tablero movido

La designación del CNE «ha sido un dinamizador, sin duda», afirma. «Movió un tablero político que estaba muy caracterizado por la inercia de los actores políticos, básicamente, aunque no por la inercia de otros sectores del país».

-¿Había un desfase?

-Un desfase entre el liderazgo político y lo que fuerzas sociales, ciudadanos en la calle seguían adelantando como formas de adaptación. Finalmente el plano político empieza a ponerse un poquito más en sincronía con las posibilidades dinámicas de la sociedad. Y cuando hablo de dinamismos hablo de dinamismos económicos, de dinamismos en términos de organización social; de gente que cada vez más sabe que tiene que reconstituir su ambiente en términos más complejos para poder atender sus necesidades.

-¿Nicolás Maduro está en una posición de fortaleza?

-Desde el punto de vista político el gobierno de Maduro puede haber sentido que tuvo una victoria sobre sus más enconados enemigos, sobre sus adversarios más amenazantes; en particular, sobre el piso de legitimidad del gobierno interino. Innegablemente la institución sobre la que reposaba el gobierno interino pasó a manos del oficialismo, y esa es una realidad política. Se la puede no reconocer, los mecanismos para elegirla fueron inaceptables, pero lo cierto es que ahí no está el poder del gobierno interino en este momento. Políticamente parecía que el panorama se había ensanchado para el gobierno. Pero el gran problema es que el gobierno se encontró sin enemigos, pero consigo mismo, que es su peor enemigo.

-¿Por qué?

-El peor enemigo del gobierno es sí mismo, porque no tiene gestión. No puede gobernar. No estoy hablando del Estado fallido, de la cuestión territorial, que es otra discusión. El gobierno tiene un sistema de salarios, de gestión pública, de financiamiento que es miserable, que no funciona, que tiene a la gente en una situación inhumana.

-¿No ha sido un mecanismo de dominación?

-Las autocracias se fundamentan en la represión o en el bienestar. Uno tiene un modelo como el de Cuba para el primero, o como el de China para el segundo.

Los gobiernos autocráticos exitosos «ofrecen bienestar» aunque «quizá no lo cumplan», comenta Capriles; es la idea de que, si no te metes en política, todo va a estar bien.

-Usted dice que Maduro es el peor enemigo de Maduro.

-Totalmente, porque la oferta de Maduro hasta ahora ha sido represiva. No es una oferta de bienestar. Precisamente porque es represiva ha tenido una contraparte en la oposición, que reacciona con la visión de que el gobierno de Maduro debe ser cercado. Hoy se encuentra con que tiene que gobernar.

Parece que el pensamiento es «salimos de los enemigos, ahora tenemos que redefinir este proyecto político que es el chavismo, porque el chavismo no es lo que era. Maduro dejó su huella, nada favorable para el proyecto histórico. Todos los que conocen las grandes ambiciones de tipo histórico que encarnaba el chavismo saben lo que significa Maduro para ese ideal».

-¿Lo acabó? ¿Es lo que usted quiere decir?

-Lo desmoronó. A Maduro le toca llevar este barco hasta un puerto donde se reconozcan como movimiento y donde puedan recuperar la legitimidad que pudieran tener cualquier movimiento de izquierda popular en el mundo. Eso no quiere decir que no van a hacer todo lo necesario para que eso pase, usar censura, represión, persecución… No estoy diciendo que este proyecto sea lindo y bello y perfectamente democrático. Estoy tratando de meterme en el discurso de quienes, ante un enemigo que los radicalizaba, tienen ahora un espacio donde pueden avanzar sin tanta radicalización.

-Entonces, ¿para qué la negociación?

-Para poder mejorar su gestión. Necesita gobernabilidad y legitimación.

-¿Para el tema económico?

-No solo para el tema económico. Hay una idea de crear un sistema político estable, que no se ha podido en 20 años.

Las pruebas de Maduro

-¿Estoy estable porque me mantengo?

-Pero el día a día afecta el proyecto notablemente, porque la gestión pública es un desastre. Y viene un problema de sucesión dentro del chavismo.

-¿Entre quienes? ¿Piensa que Maduro no va a continuar?

-Creo que Maduro tiene que probar que merece ser candidato en 2024.

-¿Y quiénes son los contendores de Maduro en el oficialismo?

-No lo sé, porque no son los obvios. Vemos posibles herederos, pero depende de la capacidad de modernización del chavismo. Al chavismo lo estamos considerando una cosa que existe seriamente, que tiene su lógica política. Es como un avión que tuviera un cuerpo y unas alas que van en direcciones diferentes. Igualito como hablamos de esto podríamos hablar de los núcleos autoritarios, fascistas casi, del campo del chavismo; de una corrupción absolutamente grotesca. De todo aquello que atenta contra el proyecto desde adentro. Y, por supuesto, los reflejos. El reflejo autoritario de Maduro es muy fuerte. La primera reacción es «voy a abrir un poco, pero después puedo cerrar». Y voy moviendo eso con una gran prudencia. Lo que este país necesita es un conjunto de reforma gigantesco, y la experiencia de la apertura de los países de Europa, y de lo que pasó en Cuba después de la caída de la URSS, mostró a quienes preservan ese ideal del socialismo que las reformas una vez iniciadas son indetenibles. Cuba es el contraejemplo: se negó a abrirse, se cerró más.

-¿El muro de Berlín sería la muerte del presidente Chávez?

-Creo que el problema es que la sucesión estuvo muy mal hecha, la selección del sucesor fue tardía y puso de manifiesto algo que era obvio: Chávez era un gran árbitro entre muchos grupos distintos, y tuvo que elegir uno en desmedro de los demás, que quedaron unidos a Maduro por necesidad, para reservar el proyecto. Pero yo diría que el año 2013-2014 fueron años en los que Maduro tuvo que probar día a día que podía gobernar esto, y su opción fue hacerlo por la fuerza.

Al hablar sobre Guaidó, Colette Capriles asevera que el rol movilizador del nuevo CNE «contrasta con una inercia política en la que habían incurrido el gobierno interino y el G4». Recuerda que, en la tradición política venezolana, se han opuesto la sociedad civil y los partidos políticos. «No es casual que cuando el liderazgo político comienza a aparecer aislado de la gente», como lo reflejan las encuestas y otros espacios, «la sociedad civil tiene un espacio que no tenía o que no tenía tan visiblemente y se convierte en dinamizador, pero no con la idea de sustituir a los partidos».

-¿La sociedad civil lleva la avanzada en la lucha por la democratización?

-Hay una sinergia, o debe haberla. Hay cosas que la sociedad civil puede movilizar, y hay otras que no. El problema es que los partidos están paralizados, porque su acción política tiene que ver con el camino de las elecciones. Y mientras no tomen una decisión, no reconsideren el contexto en el que están actuando, no tomen una decisión que sea favorable para el fortalecimiento de lo político, va a haber un espacio vacío, que se está cubriendo ahora porque la sociedad civil se ha venido organizando, pero podría haber sido cubierto por mesías.

-¿Todavía tenemos ese riesgo?

-Cuando el liderazgo político está debilitado puede pasar cualquier cosa. Por eso yo creo que la discusión que uno a veces les ve a los líderes políticos es bastante irresponsable, porque independientemente de que se tenga una estrategia de ir o no a elecciones, de si esas elecciones contribuyen con la causa democrática o no, el vacío político es muy irresponsable y muestra también un desapego del liderazgo por la gente, por lo que le está pasando a la gente.

Capriles recuerda las providencias que pretenden «reconstruir a las organizaciones de la sociedad civil como parte de una amenaza terrorista. Y no es inédita, porque se ha usado en otros países».

Momento de concesiones

Y retoma el CNE: «Fue el resultado de conversaciones y de negociaciones de actores políticos, de la sociedad civil organizada, de la comunidad internacional. Hubo muchas conversaciones y el gobierno hizo una concesión. El gobierno hubiera podido poner 5-0, 4-1. ¿Por qué no lo hace? Porque necesita empezar a reconstruir su tejido institucional en términos de su proyecto. Por supuesto que quiere quedarse de por vida, pero quedarse de por vida con represión no es lo mismo que quedarse de por vida porque votan por ti».

-¿Estas elecciones son una oportunidad porque estamos en un momento de concesiones?

-Estamos en un momento de concesiones que hacen avanzar cosas, y en la medida en que se avanzan cosas podrán avanzar otras, o podrán no avanzar. Ahí es donde está la visión política. En política uno tiene que ser muy realista, saber qué se puede conseguir, y cuando no se consigue, debe buscar la manera de fortalecerse.

-¿Qué es lo realista para usted en este momento?

-Hay dos planos. El plano electoral es un plan que hay que atender, cuidar y explotar. Hay posibilidades ciertas de que las condiciones electorales para las elecciones de noviembre sean mejores que las que ha habido en las elecciones recientes.

-¿Esto significa que hay que aprovecharlas?

-Hay que aprovecharlas. Creo que los partidos tiene una opción de recomponer su base política, su aparato electoral, que es muy complejo, pensando incluso en las presidenciales, que formarían parte supuestamente de una negociación integral. Es muy complicado negociar unas elecciones presidenciales o legislativas sin tener el aparato detrás. El gobierno va a decir «cómo no, hagamos un referéndum en febrero». ¿Cuál es el músculo electoral de la oposición para ir a un referéndum supervisado internacionalmente y perfectamente competitivo?

El 80% del país quiere un cambio político, recuerda Capriles. «Eso significa que no importa de dónde venga el cambio político. Es una ventaja estratégica que tiene el gobierno, porque podría decir «voy a reformar, voy a hacer cambios, voy a ser una alternativa democrática y seguir con este proyecto».

-¿Los partidos deben salir de la parálisis?

-Totalmente. Tienen una oportunidad de hacerlo electoralmente, y en la medida en que hay un compromiso con esa participación, porque están comprometidos con su propia base y con sus propios cuadros, en esa medida aumenta la cohesión interna, la capacidad de presionar para mejores condiciones electorales. Se crea un círculo virtuoso, más apoyo a los rectores institucionales del CNE. Es una pelea diaria. Lo que va a pasar de ahora en adelante en el Consejo Nacional Electoral es una negociación de cada minuto, de cada día, de con quién trabajo; desde allí hasta las grandes decisiones en términos de las condiciones electorales. Si hay ese juego significa que vale la pena invertir en presión para que esas micronegociaciones diarias vayan construyendo.

-¿Presión de quiénes?

-Hay gente interesada en que fracase el CNE de todos los lados.

-¿Por qué?

-Hay quienes piensan que una normalización del sistema electoral podría dejar en demasiada desventaja al chavismo y empezar el derrumbe, empezando por alcaldes y gobernadores. Es un gobierno quizá con menos densidad que otros temores, que tienen que ver con el hecho de que la vía electoral está siendo vista dentro de esta perspectiva como una posibilidad que tiene el gobierno de Maduro de hacer elecciones más limpias y adquirir la legitimidad que hasta ahora no tiene. Creo que el problema de legitimidad funcionó en un cierto momento cuando las elecciones de 2018, pero los gobiernos, mientras estén allí… Al final esa tesis está afectando a más gente que al gobierno. En la medida en que la legitimidad es algo que se puede negociar el reconocimiento obliga al que está siendo reconocido a comprometerse con unas cosas. El problema que tenemos es de confianza. Vuelvo al CNE. El problema del CNE no es hacer elecciones perfectas, suecas, noruegas; el problema es crear confianza en los ciudadanos de que alguna institución en este país puede funcionar más o menos. Crear confianza en la recuperación del voto como un instrumento de decisión colectiva. Es un trabajo que no se hace solo. Los miembros del CNE deben mostrar ese compromiso con la recuperación del derecho al voto, pero si los partidos no estimulan esa confianza, no participan, no vamos a avanzar en lo que necesitamos. El problema venezolano para mí, políticamente hablando, es la confianza en los liderazgos y las instituciones, con una gran orfandad que la gente siente.