«Ustedes pueden comprar nuestro club pero no podrán comprar nuestro corazón ni nuestra alma», se podía leer en un cartel
Una manifestación de aficionados del Manchester United, que acabó con la invasión del estadio de Old Trafford este domingo, provocó el aplazamiento del partido de la Premier contra el Liverpool, lo que privó al City de un posible título antes de su semifinal de Champions este martes ante el PSG.
Esa fue una de las réplicas del sismo de la efímera Superliga, esa competición privada impulsada por varios clubes grandes de Europa disidentes, entre ellos el Manchester United, y rápidamente abortada por la movilización de los aficionados: los seguidores de los Diablos Rojos no parecen haber perdonado a su directiva su compromiso con ese proyecto que amenazó el equilibrio en el fútbol europeo.
Y así se vio perturbada la carrera hacia el título en la Premier: el Manchester City, que se habría proclamado campeón en caso de victoria del Liverpool, deberá esperar.
Si el partido no es reprogramado antes, el City, que se enfrenta al PSG el martes en semifinales de la Liga de Campeones, podría asegurarse el título el próximo sábado ante el Chelsea.
Detestada por una buena parte del público desde la compra del club en 2005, la familia estadounidense Glazer cometió un nuevo error hace dos semanas al entrar en el proyecto de la Superliga.
Rápidamente dieron marcha atrás junto al resto de clubes ingleses, llegando a disculparse en una carta abierta y anunciando la marcha a final de año de Ed Woodward, el vicepresidente ejecutivo que les representa, símbolo de todos los males a ojos de la afición. Pero en vano.