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miércoles, 24 abril, 2024
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¿Es el Perú de 2021 una copia de la Venezuela de 1998?

Texto: Vanessa Davies

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En el continente hay descontento y malestar, y en Perú hay riesgos autoritarios y un deterioro del sistema político. Entre Keiko Fujimori y Pedro Castillo «ella es el menor mal», considera el internacionalista Félix Arellano

Dos mundo se enfrentan este domingo 6 de junio en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de Perú: el del Perú profundo y rural, con Pedro Castillo a la cabeza: y el del Perú de Lima, con Keiko Fujimori como máxima representante.

Cada uno de ellos llega con el peso de sus historias. Castillo, con el de pertenecer a un partido marxista, Perú Libre. Fujimori, con el del régimen autoritario liderado por su padre, Alberto Fujimori.

En 1998 Venezuela se enfrentó a una encrucijada y comenzó un camino de cambios que desembocaron en este presente. Veintitrés años después, con la vitrina de la experiencia venezolana, dirigentes como Lepoldo López decidieron viajar a Lima y tomar partido abiertamente por Fujimori en una suerte de «todos contra Castillo».

«Venimos del futuro. Vivimos las consecuencias del modelo que hoy se presenta en otras partes como salvación nacional. Ese modelo es hambre, destrucción de la economía y pérdida de empleo. Es un modelo que se puede presentar como la reivindicación y la revancha de lo que ha ocurrido, pero lo que viene es peor», relató López según la agencia EFE. «Tenemos que evitar que cualquier otro país transite el camino que ha hecho Venezuela», añadió.

Aunque podrían parecerse, el internacionalista y profesor universitario Félix Gerardo Arellano no ve similitudes en la situación venezolana de 1998 y la peruana de 2021. El hilo conductor, en todo caso, en América Latina, es el descontento social, «el rechazo a la política tradicional, el crecimiento de la antipolítica», las consecuencias de un modelo económico que genera bienestar y crecimiento «pero también genera perdedores».

Hay, sentencia, «problemas estructurales de exclusión y de marginalidad que vive toda América Latina, y particularmente los países andinos»; persiste el divorcio «entre población indígena y población citadina» que se ha venido acumulando, y es una realidad que no se puede esconder con un dedo.

Las protestas en Colombia -sin dejar de escuchar las denuncias del gobierno de Iván Duque sobre un plan internacional para derrocarlo- son evidencia de ese malestar social que recorre América Latina.

No obstante, Arellano descarta que Perú se encuentre en la misma disyuntiva que vivió Venezuela en 1998, entre el continuismo y el cambio, aunque «hay descontento, hay malestar», hay «una crisis social, una crisis compleja y el pueblo tiene desasosiego, hay malestar, hay reacción contra el establishment político». No es una crisis nueva, recuerda.

En el caso de Venezuela «yo no veía en Hugo Chávez Frías un discurso devastador, marxista-leninista en su candidatura inicial. Ahí hubo una mezcla de contenidos, él mismo lo insistía al principio: cristiano, socialista, nacionalista, una mezcla heterogénea que no indicaba que venía un modelo tan rígido, tan duro como el que se fue desarrollando progresivamente». Al comienzo, tenía relaciones con otros sectores empresariales, medios de comunicación como El Nacional.

En Perú, en cambio, «las propuestas están más claras». Perú Libre tiene varios años y su líder fundador, Vladimir Cerrón, «tiene un discurso claramente radical» y una formación que no duda en calificar como dura, además de su formación en Cuba. Castillo, de acuerdo con su análisis, «no tiene una formación política sólida, una formación revolucionaria».

Pero es evidente que Castillo «puede reunir ese descontento social histórico, ancestral», al que se suma el deterioro del sistema político. «Todos los expresidentes vivos son sujetos de investigación judicial, unos detenidos, otro se suicida (Alan García)».

Según la visión de Arellano «entre Fujimori y Castillo pareciera que Fujimori es el menor mal posible». Ella «en sus primeros años se caracterizó por una gran soberbia política», y aunque ganó dos veces las primeras vueltas por el peso de su apellido (como hija de Fujimori) y «por su soberbia personal no pudo lograr negociar para la segunda vuelta». Ha sido investigada, acosada, presionada y por todo eso «tiene una madurez política hoy día, a diferencia de Castillo, que está iniciando el juego político; esa ingenuidad puede ser buena, pero mala también».

Fujimori «ha aprendido el arte de negociar en la política, de respetar la disidencia», considera el internacionalista. Ella es «un menor mal posible, una posibilidad de mantenimiento de la democracia, muy distinto de Castillo por su partido y por el líder de su partido».

No descarta que, en el transcurso de la campaña, haya ocurrido guerra sucia contra Castillo, «como en todo juego político», y tampoco la guerra sucia contra Fujimori, porque es hija de su padre pero no es su padre. No obstante, hay una gran incertidumbre. «Mi temor con Castillo es que lo primero que promueva sea la disolución del Congreso, porque el Congreso peruano les es adverso a los dos», y con una medida como esa «empezaría el juego autoritario». Reitera que el objeto de los regímenes autoritarios es evitar los controles, evitar los balances, evitar la separación de poderes para que no haya límites para su proyecto autoritario».

Todo este escenario es de temor, evalúa, «para las instituciones peruanas, para las instituciones democráticas, para la separación de poderes, para la libertad de expresión». En América Latina se alimenta una tendencia radical «que en particular Miraflores y Nicolás Maduro auspician» hasta el punto de que no hay recursos para las necesidades del país pero sí para los movimientos internacionales.

Hay una consecuencia directa para Venezuela: Castillo en la Presidencia seguramente se retirará del Grupo de Lima, «rechazará el Grupo de Lima», lo que debilita a la organización «pero no afecta el apoyo de la comunidad internacional democrática a la causa venezolana».

Por lo pronto, de la misma izquierda vienen las advertencias a Castillo sobre la tentación autoritaria, como lo hizo el expresidente de Uruguay, José Pepe Mujica.
“No caigas por el autoritarismo. Cuando te equivoques, ten la honradez de decir: me equivoqué”, aconsejó. “Si no tienen comida segura, si no tienen agua, si no tienen techo, si no tienen trabajo con qué ganarse la vida, no existe la libertad”, sentenció.

https://larepublica.pe/elecciones/2021/06/04/elecciones-2021-pedro-castillo-y-keiko-fujimori-cerraron-sus-campanas-pltc/?ref=lre

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