Ese día quería cantar. Como siempre. Y pidió permiso. Se vistió de acordes, melodías y amigos… ¡Eso que llaman canciones pues! Y así decidió irse cantando.
Pero definitivamente la gente como él no se va y por aquí se la pasa “tamunangueándole y dándole…”.
Los que pudimos conocerlo y decir que fuimos sus amigos -en cualquier esquina en las que nos toca cruzar- lo conseguimos con su sonrisa, sus ocurrencias, su talento, honestidad y esa forma tan suya de ver la vida: frontal siempre, comprometida siempre, tierna siempre. Con la sonrisa y la lágrima que hacía falta y la divertida sensación que te regalaba su alegría de estar vivo.
“Porque la tengo segura, no le temo a la muerte; más le temo a la vida porque depende de la suerte, y la suerte no es del hombre pobre, precisamente”, escribió cuando por aquellos tempranos años 80 le ganó la partida a la señora de la guadaña.
Se me agolpaban recuerdos con sus canciones y decidí escribir a mis amigos y sus amigos para hablar de él. Toba (Cristóbal Mendoza) me dijo: “Es que como poeta veía la vida de otro color, veía la vida con el verdadero significado de la vida y lo puso en poesía”.
“Él siempre decía ‘nosotros somos peor que amigos’. Lo recuerdo con su sonrisa y su honestidad. Fuimos compañeros de caminos y compañeros de cuarto, juntos pero no revueltos (risas). Fuimos compañeros de cuarto desde el primer día que el Carota comenzó a viajar. Él todavía me acompaña desde que me levanto en la mañana, siempre me acompaña”.
Le escribí a Guareque (Luis Hernández) para contarle de los recuerdos y la música. Con la voz golpeada por la COVID-19 me dice que “en cada reunión lo recordamos como el hombre divertido que era, pero también como el hombre directo y sin escondrijos. Era mi hermano. Somos una familia. Todos nuestros hijos le piden la bendición a cada uno de nosotros. Así somos en el Carota”
“Como compositor me ayudada, me daba consejos. Entre bromas y vainas decía: Usted si compone maluco, aprenda a mí”, dice Guareque.
Definitivamente, su forma de componer era especial. No solo lo decimos quienes estuvimos cerquita de él, nublados en el juicio por el profundo cariño, la cercanía y la amistad.
Llamé a otro amigo, Miguel Delgado Estévez, y por deformación profesional le pregunté con la frialdad de quien debe hacer el trabajo de reportero despojado de sus afectos: ¿Cuál sientes que es el aporte más importante de Adelis Freites a la música popular venezolana? ¿Cómo recuerdas a Adelis Freites y tu relación con él?
Miguel me dice: “Goyito vengo llegando de Barquisimeto. Hablé con Tico (Ruperto Páez), me contó cómo se fue Adelis y creo que es la mejor manera de partir con música”.
Es imposible desvincularse del telúrico peso de la ternura que un hombre como Adelis Freitez emana.
Miguel hace una pausa y dice: “Ahora te contesto eso que preguntas. Cuando nació el Carota, Ñema y Tajá se estableció una forma de hacer el golpe larense. Adelis es parte de eso como fundador del Carota. Pero su gran aporte es el Adelis compositor. No conozco una canción de Adelis que sea un lugar común. Todos son temas muy originales. Es una manera armónica de consustanciar letra y música. Esa forma de vincular su poesía con la raíz del folklore larense es maravillosa”.
“Yo lo conocí cuando dirigí el festival de Industrias Pampero Cantos a Lara hace soporrocientos (sic) años. No teníamos una amistad cercana pero llevamos una relación muy cordial y donde coincidíamos siempre tuvimos un trato especial. Es, sin duda, baluarte de la música nacional, de los vitales compositores de este país. Su obra queda y eso es lo importante”, dice Miguel Delgado Estévez.
Lo mismo le pregunte a Diego Silva, otro entrañable amigo y por quien siento un profundo respeto de su criterio musical por su formación y hombre comprometido con la honestidad como creador.
«Adelis a mi entender es uno de los herederos de una una escuela que Luis laguna sistematizó. Las canciones de Adelis no tienen pérdida por ningún lado. Están también en una línea que se identifican con Aquiles y Aníbal Nazoa», sentencia Diego Silva.
Recuerda que sus últimos intercambios fueron por escrito «para hablar sobre algunas divergencias de criterio que logramos aclarar. Ciertamente no tuve un trato cercano con él. Nuestros encuentros fueron esporádicos. Pero lo que debo decir es que las veces que estuvimos juntos, recuerdo a un hombre afable con el humor a flor de piel, con una sonrisa permanente. Recuerdo y atesoro sus canciones que es con lo que más me he relacionado».
Al principio quise hacer un trabajo apegado al manual de la noticia o la investigación periodística. No pude. Pido disculpas a usted que ha llegado a leer hasta acá los desvaríos causados por la emoción de hablar de un amigo, al que no sabía que podía extrañar tanto.
Para terminar solo puedo decir que hace un poquito más de año saliste a tocar con otros amigos “que adelantaron camino” y decidiste alcanzarlos, válido por demás. Por aquí seguimos, todavía borrachos de todo lo que pudimos tomar de tu talento que se queda con nosotros “más allá de no sé dónde, tampoco se sabe cuándo”.
