Cuando un hombre es elegidopapa, uno de sus primeros actos es adoptar un nuevo nombre. Esta tradición, cargada de simbolismo y siglos de historia, no es simplemente una formalidad: representa un cambio de identidad, misión y legado. ¿Por qué lo hacen? ¿Cómo eligen ese nuevo nombre? ¿Desde cuándo se practica este curioso ritual? El misterio del cambio de nombre papal, una de las tradiciones más fascinantes de la Iglesia católica.
Una tradición con siglos de historia
La práctica de cambiar de nombre al ser elegido papa no se remonta a los orígenes del cristianismo. De hecho, los primeros papas mantenían sus nombres de nacimiento. El primero en adoptar un nuevo nombre fue Juan II, en el año 533. Nacido con el nombre pagano de Mercurio, decidió que no era apropiado que el líder de la Iglesia cristiana llevara el nombre de un dios romano. Así, eligió el nombre de Juan en honor a sus predecesores y como símbolo de renovación espiritual.
Desde entonces, esta decisión fue convirtiéndose en una norma no escrita. Con el tiempo, ningún nuevo papa ha mantenido su nombre de pila al asumir el trono de San Pedro.
¿Por qué cambiar el nombre?
El cambio de nombre al asumir el papado no es un requisito canónico, es decir, no está establecido por ley en la Iglesia. Sin embargo, ha pasado a ser una tradición tan consolidada que se considera parte esencial del inicio del pontificado. Los factores que influyen en esta decisión son variados:
- Significado espiritual: El nuevo nombre simboliza una nueva misión al servicio de la Iglesia, al igual que en la Biblia Dios cambiaba el nombre a personas al darles una nueva misión (como a Simón, rebautizado Pedro por Jesús).
- Inspiración histórica: Muchos papas eligen su nombre en honor a papas anteriores que admiran o desean emular.
- Mensaje al mundo: El nombre también comunica una visión del papado. Por ejemplo, Juan Pablo I (1978) unió los nombres de sus dos predecesores inmediatos para expresar continuidad.
El proceso: secreto y solemne
El momento del cambio de nombre se da inmediatamente después de la elección en el cónclave. Cuando un cardenal alcanza los dos tercios de votos necesarios, se le pregunta en latín: «¿Aceptas tu elección canónica como Sumo Pontífice?» Si responde afirmativamente, se le hace una segunda pregunta clave: «¿Cómo quieres ser llamado?»
El nombre que pronuncie en ese instante se convierte oficialmente en su nombre papal. No hay una lista preestablecida, ni un procedimiento formal para deliberar el nombre. Es una decisión completamente personal, tomada en ese momento sagrado.
Luego, el Cardenal Protodiácono, desde el balcón de la Basílica de San Pedro, anuncia al mundo: «Annuntio vobis gaudium magnum: habemus papam…», seguido del nombre de nacimiento del nuevo papa y su nombre papal.