Llegar a las negociaciones de México ha sido una dura tarea. Los noruegos ponen a prueba su talento en lo que a resolución de conflictos se refiere. El Gobierno vende que se ha legitimado ante el mundo y la oposición esgrime como éxito que «logró sentar» a Maduro. ¿Quién presiona a quién? ¿Quién se beneficia? ¿Los venezolanos?
Las negociaciones en México llegaron para presionar a la clase política venezolana, eso es un hecho. Según la perspectiva, cada uno de los jugadores del tablero político local lo siente más o menos.
Por un lado, el Gobierno de Nicolás Maduro abre espacios para paliar las denuncias de violaciones de derechos humanos y mejorar su imagen ante la comunidad internacional. Busca elementos que darle a sus aliados para sustentar su defensa o, por lo menos, impedir sus cuestionamientos.
Quiere además atenuar de alguna manera las sanciones y conseguir margen de maniobra en el plano económico.
Por el lado opositor, el desgaste de un “mantra”, una “ecuación fallida”, lo obliga a buscar una rectificación que lo coloque en una posición que realmente los transforme en una opción de poder.
Se vuelven pragmáticos y se evidencia una pelea interna que le da más oxígeno al Gobierno que cualquier concesión que pueda hacer la comunidad internacional que los ha respaldado.
Dinamitar caminos, romper el juego y reventar balones
El Gobierno vende la idea de sentirse cómodo en México. Argumenta que ha sido reconocido por quienes avalan el memorándum de entendimiento que salió del primer encuentro.
Con eso “hace fiesta” y provoca a los sectores más radicales de la oposición que critican a quienes se sientan a conversar en suelo azteca y les señalan que “no van a ningún lado”.
Maduro habla bien de Gerardo Blyde, jefe de la delegación opositora, y aplaude a Ramos Allup por decidir ir a las elecciones. Esto enerva a los francotiradores de la oposición y con esto consigue que sean los propios opositores quienes le hagan el trabajo de desgastar a sus oponentes.
La Alianza Democrática crítica el encuentro en México, ellos fueron dejados fuera de este escenario. Deciden seguir caminando por su lado y avanzan buscando sus espacios y acumulando fuerzas. Su objetivo es mostar su músculo el 21N para tratar de acaparar la franquicia opositora.
El G4 dijo que participará el 21N , sin embargo, muestran “asco” por buena parte de la Alianza Democrática.
Los opositores tienen la tarea de amalgamarse para tener opciones de triunfo, sin embargo, las distintas visiones hacen imposible lograr una posición coherente que realmente acorrale a Maduro.
Son capaces de hablar con el enemigo común, pero no lograr orquestar sus acciones, ni siquiera sentarse a conversar.
Guaidó no apareció en el anuncio del G4 y esto le pone plomo en el ala a la posibilidad de generar un efecto estimulador del voto.
La encuestadora Delphos asegura que si el llamado del G4 a votar es consistente, la intención de voto puede pasar de 40% a 55% o 60%. este escenario por ahora no está claro.
Mientras esto pasa, las fuerzas vivas de la sociedad exigen salidas tempranas que entusiasmen a la población y lo animen a «esperar algo» de las negociaciones en México.
¿El mandado hecho?
Phil Gunson, analista de Crisis Group, señala que Maduro se siente satisfecho con la primera reunión y se celebra a sí mismo con lo que considera legitimidad porque los opositores firmaron un documento que dice que se reunieron con el representante del Gobierno de Venezuela.
Partiendo de esta premisa, Maduro no tiene mayor interés en estas negociaciones porque ha logrado un éxito.
Ahora falta saber qué aspira sacar la oposición de este proceso.
Es poco probable que se adelanten unas elecciones a menos que Maduro y sus negociadores vean tan fragmentados a la oposición que decidan adelantarlas, del resto habrá que esperar a 2024 porque así lo dice la Ley y ningún mediador exigirá nada que este fuera de ese marco.
¿El reto?
Por la esencia variopinta de la oposición los objetivos que se plantean no son muy claros.
Están los que saben que este es un proceso largo y deben tener la suficiente cabeza fría para ir consiguiendo victorias tempranas para demostrar que el Gobierno de Maduro es derrotable.
Ellos saben que tienen que ceder y que todo no se conseguirá de una vez. La Justicia transicional es una senda por la que deben caminar.
Sin embargo, siguen estando presentes los enfermos de cortoplacismo que desde la distancia atacan a la delegación opositora.
El reto que tienen es demostrarle al país que valió la pena sentarse en esa mesa y darle señales a la gente que es necesario y «rentable» asistir a estos encuentros.
Jubilados, presos políticos, empresarios y trabajadores exigen que los problemas de cada uno de estos sectores estén presentes en las reuniones de México.
Los políticos quieren ocuparse de lo político, mientras las encuestas indican que la gente quieren que la dirigencia se ocupe de sus problemas urgentes que están vinculados con lo económico, social, sanitario y humanitario.
Mientras esto ha sido así, el Gobierno de Maduro ha logrado sortear los obstáculos y, con la justificación de las sanciones, puede «patear la lata» y «huir hacia adelante», apoyándose en el argumento del enemigo externo que amalgama a su base dura.
¿Qué hará la oposición que negocia en México? ¿Tiene real fuerza para «quitarle algo» al Gobierno? ¿Cómo incidirá el anuncio de su participación en las elecciones del #21N en las negociaciones?
En este escenerio piense usted quién sentira más presión en la reuniones de México.
Nosotros no tenemos bolas de cristal para ver el futuro, solo andamos con los pies planos para mirar la coyuntura del país.
El juego sigue.
