«Sin trabajo no hay proyecto de vida» reclama una persona trans en el centro de Caracas, y es una de las situaciones a las que más están expuestas al no contar con un documento de identidad que se corresponda con su expresión física, el trabajo muchas veces se les niega
Las mañanas caraqueñas acostumbran a estar pintadas por manifestaciones de muchos sectores que exigen al gobierno el respeto a sus derechos, la comunidad LGBTI lleva años luchando por lo que denominan «ni más ni menos, iguales derechos».
La comunidad trans tiene una exigencia particular, que se garantice el derecho a la identidad, pues sin este se les priva de otros derechos como el trabajo y poder desarrollar una vida en el entorno social.
A continuación conocemos algunos rostros y testimonios que expresan lo que cuesta ser trans en Venezuela, muchas veces muriendo de hambre por no poder acceder al trabajo.
Cristian Key, hombre trans, asegura que es visto como «un ciudadano de menor categoría» y reclama el derecho a ser quien realmente es, por lo que exige al Estado venezolano su identidad legal.
Alan Castellanos, aunque es menor de edad, y no ha experimentado dificultades para acceder al mundo laboral, manifiesta que ha recibido agresión física y verbal en la calle, «se me ha dificultado en la escuela, para viajar, han querido decir que esa no es mi cédula justamente porque mi cara no se asemeja a lo que dice mi cédula».
Ángel Pérez, profesional de enfermería y estudiante de medicina, ha tenido que enfrentarse a frases como «tu nombre es femenino en el título pero tú te ves como un hombre y yo no contrato gente así», por lo que destaca la importancia de que su nombre legal esté ajustado a su personalidad.
Bejamín, una persona no binaria, denuncia que ha tenido que adaptar su personalidad y vestirse como hombre por sufrir discriminación en el mundo laboral.
Bárbara Valentina, es una mujer trans, trabajadora sexual que hace vida en el centro de Caracas y denuncia que en los últimos días están siendo hostigadas por la policía del municipio Libertador.
«La mayoría de las personas trans acudimos a la prostitución porque vamos con la cédula y yo me llamo Bárbara pero la cédula dice un nombre masculino y no me aceptan por eso», expresa.
Un hombre trans, que prefiere mantenerse en el anonimato, nos cuenta que cuando trabajaba en el ministerio de Educación fue objeto de discriminación, «me fui por el maltrato, allá la gente es muy mente cerrada».
«Sin empleo, sin nada, mas bien me está ayudando mi familia con la comida», se lamenta y reitera que el gran problema se presenta a la hora de buscar empleo.
De acuerdo con estudios de la ONU, la esperanza de vida de una mujer trans en América Latina es entre 35 y 41 años.
La defensora de derechos humanos, Richelle Briceño, denunció que el año pasado fueron asesinadas seis personas LGBTI en el país y ninguna de ellas alcanzaba los 30 años de vida.