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miércoles, 08 mayo, 2024
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Milos Alcalay dice «depende» al revocatorio, las negociaciones y las elecciones presidenciales

Texto: Vanessa Davies. Foto: cortesía Maduradas

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El problema es «si efectivamente se logra llegar al cambio, y el cambio ojalá sea pacífico; ojalá sea por la vía de la concertación, de la coexistencia de todos, y no por la vía de la primavera venezolana o la vía de una explosión social», explica el presidente del Espacio Anna Frank y exembajador de Venezuela ante Naciones Unidas

Una conversación con el internacionalista Milos Alcalay, presidente del Espacio Anna Frank y exembajador de Venezuela ante Naciones Unidas, da para mucho: para hablar sobre el conflicto por Ucrania, para analizar el 23 de Enero de 1958, para acarar los detalles sobre el Examen Periódico Universal (EPU) que comenzó este martes 25 de enero, para dialogar acerca de las opciones que se abren en la política venezolana.

Ya centrados en el conflicto venezolano, Alcalay dice «depende» al revocatorio, a las negociaciones y a las elecciones presidenciales en 2024. Afirma que la Constitución de 1999 «es más que suficiente», porque establece «las reglas de juego en todos los campos: económico, social, jurídico, institucional. Pero hay que cumplirlo». Reitera que «no basta con decir ‘vamos a elecciones’ si el estándar electoral no es transparente».

Lo mismo vale para el revocatorio, apunta. «El revocatorio es una medida democrática que me parece muy acertada, pero con reglas de juego que no sean elecciones al estilo Cuba, o al estilo de las elecciones que había en la época de Ceaucescu (Rumania), que sacaba 99,9% de los votos».

«Si tú me dices ‘el revocatorio es la solución’, pues depende. Si efectivamente se acepta el juego de la democracia, y darle al poder originario la potestad de elegir su propio destino, es válido. Pero si los que controlan el TSJ, el CNE, las intervenciones del gobierno o de la oposición para privilegiar una u otra posición, el revocatorio no sirve para nada», reflexiona.

Lo mismo vale para las negociaciones, agrega. «Como diplomático creo en las negociaciones, pero las negociaciones son para el cambio; no son para la permanencia en el poder. Cuando los negociadores, la Plataforma Democrática señala cuál va a ser la posición por las sanciones, Guyana, o si vamos a tener un Congreso bicameral… Ese no es el tema de las negociaciones. Por otra parte, es necesaria una posición firme». Para ejemplificar a qué se refiere con la firmeza, Alcalay se refiere al nuevo gobernador de Barinas, Sergio Garrido: «Gana en Barinas el dirigente de la oposición, y lo primero que hace es darle un gran abrazo al presidente Maduro, aplaudir el mensaje y cuenta». A su juicio «esos dirigentes de oposición tienen que ser firmes» y «la oposición tiene que ser oposición».

A las elecciones presidenciales «también te diría que depende; depende mucho de si estableces una elección al estilo de la Europa comunista», donde «había elecciones y de repente en el Parlamento había 90% de dirigentes de partido oficialista y había un liberal, un demócratacristiano, un socialdemócrata».

El problema es «si efectivamente se logra llegar al cambio, y el cambio ojalá sea pacífico; ojalá sea por la vía de la concertación, de la coexistencia de todos, y no por la vía de la primavera venezolana o la vía de una explosión social. Los ingredientes están allí: la pobreza, los seis millones de emigrados o refugiados; hay gran descontento, los jubilados reciben cuatro dólares por mes cuando en otros países señalan que es necesario tener cuatro dólares por día para poder sobrevivir».

Lo básico, en su criterio, es «buscar el mecanismo de defensa de los principios y valores de la libertad. ¿El gobierno y la oposición estamos dispuestos a dejar los cogollitos y permitir un nuevo liderazgo juvenil, profesional, técnico que asuma? Ese es, para mí, el gran reto. Todo eso va a depender de si hay una mayor apertura, o si es más bien una especie de manipulación».

Si «uno escucha la memoria y cuenta última (de Maduro), y es un extranjero, un australiano, uno dice ‘esa oposición es loca, Venezuela está en el mejor de los mundos, Venezuela vive una situación idílica’. Pero ¿esa es la realidad? Yo creo que no», comenta.

Su llamado, si cabe, es para unificar criterios y construir un proyecto común en función de los principios de la Constitución, así como «una mayor tolerancia». Hace alusión a lo que sucede con las denuncias ante la CPI: «Hay una serie de actores, cada uno de ellos muy valiosos, pero los mismos protagonistas, al igual que en la política, se desacreditan los unos a los otros, porque existe el mismo síndrome de un trabajo individual que yo no critico y me parece muy importante». Recuerda que la exfiscal general, Luisa Ortega Díaz, «cuando va a la CPI y presenta los casos por supuesto que tiene más peso que que lo haga alguien de la oposición».

Lo que hay que hacer «es sumar esfuerzos», propone. «Algunos dicen que ‘la fiscal es responsable’. Bueno, eso se verá después, pero en este momento hay que incorporar a todos los que tienen un pensamiento similar y más adelante se verán esas diferencias: si eres liberal, o demmócratacristiano, o capitalista, o socialista. Cada uno podrá definir su propio proyecto con base en la aceptación o el rechazo del ciudadano venezolano; pero en este momento hay que permitir que las estructuras de la Constitución ayuden a reconstruir el tejido de las instituciones».

Del EPU, alega que «muchos países no van al Consejo de DDHH para cumplir con la Declaración Universal de los Derechos Humanos, sino para defenderse», o para que, si se sienten atacados, sus aliados los defiendan. Sin embargo «no puedes tapar el sol con una mano», y allí están «los informes de la alta comisionada, están los informes de la sociedad civil».

Aunque el informe del Estado venezolano se parece a la memoria y cuenta presentada por el mandatario en la AN, ironiza Alcalay, la realidad es que los informes de la sociedad civil retratan a otra Venezuela. «Hoy día, a pesar de las críticas que se le hacen al sistema de Naciones Unidas, si no existiera habría que crearlo, porque son mecanismos que impiden que puedas tapar el sol con un dedo». Remarca que habrá una discusión, que otros países también hablarán. «El debate es que no puedes eludir, aunque tengas una historia dorada de la realidad en materia de derechos humanos en el país, y ahí tienes una espada de Damocles: los informes, la CPI, las acciones que se hicieron en el Consejo de Seguridad, que no prosperaron pero que allí están».

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