Pedro Nikken: Van a negociar, el problema está en si lo hacen antes o después de los muertos

Texto: José Gregorio Yépez / Fotos y video: Felipe "Cuervo" Montes

Quien fuera presidente de la Corte Interamericana de Justicia está empeñado en crear espacios para el diálogo. Critica la poca conexión que tiene la clase política con las necesidades urgentes de la gente y piensa que «la negociación no es el mejor camino, es el único camino».

Pedro Nikken es un veterano político experto en negociación. Exhibe entre sus pergaminos su participación en las conversaciones que condujeron al cese del enfrentamiento armado en El Salvador. Sabe de cómo se dan estos procesos, de sus intríngulis, de los vericuetos que deben transitarse para llegar a acuerdos.

Se preocupa. Siente que hay un riesgo de guerra civil en puertas, en la medida en que se siga estimulando a la Fuerza Armada a tomar parte activa en la resolución de la crisis. «Cuando tengamos dos ejércitos… ahí si es verdad que comenzó la fiesta», una fiesta a la que confiesa no quiere ir.

Acude a su cita con Contrapunto.  Llega puntual. Llama desde la planta baja. «Hola… ¿cómo estás? El ascensor está dañado y mis rodillas no están para subir escaleras y menos bajarlas», exclamó. Bajamos a recibirlo y decidimos cruzar la calle y tomamos un café para sostener esta amena conversación.

-¿Ha muerto el diálogo, viva el diálogo?

-Todos los procesos de negociación tienen su crisis y es mucho de esperarse que sucedan con posiciones tan encontradas como las que vive Venezuela. Hay una crisis en la negociación, pero soy optimista. Creo que se puede recomponer y reanudar el camino.

-¿Y si no sucede?

-La negociación no es el mejor camino, es el único camino, antes de un desastre. La decisión a tomar es si es antes o después de los muertos. En El Salvador se sentaron como enemigos militares y salieron socios de un proyecto de país. Ellos se pudieron ahorrar las víctimas de un conflicto armado feroz. En Venezuela no les queda más remedio.

-¿Es optimista?

-Vi una declaración de Maduro en la que dijo que, si Noruega los invitaba volvían, y la Asamblea Nacional en una declaración señala que debe rescatarse el proceso de Oslo y no menciona el mantra. Pareciera que pueden acercarse las posiciones.

-¿El mantra es un error?

-Es una lógica cartesiana normal, que tiene lógica para quienes no reconocen las elecciones del 20 de mayo, pero hay que actuar sobre la que es una realidad política. No tiene sentido decirle a quien está ejerciendo el poder, que se vaya porque sí. Eso no es viable en política. Pero por otro lado se le hace muy difícil a Maduro seguir gobernando. Maduro no nos puede sacar del barranco en el que estamos. Por eso hay que ser responsables y las negociaciones deben sentarse sobre realidades políticas, para que se puedan conseguir resultados. Cediendo ambos para ganar ambos, ese debe ser el mantra.

-Pareciera que los sectores se atrincheran en su posición y dejan de lado los caminos hacia soluciones.

-Todos los sondeos de opinión y encuestas dicen que la gente prefiere y apuesta por las soluciones negociadas. No entiendo por qué se ha perdido la lógica política. No entiendo los sectores de la oposición que atacan las negociaciones de Barbados.

-¿A qué lo atribuye?

-Al factor exilio. Hay muchos políticos de alto nivel que están en el exilio y perciben la realidad interna de una manera distorsionada y se construyen una trama, un juego de espejismos.

-¿Cómo cuáles?

-No entiendo cómo sectores de la oposición piensan que con el TIAR y con los recursos de la ONU se va a conmover al régimen de Maduro y el va a decidir irse. Eso es un espejismo. Me cuesta mucho entender cómo pueden tratar de influir para que la Fuerza Armada respalde una transición y una intervención militar coordinada desde la Cancillería de Colombia.

-¿Y los espejismos del Gobierno?

-¡Ah! El Gobierno tiene los suyos también. Cree que una zancadilla hábil va a derrotar y fulminar a la oposición de Guaidó. Cree que con los acuerdos de la Casa Amarilla dan un jaque, pero se desmorona el tablero. Los que firmaron el acuerdo de la Casa Amarilla no tienen que darle algo al Gobierno. El G4 es quien tiene el respaldo internacional y el que podría influir en el tema de las sanciones.

-¿No son válidas las propuestas?

-En lo conceptual sí. Pero eso correspondía hacerlo en Barbados. En el fondo son concesiones unilaterales, porque el Gobierno no recibe nada a cambio. Esto lo que hace es prolongar el problema que no se puede resolver sin la legitimidad institucional.

-El Gobierno pareciera estar tratando de escoger su verdugo y decidir a quién le ofrece resultados.

-El Gobierno requiere un «dando y dando». Esos cuatro partidos que firmaron en la Casa Amarilla no tienen el tejido del G4, es decir, la mayoría en Asamblea Nacional, el respaldo internacional. Eso es una zancadilla al G4 que creó ruido.

-¿No es bueno tener una nueva instancia de diálogo?

-No pueden existir dos procesos paralelos. El hecho en sí es inconveniente. Lo acordado no se puede cuestionar. No es hora de ponerse con formalismos y se debe avanzar en la búsqueda de la solución.

-¿Usted ve que se avanza?

-La Asamblea Nacional y su declaración del 1 de octubre habla de rescatar las iniciativas que se dieron desde el reino de Noruega, y Maduro ha dicho que está dispuesto a volver a la mesa de Barbados cuando los noruegos lo llamen. Eso parece una buena señal de ambos bandos.

-¿Cuáles son los estímulos que requiere el oficialismo para abrirse a una salida electoral que implique elecciones presidenciales?

-Creo que la salida es una elección presidencial. Se necesita gobernabilidad. Maduro se sostiene, no Gobierna. Pero hay que buscar los mecanismos que puedan dar una salida negociada, digna para todos. Mandela no destruyó al enemigo. Al final logró seducirlos. Puede sonar iluso, pero hay que contar con la generosidad de Maduro.

-¿El referéndum consultivo sería una vía?

-Eso podría ser con un CNE renovado, que genere respeto.

-¿Confianza?

-Con respeto sería suficiente. Hay que construir una matriz de opinión teóricamente viable. En la política venezolana se ha dado una serie de eventos, en donde la ventaja política se saca por los autogoles que se hace el adversario.

-¿La renovación del CNE debe ser estructural o basta con sustituir a quiénes tiene el periodo vencido?

-Lo ideal sería es un nuevo CNE integral, como fue planteado en República Dominicana. Es la negociación real de política sin caer en preciosismos. Un CNE en donde cada parte pone dos y uno de consenso. Que digan que van elegir solo a las del período vencido, y si lo hace la constituyente o el TSJ, vamos directo a una situación similar a las elecciones del 20 de mayo y eso seguiría retrasando las soluciones que necesita el país. La renovación del CNE está en los acuerdos de la Casa Amarilla y deben cumplirlo. La presidencia de Tibisay Lucena, en el CNE, no genera confianza, y eso es un hecho también de la política real.

-¿Qué papel deben jugar potencias como Estados Unidos, Rusia y China en la negociación política venezolana?

-Eso es parte de la realidad. No es malo que cuando se reanuden, amigos de la comunidad internacional sean testigos. No tienen por qué estar en la mesa, pero sí en la periferia. Cuando se negoció la paz en Centroamérica, la mesa en El Salvador tenía cuatro países garantes, pero estaban otras dos naciones: Estados Unidos y la Unión Soviética Rusa y cuando se trancaban las cosas era importante su ayuda. Entonces era un grupo de cuatro más dos, e incluso había uno más que era Cuba, que también ayudaba a destrancar el juego. Hay que volver a esa mesa de diálogo y no vamos a conseguir un mejor facilitador que los noruegos.

-¿La clase política venezolana está desconectada de lo que siente la población?

-Sí. Insisto. En todos los sondeos de opinión dicen que la gente quiere que haya negociación y nadie está capitalizando ese sentimiento de la gente, y lo que hay es un gran enfrentamiento. Lo único que es importante es la lucha por el poder y eso ya ha pasado en este país.

-¿Pero eso no es lo más importante?

-Eso es lo que menos le importa a la gente. Hay una tendencia a despegarse de la realidad. Se sale de control. Los partidos van perdiendo la brújula y los acuerdos deben aparejar la reinstitucionalización con frutos que la gente pueda percibir. Las prioridades en producción, importación de alimentos y el tema hospitalario, de salud, son las necesidades apremiantes y tienen que conseguirse respuestas. La reconstrucción de la economía venezolana. Se hacen cosas interesantes y se discuten fórmulas que van coincidiendo. Salvo algunos extremos, entre los economistas hay bastante consenso de un lado y otro.