En Venezuela hay unas 4 millones de mujeres en el mundo rural, la mitad de las cuales se encuentran en condiciones muy precarias, señala Maribel Guédez, directora de formación nacional de Cambiemos Movimiento Ciudadano y responsable del área rural. «Un 70% de las mujeres rurales que cumplen 18 años en la zona andina se van del país en busca de oportunidades, interrumpiendo sus estudios y abandonando el campo», explica Brenda Ribeiro, dirigente política y coordinadora del Programa Social GranitosDeEsperanza
Una historia como tantas hay en el campo venezolano: la muchacha que migró de Guárico al sur de Anzoátegui, donde la sorprendió un embarazo y las complicaciones de esa gestación. Ella se encontró con menos de 20 años de edad, la pérdida del bebé y ni «medio partido por la mitad» para comprar el tratamiento. Un hombre mayor que ella le tendió la mano, y así fue que pudo sobrevivir.
Este 15 de octubre se conmemora el Día Internacional de las Mujeres Rurales. En Venezuela hay unas 4 millones de mujeres en el mundo rural, la mitad de las cuales se encuentran en condiciones muy precarias, señala Maribel Guédez, directora de formación nacional de Cambiemos Movimiento Ciudadano y responsable del área rural.
Son al menos 17 estados rurales en un país que tiene 23 y un distrito capital. Visto así, es más lo rural que lo urbano.
«El año pasado escribí un artículo que sigue vigente: ‘En Venezuela y el mundo las agricultoras son agentes de cambio positivo para sus entornos’. En él resalté cómo las mujeres rurales en Venezuela contribuyen significativamente a la agricultura y la producción de alimentos.
Según el Banco Mundial, las mujeres son casi la mitad de los agricultores del mundo, y la agricultura familiar en su mayoría es realizada por mujeres. En Venezuela un 80% de las unidades de producción son de núcleo familiar», explica Brenda Ribeiro, dirigente política y coordinadora del Programa Social GranitosDeEsperanza.
Globalmente son mujeres «casi la mitad del total de los agricultores, y en Venezuela, forman parte de las unidades de producción de núcleo familiar. Los rubros que más cosechan son: café, hortalizas, frutas», puntualiza. «Las mujeres rurales en Venezuela muestran capacidad para producir bajo principios de sustentabilidad en armonía con el ambiente, son solidarias, contribuyen en el crecimiento de la economía local, trabajan por la erradicación de la pobreza y promueven la educación en sus comunidades».
Pese a las responsabilidad que llevan a cuestas, afrontan condiciones precarias. «Históricamente su rol ha sido la seguridad alimentaria, el cuido de niños y adultos, sembrar y hacer huertos en los patios. Tienen poco acceso a medios sanitarios, e incluso, en algunas zonas todavía van al río a sacar agua y llevarla a su residencia. Carecen de toallas sanitarias para su menstruación», detalla Guédez.
Programas sociales como la bolsa de alimentos llegan de vez en cuando, y las escuelas rurales no funcionan todos los días de la semana, describe. Las vías de penetración no están en las mejores condiciones.
La crisis, como lo subraya Ribeiro, las obliga a enfrentar desafíos: «Falta de servicios públicos, escasez de insumos, falta de gasoil para la siembra y la comercialización; la mayoría no son propietarias de las tierras que trabajan. Debo decir que en el sector privado ha habido un crecimiento en la participación de mujeres en espacios de liderazgo y toma de decisiones, y según cifras de Fedeagro un 6% de las asociaciones afiliadas a la confederación las presiden mujeres, y en un 70% están presentes en las mesas directivas de las asociaciones, espacios donde se toman las decisiones. Estoy convencida de que la cifra de mujeres que presiden debe crecer».
La migración cambia el rostro del campo
Millones de venezolanos se han marchado del país en busca de un mejor futuro. Ahora «cuesta mucho conseguir gente que se encargue de las fincas, que antes era un campesino que vivía cerca. Cuesta mucho la mano de obra, porque el campesino prefiere migrar», enfatiza Guédez.
En zonas populares de poblaciones como El Tigre deciden, en algunos casos, marchar a Brasil a fin de conseguir ayudas. «Antes teníamos en el campo mano de obra colombiana, los obreros de empresas agrícolas eran campesinos colombianos. Ahora, no: ahora nosotros vamos a trabajar a Colombia a prestar ese servicio porque hay mejor paga. Acnur habla de 7,7 millones de migrantes venezolanos repartidos en el mundo; solo en Colombia hay 2,7 millones, de los que 800 mil pueden provenir de la zona rural y se van a trabajar a los campos colombianos».
Ellas también se marchan. «La migración ha tenido un impacto significativo en las mujeres rurales. Un 70% de las mujeres rurales que cumplen 18 años en la zona andina se van del país en busca de oportunidades, interrumpiendo sus estudios y abandonando el campo. Otra realidad es que sufren la desintegración de su núcleo familiar, pues sus esposos emigran y ellas quedan a cargo de las unidades de producción y del hogar», ilustra Ribeiro.
El maíz lo están pagando muy por debajo del costo de producción, recuerda Guédez, «y eso también afecta a las mujeres. Vemos mujeres solas, que tienen su finca heredada o adquirida», que «siembran en Guárico, Barinas, Portuguesa, Cojedes, Aragua. Todas pasan por la misma situación».
Propiedad y financiamiento
Problemas son, por otra parte, oportunidades. «Hemos visto incursionar mujeres en el área de veterinaria, ocupando cargos en fincas que antes ocupaban los hombres; eso se debe a la migración masculina, porque las mujeres han tenido que conquistar los espacios», refiere la dirigente de Cambiemos. «Las mujeres son más cuidadosas para el ordeño, la recolección de los huevos; ellas llevan su sensibilidad, su cuidado».
A juicio de Brenda Ribeiro, «las mujeres rurales en Venezuela necesitan urgentemente políticas públicas que incluyan:
-Propiedad de la tierra, pasar de pisatarias a propietarias
-Financiamiento, tener acceso a créditos y recursos económicos para emprender y consolidar sus actividades.
-Capacitación, que tengan facilidades para la formación en técnicas agrícolas, gestión empresarial y acceso a información y tecnología.
-Un respaldo real, que contemple la mejora de servicios públicos y recursos necesarios para la producción».
Maribel Guédez, por su parte, solicita programas específicos para las mujeres productoras, las que están en situaciones críticas o estado de abandono en la ruralidad. «El Estado ha tratado de politizar, y no, de humanizar. No han logrado sacar la pobreza extrema del campo venezolano». Ellas necesitan seguridad alimentaria y medios sanitarios óptimos, garantizar el aseo y el control ginecológico.
«En el Día Internacional de la Mujer Rural mi reconocimiento y sororidad», señala Ribeiro. «Es un día para dimensionar lo avanzado y seguir luchando por reducir las brechas de desigualdad; visibilizar el enorme aporte que realizan a la agricultura, la seguridad alimentaria, el desarrollo de sus comunidades y recordarles que no están solas, que cuentan con aliadas dispuestas a acompañarles a transitar hacia la igualdad y prosperidad».