Pregúntele al diputado Juan Guaidó si, en la política y en la vida, el orden de los factores no altera el producto. Cien días después de juramentarse como presidente interino -y reconocido como tal por más de 50 países- el dirigente de Voluntad Popular mantiene en pie la «fórmula Guaidó» para desplazar del poder al mandatario Nicolás Maduro: Cese de la usurpación, gobierno de transición y elecciones libres. Claro, no dijo cuándo, y el cómo parece disolverse en la lógica del bolero «quizá, quizá, quizá».
A los políticos les toca, también, ser alquimistas, y explicar cómo van a extraer un diamante de un puñado de arena. Pero Guaidó no ha especificado cómo llegará el país a un gobierno de transición que no solo lo sea sino que garantice una Venezuela medianamente gobernable. Más de tres meses después de enunciar la ruta de tres pasos, hay dos factores sin los cuales parece inviable la ecuación: los militares, sector de peso en un país que vive desde hace 20 años en un gobierno cívico-militar; y los chavistas, que según la más reciente encuesta de Consultores 21 son 20% de la población venezolana.
La oposición debe garantizar que el chavismo tendrá vida después de Maduro, enfatiza Luis Manuel Esculpi, presidente de la Fundación Espacio Abierto y un veterano dirigente de izquierda. También tiene que entender que el discurso de la ruptura no cala en la Fuerza Armada porque va contra su tradición; por eso, lo prudente sería llamar a los uniformados a propiciar un cambio político.
¿Revisar la ecuación?
El politólogo Daniel Santolo es uno de los que ha cuestionado el orden de la propuesta de Guaidó, por una sencilla razón: «En política el orden de los factores sí cambia el resultado». Y porque no hay un mecanismo claro para que el primer paso -cese de la usurpación- se cumpla.
«Hay dos formas de cesar la usurpación: una es por la vía violenta, con un golpe de Estado militar o una invasión extranjera, y yo estoy negado a alguna de esas dos», puntualizó Santolo en entrevista con Contrapunto. La otra vía es la electoral, que se encuentra con un obstáculo no menor: Maduro insiste en que ya hubo elecciones presidenciales el 20 de mayo de 2018 y, por ende, no hay razones para repetirlas.
En cambio, Esculpi sostiene que la línea que lanzó al país la dirigencia opositora es la correcta, aunque hay que afinarla. Piensa que Guaidó «se colocó a la altura de las circunstancias» y que ha demostrado habilidad y coraje. Que su línea no haya avanzado, reitera el analista, no la inhabilita.
La palabra clave: Presionar
En el forcejeo entre la oposición y el Ejecutivo es fundamental que la primera convenza al segundo de que, más que terminar «la usurpación», debe «cesar la destrucción», defiende Santolo. Esto lleva necesariamente a un acuerdo político entre todos los sectores que hoy están dedicados a insultarse y desconocerse.
Afinar la estrategia Guaidó es, a juicio de Esculpi, fortalecer cinco acciones: seguir abonando a favor de la ruptura de la coalición dominante, conquistar a los empresarios vinculados con el chavismo, trabajar con los organismos de seguridad del Estado y mantenerse en las zonas populares en las que el chavismo ha ido perdiendo fortaleza y tocar a los militares.
¿Transición con Maduro?
Muy pragmático, Daniel Santolo traza un camino de dos pasos en el cual el gobierno de transición se convierte en un gobierno de unidad nacional, con Maduro a la cabeza, para «resolver los temas importantes» (como un acuerdo mínimo para resolver los problemas políticos y económicos) y acordar las elecciones.
El requisito es un acuerdo político, que necesita compromisos firmes del Ejecutivo. «El mayor responsable de nuestra tragedia es el gobierno nacional; el que tiene que resolver los problemas es el gobierno, porque tiene las herramientas: maneja los recursos del Estado, tiene el poder de coerción», acusa el politólogo.
Un avance en esa dirección sería que el Partido Socialista Unido de Venezuela se incorpore al Parlamento, que «le devuelvan al Parlamento todas sus facultades» y acordar la renovación de las autoridades del Consejo Nacional Electoral, asoma Santolo. Así, en su criterio, «se daría apertura a la democracia y a que nos entendamos como venezolanos».
Junta de transición como la de 1958
El recorrido que dibuja Esculpi empieza con lo que la oposición ha denominado el «cese de la usurpación», que es la salida de Maduro de la Primera Magistratura. Le sigue una junta de transición, presidida por un civil, que debe celebrar elecciones en un año como máximo y con un nuevo CNE. La junta debe ser parecida a la que siguió al derrocamiento de Marcos Pérez Jiménez en 1958, aunque con presencia del chavismo.
Hermanados por Hugo Chávez, militares y chavistas están hoy detenidos -aunque no necesariamente juntos- en una encrucijada. De sus pasos, alegan analistas, dependerá que la «fórmula Guaidó» logre sus objetivos.
