Los canes bien educados no suelen dar mayores inconvenientes, pero siguen siendo animales que, ante nuevos escenarios, pueden comportarse de manera impredecible
Para introducir con éxito una segunda mascota en el hogar hay que tomar algunas medidas básicas. El objetivo es garantizar que el proceso de adaptación sea lo más simple y lo menos traumático posible para todos los involucrados.
Los cachorros son particularmente sensibles. Durante esta etapa de su vida son más vulnerables y requieren mayores atenciones. Lo que puede provocar los celos del perro más antiguo de la familia.
Los perros de cualquier raza pueden congeniar y pasarla bien entre ellos. Sin embargo, hay que evaluar las características físicas y de comportamiento de los animales, en relación con el espacio físico disponible para tenerlos. Mantener un solo ejemplar de razas como Pastor alemán o Doberman en un piso pequeño es complicado. Dos es prácticamente imposible.
La presentación, el momento en el que ambas mascotas se conozcan e interactúen por primera vez, debe ocurrir fuera de casa. Preferiblemente al aire libre. En territorio neutral que no forme parte de las salidas frecuentes familiares.
Para este acercamiento es importante contar con un poco de ayuda extra. Otro miembro de la familia o un amigo que se lleve bien con los perros y que pueda intervenir en caso que sea necesario. Así mismo, ambos ejemplares deben ir con sus respectivos collares y correas.
Una vez se han conocido y reconocido, lo siguiente es permitirles interactuar libremente. Si las condiciones del lugar lo permiten, soltarlos para que corran y jueguen. En este punto, la intervención humana debe reducirse al mínimo.
El momento más sensible de todo el proceso es cuando la nueva mascota entra a la vivienda. Una acción que probablemente será considerada por el miembro más antiguo de la familia como una violación a su territorio. Por ello, hasta que las nuevas rutinas no estén completamente asimiladas, la supervisión humana debe ser en todo momento.
Al recién llegado le toca adaptarse a los horarios ya establecidos. Comer, dormir y jugar con sus dueños al mismo tiempo que lo hace el «hermano mayor». Y como no hay manera de saber cuánto tiempo durará este proceso de adaptación, la paciencia es la mejor herramienta que puede tener el humano.