La obra estará expuesta hasta el próximo 29 de septiembre
Carlos Cruz-Diez protagoniza una exposición que se inaugura este jueves en el Centro Pompidou de Málaga, al sur de España, en la que el color cobra vida y movimiento con más de 40 obras, que generará miles de experiencias a los espectadores.
La obra permanecerá instalada en el lugar hasta el próximo 29 de septiembre, donde el público podrá admirar por primera vez muchas de las piezas que se exponen, gracias a su reciente incorporación a los fondos del Centro Pompidou de París.
Carlos Cruz Delgado, hijo del artista y director del Atelier Cruz-Diez, quien falleció en 2019, recordó en la presentación de la muestra que su padre dedicó “toda su vida a demostrar que el color es autónomo y no necesita la forma para existir”, pese a que tradicionalmente “el color siempre ha sido asociado a formas”, reseña la agencia EFE.
Carlitos, como es conocido entre sus parientes al ser el quinto Carlos de la familia, reveló que pasó 50 años trabajando junto a su padre y acompañándolo durante su trayectoria artística, porque él no es artista, pero sí ayudaba a “resolver los problemas técnicos de los inventos” que concebía Cruz-Diez.
Michel Gauthier, comisario de la exposición, resaltó que están presentes todas las grandes series en las que dividió su obra a partir de 1959, poco antes de instalarse definitivamente en París, y en las que quiso explorar cada uno de los aspectos particulares del fenómeno cromático.
Sobre todos los efectos ópticos destacan los de la inducción cromática (los cambios de tonalidad e imagen que experimenta el ojo cuando ve simultáneamente diferentes colores) y de post-imagen (la aparición de un color tras la contemplación de otros colores).
“El genio de Cruz-Diez fue comprender que el color solo puede revelar mejor su relatividad fundamental mediante la participación activa del espectador”, señala Gauthier.
En un recorrido por la exposición junto al comisario, este incidió en las pinturas que creó el artista desde finales de los años 50 del siglo XX, en las que el color va cambiando con el movimiento del espectador mediante la colocación de láminas perpendiculares al plano del lienzo.
“No habrá dos espectadores con la misma experiencia ante una determinada obra, porque esta cambia según la ubicación y la velocidad a la que se desplaza el observador”, apuntó Gauthier.