En Nicaragua se persigue a los sacerdotes. En Venezuela, analiza Rafael Curvelo, «Maduro se voltea hacia el mundo evangélico». Como lo señala José Gregorio Afonso, presidente de la Apucv, «a los regímenes autoritarios la crítica siempre les es incómoda»
El 16 de noviembre de 1989 ocurrió una masacre en la Universidad Centroamericana de El Salvador (UCA): un pelotón de la Fuerza Armada salvadoreña asesinó a los jesuitas Ignacio Ellacuría, Ignacio Martín Baró, Segundo Montes Mozo, Armando López Quintana, Joaquín López y Juan Ramón Moreno Pardo. También, a dos colaboradoras: Julia Ramos y Celina Ramos. Casi 34 años después, este miércoles 16 de agosto, se consumó otra forma de crimen contra otra universidad de la región vinculada también con los jesuitas: la intervención de la UCA de Nicaragua por parte del régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo.
La Iglesia católica cumplió un rol clave en los primeros años de la revolución sandinista (1979), con su voz crítica y con figuras emblemáticas como la del poeta y sacerdote Ernesto Cardenal. Ahora esa voz crítica incomoda a los neosandinistas en el poder.
El cierre del espacio cívico en Nicaragua, la persecución a la Iglesia, la persecución de los sandinistas que se enfrentaron a Ortega-Murillo en protestas recientes avivan los fantasmas: ¿Se puede repetir la historia en Venezuela? ¿Es posible la «nicaragüización» de Venezuela? Ese temor parece estar siempre presente en la sociedad civil venezolana.
La Iglesia es incómoda en Nicaragua «porque es un espacio de disidencia», subraya Rafael Curvelo, analista político, coordinador de la iniciativa Unión por Venezuela y miembro del Consejo de Redacción de la Revista SIC. «La Iglesia terminó siendo el espacio donde la gente podía expresarse libremente, sin temor a ser reprimida; en los medios de comunicación de la Iglesia católica la gente podía hablar contra el régimen, y eso molestó mucho al régimen de Ortega y Murillo».
Otro punto de inflexión, según el analista, fue el de las protestas de los jóvenes que decidieron lanzarse a las calles en 2018 «y la Iglesia católica los acompañó»; incluso, los obispos «fueron un muro de contención, mantuvieron la parte pacífica, se propusieron como mediadores».
Tal como van las cosas en el país centroamericano Curvelo no descarta que la Iglesia «sea prohibida, literalmente; que se cierren las iglesias y que se repita lo que sucedió en países comunistas: misas a escondidas, sacerdotes escondidos o en el exilio». A Ortega «como que se le olvidaron sus años de apoyo de la Iglesia, se le olvidó monseñor Romero; los jesuitas asesinados en El Salvador, masacrados porque eran sacerdotes que denunciaban las injusticias y acompañaban a la población en sus reivindicaciones más justas».
¿Por qué el ataque de Ortega a las universidades? «Las universidades ofrecen una mirada crítica», señala José Gregorio Afonso, presidente de la Asociación de Profesores de la UCV (Apucv). «La investigación e innovación son claves para el desarrollo. Si eso no tiene un lugar prioritario en la agenda de desarrollo, no va a resultar relevante la inversión en las universidades». Lo que ocurre «es que frente a la administración del Estado no hay una visión de estadistas, pero sí hay una visión de hegemónicos».
Como lo ratifica Afonso, «a los regímenes autoritarios la crítica siempre les es incómoda. Ya van más de 23 universidades privadas cerradas en Nicaragua, y el cierre de la Academia de la Lengua». El sandinismo regresó al poder, de acuerdo con su evaluación, con la decisión de no entregar ningún espacio que lo lleve a perder el poder: «Por eso la deriva autoritaria».
En el terreno venezolano hay tensiones entre el poder y la Iglesia, pero todavía sin hechos como los de Nicaragua. El gobierno de Maduro «no ha llegado al extremo de romper con la Iglesia», aunque mantiene una relación tensa, recuerda Curvelo. «No llega al extremo del régimen de Ortega, que es un régimen muy ateísta. Maduro se voltea hacia el mundo evangélico», arregla las iglesias evangélicas, paga bonos a los pastores. «Es un esquema de buscarse un nicho religioso alejado de la Iglesia católica, tratando de decir que sí son creyentes».
En Venezuela, apunta Afonso, «no hemos llegado a ese extremo, pero siempre es posible llegar». El freno, en el caso de las universidades venezolanas, «es la permanencia de una conciencia crítica; aquí todavía hay memoria democrática; el proceso nicaragüense ha sido distinto».