El cielo está despejado y hace calor. Alida Domínguez está parada a pocos metros de la entrada de la emergencia del Hospital Universitario de Caracas. Hace una llamada desde su celular. Le contestan. Se le escucha la voz preocupada y sus ojos parecen estar a punto de desbordarse en llanto.
—Aló, ¿me escuchas? Nos sacaron. Aquí no hay luz desde la mañana. Mi mamá se quedó sola. Nos sacaron como a unos perros.
Alida está en Caracas con su hermana. Vienen desde los Valles del Tuy. Ambas acompañan a su mamá, de 65 años, mientras está recluida en el Universitario debido a un cáncer de cuello uterino. El lunes 25 de marzo, Alida y su hermana fueron desalojadas del hospital. Los trabajadores que vigilan los pasillos les ordenaron salir debido a una falla eléctrica. Pero ni ella ni su hermana quieren dejar a su madre sola. Temen que sufra otra crisis respiratoria. Mientras desalojan a familiares de otros pacientes, la hermana de Alida aprovecha para esconderse con unas sabanas bajo la cama de su mamá. Pero a los pocos minutos la descubren y también la desalojan.
Desde las 10 de la mañana del 25 de marzo, el Hospital Universitario no tenía luz. Tres horas más tarde, 16 estados del país, más el Distrito Capital, también quedaron a oscuras. Esto ocurrió a 18 días del mega apagón que afectó al país por más de una semana.
El viernes 29 de marzo el centro hospitalario también se apagó parcialmente, igualmente el 30 y 31 de marzo. Se pudo conocer extraoficialmente que durante esos apagones, delincuentes ingresaron a las instalaciones en complicidad con vigilantes y atracaron a pacientes y trabajadores del HUC.
La Encuesta Nacional de Hospitales del año 2019, realizada por la Organización Médicos por la Salud, concluye que, entre el 19 de noviembre de 2018 y el 9 de febrero de 2019, se produjeron 79 muertes atribuibles a problemas en el sistema eléctrico en los hospitales del país. El informe de 2018 revela que solo el 42% de los hospitales reportaron tener plantas operativas, el resto, las tiene inoperativas o con fallas.
Por suerte, para el apagón del lunes 25 de marzo –al igual que para el del 7 de marzo– las plantas eléctricas del Universitario sí encendieron, pero solo para el área de Emergencia, Quirófanos, Terapia Intensiva y Cuidados Neonatales. “Son muchos los gastos”, dice Alida sentada en una acera mientras espera que la dejen pasar nuevamente. Cada yelco que tiene que comprar cuesta seis mil bolívares y los tubos para las muestras de sangre, cinco mil. Nada de eso hay en el Universitario, pero para no alejarse mucho, Alida le compra esos insumos médicos a las personas que venden café y cigarrillos a las afueras del hospital.
Esa misma mañana llegó un camión con 200 pollos para la comida de los pacientes. “No llegaba pollo desde hace mucho. Qué mala suerte que llegan y se va la luz. Ahora no hay como refrigerarlos”, exclama un trabajador del Clínico, como también es conocido el hospital ubicado dentro de la Ciudad Universitaria, obra del arquitecto Carlos Raúl Villanueva.
En el HUC, desde hace mucho, solo se come arroz o pasta con caraotas. En algunas oportunidades las lentejas sustituyen a las caraotas. Sobre este tema, el segundo boletín de 2018 de la Encuesta Nacional de Hospitales reveló que el 97% de los hospitales no cumplen con los requerimientos nutricionales que cada paciente necesita.
Las llamadas bandejas hospitalarias no se usan desde hace años. Las máquinas para esterilizarlas están dañadas. La falta de agua permanente dentro del HUC también impide su uso. En su remplazo, las camareras tienen que pedirle a los familiares de los pacientes que lleven envases para servirles las comidas. Otros aparatos que están dañados en el Clínico son los carros porta-bandejas para transportar los alimentos hasta la cama de los pacientes. Los trabajadores denuncian que están cansados de solicitar que los reparen pero sus esfuerzos han sido en vano.
José Tovar camina por el pasillo del piso dos. A pesar de la oscuridad, alguien lo reconoce y lo saluda. No pasa mucho tiempo para que otra persona se le acerque a saludarlo con el mismo entusiasmo. Allí todos lo conocen. Ese es el resultado de tener 20 años trabajando allí. En ese tiempo dice haber visto de todo. Por eso no duda al afirmar que el Hospital Universitario se encuentra ante un “cierre técnico”.
Para sustentar esta afirmación José enumera cuáles son las especialidades que están funcionando, “con deficiencias”, en el HUC. “Aquí solo funcionan: Pediatría, Sala de parto, Neurología, Cardiología y Médica general, y en total solo hay 200 pacientes”, para un hospital que fue inaugurado en 1956 con 1.200 camas.
La falta de agua es otro de los males que mantiene en terapia intensiva al centro médico más grande de Caracas. José ya no recuerda desde cuándo no funciona la bomba que suministra agua a toda la edificación. “Aquí el agua falla desde hace cinco años, pero se agravó desde el año pasado y hasta ahora nadie da respuesta sobre cuándo van a reparar la bomba”. Sin embargo, este 2 de abril, el agua regresó por las tuberías pero solo hasta el piso 2 de la edificación.
Ante este problema, la solución que dio el Gobierno Nacional fue enviarle al HUC 10 tanques azules que parecen unas piscinas. Esto ha representado trabajo extra para los empleados, ya que ellos mismos son los encargados de llenar los tobos que luego deben subir a los tanques pequeños que están por los pisos. Como los ascensores no sirven, esto deben hacerlo o por las escaleras o por las rampas.
“Y como si no fuera suficiente la contaminación dentro del hospital”, José cuenta que irónicamente el sitio que dispuso la directiva para colocar los tanques, es una zona de la planta baja en la que el techo está cubierto de tuberías de aguas negras que están rotas y que gotean directamente sobre los tanques.
La Encuesta de Hospitales, segundo informe 2018, publica que, en cuanto al servicio de agua, el 70% de los centros de salud reportaron haber tenido falla en el suministro de este servicio.
Luego del apagón del 12 de enero, Delcy Rodríguez anunció la designación de una junta interventora presidida por el doctor Earle Siso, un médico oftalmólogo asimilado militar, que también fue director del Hospital Militar y que en 2017, asumió la vocería del Gobierno dentro del Hospital J.M. de los Ríos, otro centro médico del país venido a menos.
Siso llegó al Clínico en reemplazo del médico Fernando Alvarado, el mismo de la foto con bailarinas, que al parecer fue tomada durante una celebración privada de fin de año pagada con recursos del HUC, según las denuncias de los trabajadores. Según José, este nuevo director les ha dicho a él y a sus compañeros que está haciendo “todo lo posible” para recuperar el Hospital, pero la persistencia en la falta de agua, los aires acondicionados que aún no sirven, el mal olor en la emergencia, los aparatos dañados, la falta de alimentos, la falta de insumos y de medicinas y los bajos salarios, les hacen pensar que esta nueva gestión “es más de lo mismo”.
A pesar de todos esos males, José no quiere irse ni del Hospital Universitario ni de Venezuela. Sus 20 años allí han hecho que le tenga cariño a su sitio de trabajo. Pero esta no ha sido, según su relato, la misma situación de muchos de sus compañeros que lamentablemente sí tuvieron que tomar esta difícil decisión.
Según los datos que maneja el Organismo de las Naciones Unidas para la Migración y el ACNUR, la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados, hasta noviembre de 2018, la cifra de migrantes venezolanos en todo el mundo alcanzó los tres millones.
Contrapunto logró ingresar a las instalaciones del Hospital Universitario de Caracas, sin embargo no se pudo tomar registro, pues el uso de celulares y cámaras está restringido.
A solicitud de los declarantes los nombres de Alida Domínguez y José Tovar no corresponden a su identidad por temor a represalias.
