En los próximos 73 días, Brasil se prepara para la elección presidencial que definirá el futuro de la mayor economía de Latinoamérica, en la que más de 156 millones de electores están habilitados para votar.
Este jueves inició formalmente la pre-campaña, con la postulación oficial de los candidatos en las convenciones partidarias. Lula Da Silva y Jair Bolsonaro son las caras que definirán el curso de los sufragios. Ciro Gómez, tercero en las encuestas, se presenta a sí mismo como una «tercera vía», a pesar de estar muy por detrás de sus contrincantes en todos los sondeos.
Lula representa el regreso de la izquierda al poder, algo que hace pocos años parecía improbable dados los escándalos de corrupción que lo llevaron a prisión. Hoy, el popular líder del PT lidera la intención de voto, y supera por un margen de 15% a su principal rival. «Gobernaré con tres palabras mágicas: estabilidad, credibilidad y previsibilidad», afirma reiteradamente en sus apariciones públicas. Su clara estrategia apunta a captar el voto de la clase media y alta, algo que refuerza con la alianza con el liberal Gerardo Alckmin, uno de sus históricos rivales.
Del otro lado del tablero, Bolsonaro mueve sus fichas intentando ganar aprobación en las clases bajas. El Congreso le aprobó un paquete de 8 mil millones de dólares que serán usados para aumentarle el subsidio mensual a 50 millones de personas. A la par, ante el temor de una posible derrota, ha emprendido una campaña de desacreditación del sistema electoral, afirmando que es «claramente vulnerable» ante más de 50 delegaciones diplomáticas.
Con un Bolsonaro debilitado, comparado constantemente con Trump por sus adversarios y por los medios, y una economía debilitada por la pandemia y por fuertes fallas estructurales, Lula tiene altas posibilidades de hacerse con el poder nuevamente. Sin embargo, no puede subestimarse la fuerza mediática de Bolsonaro, quien logró su pasada victoria gracias a una astuta campaña mediática.
Por el momento, es cuestión de observar cómo se enfrentan narrativamente ambos candidatos. El primer debate oficial será el 6 de agosto, y allí se podrá ver claramente quién logra liderar el curso de las elecciones.
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