El encuestador asegura que la clase política está desconectada de la clase media que quiere un cambio ya, y de la clase popular que se siente desatendida.
El manejo de las encuestas a Félix Seijas Rodríguez le viene de familia y ha estado vinculado desde siempre con este oficio: Con manos propias creó su firma Delphos, empresa que se encarga de medir qué anda pensando la gente y cuál es la percepción de la población en esta coyuntura.
Recibe cordialmente al equipo de Contrapunto en su casa y mientras nos sentamos, presenciamos una conversación suya con el encargado de los trabajos que realiza en su residencia, que le dice: “bueno yo le voy a buscar los mejores precios que pueda. Usted sabe que todo se mueve rápido. Uno va y se encuentra con el bum, bum de la inflación”.
Y así, conversando sobre hiperinflación y los problemas cotidianos a resolver, comienza nuestro encuentro con el director de la encuestadora Delphos.
-Pareciera existir una desconexión de la clase política con los venezolanos. ¿Es así?
-Cuando se habla del venezolano, hay que decir que es muy diverso. No es homogéneo, no se puede decir qué piensan y sienten todos por igual. Hay diferentes grupos de venezolanos con sus necesidades y características. Hay algo que los une y cosas que los desunen.
-Hablemos de los sectores populares.
-La prioridad del venezolano del segmento más bajo de población es comer, sobrevivir, tener acceso a las medicinas. Tiene que resolver las necesidades vitales. Para ese venezolano es un lujo lo que tenga que ver con protestas, con posiciones radicales incluso. Ese venezolano de la clase baja, si sale a protestar, pone en riesgo su trabajo si lo tiene, o no genera ingresos, si trabaja por su cuenta. Para ellos protestar es un lujo. Ese venezolano tiene su preferencia política, su manera de pensar sobre los políticos, pero eso pasa a ser secundario. Su problema vital de supervivencia es tan presente, que pasa a ser la prioridad. Pensar que debe ser el chavismo o la oposición, que me gusta Capriles o Leopoldo López o Guaidó es secundario.
-¿Dónde ve la solución ese venezolano?
-Todos tienden a coincidir en que la manera más expedita de que esa emergencia se solucione es a través de acuerdos. Que se pongan de acuerdo los políticos. Ellos no sienten que la oposición los abandona, sienten que toda la clase política, chavista y opositora, no tiene conexión con ellos, y que por no ponerse de acuerdo, por estar pendientes de sus agendas propias, ellos están siendo descuidados. Los problemas existen porque no se ponen de acuerdo, porque están pensando en el poder y no en el bien común.
-¿Cuánto ese porcentaje de la población?
-Ese es el 60%, la mayoría de los venezolanos. Las redes sociales causan una distorsión tremenda. 70% de las redes es clase A, B y C. En twitter es 70% la clase media o alta, y en la realidad tienes 60% de la población en los sectores bajos, ya ahí se presenta una gran distorsión. Las redes son una plaza a la que no van todos por igual. En la plaza escuchas más al que grita, al que tiene el ritmo cardíaco más acelerado. Es la persona que grita, que tiene más actividad. La percepción está en sintonía con la mayoría. Todos los radicales consideran que su manera de pensar es como piensan todos. Es el peligro de ver las cosas en blanco y negro, si no hay matices, el juego está trancado.
-¿Cómo es la relación de la élite política con clase media?
-En la clase media o alta las cosas cambian; la prioridad no es la sobrevivencia, sienten que su nivel de vida está cayendo, pero siguen comiendo. Sienten que hay un deterioro, que no es justo que ocurra, pero puedo darme el lujo de decir vamos a protestar, vamos a hacer un paro indefinido. Puedo sentir una conexión de la clase política conmigo, pero por otro lado se interrogan: ¿Por qué no se apuran? ¿Por qué el cambio no se ha dado? La clase política está desconectada de la clase media que quiere un cambio ya y de la clase popular que se siente desatendida.
-¿A qué se debe esta desconexión?
-Los partidos políticos tenían conexión en las comunidades, pero eso se fue perdiendo. Les han dado duro, les han dado con todo. Los han perseguido, encarcelados a sus dirigentes, obligados a salir del país, refugiarse. Los partidos han sido golpeados de manera dura, pero uno puede decir, desde la teoría y el análisis, que tenía que haber surgido algún tipo de alternativa, darte cuenta de que estabas perdiendo el contacto. Hay más conexión con la clase media porque estás allí, porque tienes presencia.
-¿Qué evidencia esa desconexión?
-Cuando nombramos el Plan País en los estudios cualitativos, en la clase baja nadie sabe qué es el “Plan País”. Cuando se pregunta a este sector cuál es la crítica a los políticos, la respuesta espontánea que surge es la siguiente:»es que ellos no tienen un plan para el país”. Esto ocurre porque ese plan se presenta en las academias, en las universidades, en los gremios y ese sector no es atendido.
-Esa es la oposición. ¿Y el chavismo?
-La desconexión del PSUV es porque la confianza ha disminuido o desparecido, pero siguen teniendo presencia. En estudios cualitativos, cuando la gente de las clases populares habla mal del gobierno, lo hace con el lenguaje del gobierno. Lo único que llega es la narrativa del gobierno. El PSUV es el único que está llegando con una narrativa. El Gobierno se mantiene con lo que llamamos en las mediciones “La Roca”, lo duro. Ese 20% que sostiene que son necesarios porque sin ellos viene algo peor.
-En sus estudios como percibe la gente una salida de fuerza.
-La última vez que el sector militar tomó el poder con las armas, es decir, echando tiros, fue con la Revolución Restauradora de Cipriano Castro. Gómez institucionalizó la fuerza armada y se acabaron las revueltas. Con la muerte de Gómez vinieron acuerdos entre militares. De esos acuerdos derivaron elecciones democráticas. La fuerza armada se mueve en bloque, es muy pragmática, y no hay una fractura importante como para que uno de ellos venza al otro y tome el poder. Apostar por eso en este momento… las probabilidades son bajísimas.
El cortoplacismo
Seijas reflexiona sobre las propuestas de cambio que se la han hecho a la población y ve como un problema la rapidez que se le ofreció a la gente para la resolución del problema político.
“Hubiese sido mejor hablarle a la gente de medianos plazos. Habrías tenido la crítica de un sector minoritario, pero quien dice que la gente se está muriendo de hambre, y hay que hacer un sacrificio mayúsculo de unos días para salir de esto, no es el que se está muriendo de hambre. Quien lo dice puede aguantar. Pero la apuesta de este este grupo no fue el mediano plazo, fue el corto plazo. Estaban haciendo algo, lo intentaron y no funcionó. Desde empezó lo de Oslo comenzaron a girar en el mediano plazo”.
-¿Es por eso la decisión de mantener a Guaidó como presidente de la Asamblea Nacional?
-Lo del acuerdo para que Guaidó siguiera había que trabajarlo muy rápido y no esperar a noviembre. La crítica de la gente a la oposición es que no se ponen de acuerdo. Cambiar la figura de Guaidó en este momento saldría costosísimo. Es la figura reconocida internacionalmente, tiene canales de comunicación, una estructura andando.
-¿Quién es el líder la oposición?
Guaidó. Él sigue siendo el referente. Le sigue López de lejos y, no muy lejos de López, todo lo demás: María Corina, Capriles…
-¿Los ataques del gobierno minan la imagen de Guaidó?
-Los ataques contribuyen. El tiempo en general conspira en contra de Guaidó, más aún cuando la propuesta fue irse por el camino rápido, la oferta fue que esto era rápido, y eso se está cambiando ahora. El acuerdo para que siga Guaidó al frente de la Asamblea Nacional envía una señal de que las cosas van cambiando a una propuesta de mediano plazo.
-Y en el oficialismo… ¿quienes son los referentes?
-Maduro sigue siendo el referente porque es el presidente. En el oficialismo se ha manejado que hay una cabeza y los demás obedecen. Maduro es la cabeza. Hay quienes no necesariamente quieren que sea el líder. Pero no hay otros líderes. Cabello tiene su club de fans, pero algunos lo perciben como muy radical.
-¿No hay entonces otras opciones?
-¿Como sales de Maduro? Es complicado. El chavismo tendría que solucionar la legitimidad de un sucesor. Con Maduro está fácil porque se la dio Chávez, pero… ¿quién le da legitimidad a otro sucesor? El chavismo tendría dos problemas para cambiar a Maduro: la legitimidad interna y la externa. Pero también es cierto que, si la comunidad internacional siente que no hay otra forma de estabilizar el país sino con una transición interna del chavismo, van a firmar eso.
-¿La disputa es Maduro-Guaidó, o chavismo-oposición?
-La disputa es Guaidó-Maduro, porque Maduro está ahí. No hay estudio que hagamos en el que no se refleje que, no menos de 40% de la gente dice que quisiera que Chávez fuera presidente. Esto le abre las puertas a los chavistas. No tiene que ser Héctor Rodríguez o Lacava, necesariamente, podría ser incluso otro que no esté en el radar.
-¿Por qué pasa esto?
-Chávez era una promesa. Es una narrativa. En este país 40% de las personas valoran las instituciones y no están dispuestas a rendir instituciones por bienestar. Hay otro 40% que siente que las instituciones son un estorbo. Eso fue lo que se transmitió en los años 80 y 90. Chávez vendió la de idea que a punta de trancazos se solucionaban las cosas.
-¿Puede Guaidó ganar espacios en el chavismo?
-No todo, porque hay una parte que no entiende el poder como democracia, no hay cultura democrática sino de tutelaje. Requieren un tutor. En democracia se trata de entregar ese tutelaje a instituciones, en un régimen autoritario se entrega el tutelaje al líder. De ese 40% del chavismo Guaidó podría ganar 10%. Para que el chavismo baje de 25% en elecciones es muy difícil. Van a mantener esa base pase lo que pase. En la elección de 2018 hubo manejos de trampas, se abultaron cifras, pero la mayoría de los que fueron a votar por Maduro, lo hicieron voluntariamente.
-Habla de 40% de la población que hace su apuesta por las instituciones, otro 40% que las ve como un estorbo. ¿Dónde queda el resto?
-Hay otro 20% que es utilitario. Que le da lo mismo cómo las cosas se resuelven. Eso hizo que Chávez mantuviera en elecciones la ventaja 60-40. Tenía su 40% y un 20% utilitario.
Hablemos de intenciones
-¿Cómo se reparte la intención de voto en este momento?
-El 65% con lo que no sea Maduro. 35% con Maduro. Pero en ese 65% hay un porcentaje, de alrededor del 20%, que condiciona el voto. Otro porcentaje no está en el país, que se calcula en dos millones de votos. La mayoría es la oposición, pero en un evento electoral el chavismo puede ser competitivo. El chavismo lo que necesita es ponerse a tiro. Juega a la desactivación del voto opositor. Le añaden ingredientes a la desconfianza del votante que lo adversa.
-¿Por ejemplo?
-Que si las elecciones las convoca la constituyente, que si las adelantan, que son solo parlamentarias y ofrecieron presidenciales. Otro elemento es que las elecciones por circuito las afecta directamente la diáspora.
-¿Qué percibe la gente de una eventual invasión, la negociación en Barbados, el TIAR?
-La mayoría ve con buenos ojos las negociaciones. Para el 60%, cualquier cosa que huela a salidas pacíficas es lo que favorecen. Es lo que creen que debe ser. Sin embargo, saben que el Gobierno no tiene incentivos como para ceder en una mesa de negociación. 60% no quiere salidas de fuerza, está bastante claro en lo que significa ese camino. Hay una porción de 20% que favorece una invasión. Esta muy idealizado lo de Panamá con el caso Noriega.
-¿Cuál es el principal problema de los venezolanos?
-Lo económico. Antes era la escasez, pero eso ha venido bajando, y ahora la gente dice que hay, pero no lo pueden comprar. La gente habla de hiperinflación. Y eso ha creado una cosa interesantísima. Chávez se preocupó por destruir la imagen de lo privado, pero no lo logró. En el segmento más bajo de la población hicieron la conexión entre expropiación, escasez y falta de empleo. Incluso dicen que si se acude al Fondo Monetario que sea para invertirlo.
-¿Cuáles son las instituciones con mayor prestigio ante la población?
-La Universidad e Iglesia católica. Después siguen los estudiantes y las empresas.
-¿Y el sector militar?
-Tradicionalmente era muy bien visto. En la medida en que se comenzó a asociar con la política comenzó a bajar. En lo últimos años esto se ha acelerado. Se mueve exactamente como se mueve el Gobierno, que tiene 20% de confianza. La gente lo asume como un brazo del gobierno.
-¿Qué siente la gente en este momento? ¿Tristeza, frustración, alegría, esperanza?
-En 2018 había desesperanza, desilusión, frustración. Cuando surge Guaidó eso baja y subieron los activadores como rabia y esperanza. Eso está empezando a bajar y suben los inhibidores como la desilusión.