No es un Zancudo, no es un choro: Es David Peña, el músico que toca la guitarra de 7 cuerdas para honrar a Brasil con sus Cuerdas Choradas

Texto: Vanessa Davies. Foto: Cortesía Álvaro Ruiz. Video: José Gregorio Yépez y Miguel "Cuchicuchi" Romero

«Puedo decir con toda franqueza que mi formación como músico es autodidacta», afirma este guitarrista y contrabajista que respeta el reguetón aunque no lo comparte. El «Zancudo» David Peña y Convidados inauguran el ciclo Sons de Brasil este domingo 8 de septiembre en el Centro Cultural BOD

Se llama Zancudo pero le dicen David Peña. O al revés. Es difícil separar al Zancudo que toca contrabajo del David Peña que toca contrabajo. Porque son la misma persona: el mismo derroche de talento, el mismo gusto apasionado por la música. Su instrumento es el contrabajo, pero también lo es la guitarra. Y es con la guitarra ceñida a la espalda como llega al estudio de grabación, el martes 3 de septiembre, para uno de los ensayos previos al concierto Cuerdas Choradas, que se realizará el domingo 8 de septiembre a las 11:30 de la mañana en el Centro Cultural BOD.

El Zancudo no estará solo en Cuerdas Choradas. El encuentro de este domingo, que no es un «ventetú» porque bastante trabajo previo lleva, estará a cargo de ocho manos: las de David Peña y Convidados.

Los «convidados» son Pedro Marín, en el bandolín; Williams Mora en clarinete y voz y Pedro Isea en la percusión y voz.

Una de las bellezas que se encontrarán quienes vayan al concierto es una guitarra de siete cuerdas, manejada por Peña al derecho y al revés. Como el bajo es su gran amor, esa séptima cuerda cumple funciones similares.

«La música es una de las pocas cosas que no se puede dejar de hacer nunca», declara el Zancudo en un diálogo con Contrapunto que se transcurrió -para no faltar a los vaivenes musicales- en tres tiempos: En los espacios abiertos del Centro Cultural BOD, en el carro de Peña y en el estudio donde ensayó con Marín y Mora.

Primer tiempo en el BOD: El goloso de la guitarra y el contrabajo

El mejor acorde que puede dar Peña al aire libre del BOD es su presencia, su simpatía, su cercanía.

«Además de ser el modo de vida, la música es el modo de escape y de catarsis en modo positivo. Cuando uno se mete en la música la verdad es que se despega de todo», enfatiza.

-¿Sigue siendo eso la música para usted?

-Sigue siendo y lo seguirá siendo. Y lo bueno es que cuando uno llega al público la gente te lo agradece. También es que la gente se abstrae de la situación y agradece que uno esté brindando un concierto.

Esto no quiere decir que Peña vive en Narnia. Por el contrario, está muy consciente de lo que sucede en el país y del cataclismo cotidiano. Por ejemplo, en su oficio. La gente no puede ni comprarse un instrumento, «cuesta muchísimo dinero, pero la gente hace su esfuerzo y al final le pone el instrumento en las manos al chamo».

Pero a pesar de estos tonos menores «la música sigue siendo la música», afirma este hijo de una familia musical a quien le pusieron enfrente desde niño «el cuatro, la guitarra y la mandolina».

En su casa -cuenta- tiene guitarras, cuatros, tumbadoras, mandolinas, bajos, discos. «Los he ido adquiriendo desde que comencé con la música. Vengo de una familia humilde, pero pude comprarlos trabajando. Mis padres me enseñaron el trabajo».

Su primera canción tocada en cuatro, a los cinco años, fue el Cumpleaños Feliz. Su hermano José Ángel le reconocía su oído musical. «El oído se va educando más y más, con las cosas buenas, y con las malas también».

-No le gusta el reguetón…

-Lo respeto, pero no lo comparto. No lo haría. Hay muchas otras músicas que vale la pena hacerlas, con todo respeto por la gente que hace reguetón y a la que le gusta el reguetón.

-¿Qué no le gusta del reguetón?

-El enfoque lírico, por decirlo de algún modo. El como se dicen las cosas. Se pone de una manera burda, vulgar.

-¿Musicalmente no?

-Hay otros ritmos, que no son el reguetón, que son monótonos, que de tres acordes no salen. Pero el asunto es la profundidad de las cosas que se dicen. Por ejemplo, el blues es un ciclo muy corto y muy fijo, pero cónchale… también viene de una condición social, de un momento específico de la sociedad, al igual que el reguetón. También hay que decirlo. A los reguetoneros les tocó la tecnología y el poder llegar masivamente a la gente. Pero el impacto positivo que puede tener sobre la sociedad… no coincido.

Peña pasó del cuatro a la guitarra, también por su hermano José Ángel, a quien le llegó un disco de Alirio Díaz y una inspiración. «Mi hermano lo sacó de oído, con ese oído tremendo que tiene, y me lo empezó a enseñar a mí. Y me enganché. Fue tradición oral».

Sin embargo fue el contrabajo el que lo capturó para siempre, como la Sherezade de Las Mil y una Noches salvó su vida con palabras. Cuando el maestro Miguel Peña lo interpretó «me quedé boquiabierto», refiere.

-¿Ese es su instrumento?

-En el fondo descubrí que ese es mi instrumento. Mi hermano me cuenta que, cuando era pequeño y escuchaba música, en vez de escuchar la melodía o la letra me aprendía el bajo. Por eso también la facilidad para la guitarra, que tiene un apoyo en el bajo. Me enamoré del contrabajo. Años después conocí a mi queridísimo amigo Luis Escalante, que tenía un contrabajo en su casa. Iba a tocar guitarra, pero me quedé con él tocando contrabajo. Comencé a trabajar profesionalmente, en cervecerías, en bares, tocando música llanera, salsa… de todo. Los ventetú. Es lo que llamamos «la calle».

Los intentos por la formación académica no prosperaron. «Me inscribí como 30 veces en la academia de música Pedro Nolasco Colón, que quedaba en El Valle. Me rechazaba yo mismo, porque no iba. Abandonaba la cosa», rememora. «Puedo decir con toda franqueza que mi formación como músico es autodidacta».

No por eso está reñido con la formación. Hoy día «estudio más que nunca» armonía, contrapunto. «Como toco guitarra, en ella me apoyo para el estudio de la armonía».

-Habla de la guitarra con más amor que del contrabajo.

-En mi amor por la música ambos van de la mano. Musicalmente van casados. Una guitarra y un bajo se la llevan bien.

-¿Si tuviera que escoger entre la guitarra y el bajo ahora?

-Escojo el bajo y la guitarra, jajajajaja.

Segundo tiempo en el carro: la fiebre por los choros

Choro es ladrón en Venezuela, pero el choro es un ritmo que en Brasil suena y que David Peña ha ensalzado en Venezuela en este ciclo que se cumple por tercera vez y que comienza este domingo en el BOD.

Con Cuerdas Choradas «hay una doble intención: primero, la satisfacción que nos produce tocar ritmos brasileños», explica Peña mientras intenta acortar con sus palabras la distancia entre La Castellana y Chacao a fin de llegar puntual a las 10:30 am.

Conoció esa música en los años 70, por los discos de vinil. «Allí comenzó la fiebre», admite. «Aún ese gusto por esa música perdura. Cuando me toca abordarla, se prende la fiebre otra vez».

-¿Por qué?

-En lo musical es una música sencilla, pero es tan viva, tan alegre, tan jocosa… No diría que virtuosa, aunque tiene técnica y lenguaje, pero es una música que se queda, pegajosa. Ese ritmo cadencioso que tiene no solo el choro, sino la música brasileña en general, es muy contagioso. Como las músicas verdaderas perduran en el tiempo, el choro es uno de los casos.

-¿Este domingo va a tocar guitarra de siete cuerdas?

-Voy a tocar una guitarra de siete cuerdas. Le agregaron esa séptima cuerda, más grave. El conjunto tradicional de choros no usa bajo, sino dos guitarras: la de seis cuerdas y la de siete cuerdas, que hace las funciones del bajo, con un movimiento bastante interesante.

Un concierto como el de este domingo 8 de septiembre necesita, para la exigencia de Peña, por lo menos cinco ensayos, a fin de que todo quede a punto. Y Contrapunto estuvo en el preámbulo de uno de ellos.

Tercer tiempo: el ensayo

«En el piso 6 es la cosa». Pero eso solo lo sabe el que va al estudio y se encuentra con los cubículos donde los músicos preparan sus presentaciones. David Peña tiene un espacio pequeñito en el que guarda un precioso sobreviviente: un contrabajo de más de 100 años de antigüedad. Todo un privilegio recorrer ese cuerpo de madera.

«Que hable la música», dijo José Gregorio «Goyito» Yépez, periodista y músico, con el instrumento del periodismo -el micrófono- en la mano, en lugar de su compañera guitarra que alivia sus soledades. Y Williams Mora habló con el clarinete, Pedro Marín con la mandolina y David Peña con la guitarra de siete cuerdas.

Este domingo es el concierto Cuerdas Choradas. El domingo 15 de septiembre estarán Coral Lombana y Edepson González en un tributo a Joao Gilberto; el domingo 22 se podrá escuchar a dos cantantes venezolanas, Gladys Salazar y Magda Albarracín.

El ciclo termina el domingo 29 con Companhia do Samba.