Las órdenes y contraórdenes de las autoridades sin duda influyeron en que los balnearios no se llenaran de visitantes este fin de semana
Un sol de los que solo esa maravilla de país que es Venezuela puede ofrecer recibió a los no tan numerosos visitantes que, este domingo 18 de abril, decidieron aprovechar las playas de La Guaira. Pero las idas y venidas de los políticos y las autoridades dejaron a los viajeros sin una agenda clara para planificar el fin de semana que pudo ser largo por el festivo del 19 de abril, un respiro después de 21 días de cuarentena radical que arroparon incluso la Semana Santa.
En los primeros días de la semana el alcalde José Alejandro Terán aseguró que las playas se mantendrían cerradas este fin de semana, fin de semana de «puente» que los operadores turísticos habían solicitado para enjugar las pérdidas de la Semana Santa. Pero ya hacia el jueves, el responsable de turismo de la gobernación de Vargas-La Guaira, Ernesto García, cambió la seña y anunció que los balnearios estarían operativos.
El sábado pudo haber sido un día de mucha afluencia, mas según los medios de comunicación regionales, no fue así. El domingo tampoco hubo el movimiento esperado de viajeros. En sitios como playa Los Cocos, algunos visitantes -no tantos- compartieron la arena con los habitantes de la zona. Situación similar a la de playa Escondida, donde pocos vehículos indicaban que había más autóctonos, que foráneos.
Volvieron los vendedores de «vuelvealavida», de helados, de galletas, de salvavidas, de las populares guarapitas. Locales de comida se esmeraron para ofrecer pescado, sopas y tostones, aunque con poco éxito. La cuarentena es una costra que cubre una gran y profunda herida: la emergencia humanitaria compleja, la hiperinflación, el salario mínimo de un dólar.
Por eso, al no poder comprar una bolsa de hielo, la gente congela una botella de plástico y con eso enfría lo que se vaya a beber. Al no poder comprar un paquete de vasos plásticos, el grupo bebe del mismo recipiente.
Para poder pasar con el vehículo te piden un dólar (lo mismo que cuesta el pasaje en por puesto desde Caracas). Pero la alegría del mar es gratis y recargar las pilas con el sol no cuesta nada.
Eso sí: Poco después de las 3:00 p.m., el pitoi inconfundible indicaba que era hora de salir del agua y abandonar la playa. Con poco éxito, varios muchachos intentaron -pito en boca- que la gente dejara de retozar entre las olas. A los pocos minutos llegó «la ley»: los policías que se encargaron de hacer cumplir la orden. Y los camioneteros, de «pescar» a los viajeros.