De la experiencia del 23 de Enero «lo más exaltable fue la madurez, el patriotismo, y el desprendimiento del liderazgo político»
Conversar con Rafael Simón Jiménez sobre el 23 de Enero de 1958 es tarea obligada a las puertas de un nuevo aniversario de la caída del régimen de Marcos Pérez Jiménez. La distancia del wasap queda pulverizada con los elementos que aporta el historiador y dirigente político sobre una fecha que parece unir a tirios y troyanos.
¿Similitudes y coincidencias entre ese momento y este momento? «La dictadura militar que oprimió al país en la década de 1948-58 obedecía a otras motivaciones; era la expresión del llamado «destino manifiesto» que había ganado espacio en las logias militares del continente, y que además encajaba en el modelo de lucha contra el comunismo implementado por Washington en el contexto de la guerra fría. En el caso concreto de Venezuela se implementó un modelo desarrollista que, por ejemplo, era contrario al populismo de Perón, y en cierta forma de Odria en el Perú o Rojas Pinilla en Colombia».
Pérez Jiménez, afirma, «jamás se planteó cultivar relaciones políticas o tener un liderazgo carismático o popular; ese fue quizá su «talón de Aquiles», pues fue derrotado abrumadoramente el 30 de noviembre de 1952 en las elecciones de la Asamblea Constituyente convocadas, y luego, en julio de 1957, tuvo que violar su propia Constitución para imponer un plebiscito tramposo que terminó por hacer converger todas las fuerzas civiles y militares que se le oponían, generando los acontecimientos del 23 de Enero de 1958″.
El modelo de gobierno actual «encaja en lo que los teóricos denominan autoritarismo de nueva generación, y otros, «hibridocracia»; es decir, un modelo que entremezcla formas democráticas, autoritarias y totalitarias de gobierno, y donde junto por ejemplo a ejercicios electorales periódicos se implementa un férreo control de los poderes públicos, las libertades y los derechos ciudadanos, haciéndose más o menos represivos de acuerdo a las circunstancias. Lo importante es que existen todas las posibilidades de aprovechar precisamente el margen de libertad y apariencia democrática para organizar a los ciudadanos, y mediante la unidad y la canalización del descontento generar victorias electorales que conduzcan a una transición y un cambio político; en una dictadura «pura y dura» como la padecida por Venezuela y la mayoría de los países latinoamericanos en la década de los 50, 60 y 70, esa posibilidad era sencillamente imposible».
-¿Cambio por la vía del voto?
-En las condiciones actuales es absolutamente posible y conveniente producir un cambio político por la vía del voto; por supuesto si se cumplen al menos tres requisitos indispensables: 1.una amplia y sólida unidad como la que logró conformarse en 1957 para dar al traste con la dictadura de Perez Jiménez. 2. Hacer de la vía electoral y del voto la única estrategia, dejando a un lado todos los costosos errores de la abstención, el radicalismo, las aventuras y caminos tortuosos que han sido los responsables de la prolongación por 25 años de este desastroso gobierno. 3. Una negociación mediante un diálogo permanente e inclusivo que dé garantía y seguridad a todos los actores, principalmente al chavismo que, desplazado del poder, debe tener un espacio respetable en las instituciones y la vida pública venezolana.
Jiménez sostiene, contra la versión incluso de muchos de los que tuvieron protagonismo en las jornadas finales del 23 de Enero y que afirman que seis meses antes nadie pensó que la dictadura tendría un fin próximo, que esto no es así.
«Yo he profundizado en el periodo final del régimen militar (1957-58) y es evidente que la pérdida progresiva de apoyos marcó su deterioro y decadencia. Esos factores que fueron sumándose a la idea de un cambio hacia la restitución de la democracia fueron: 1) los Estados Unidos, que le habían dado un apoyo decidido a Pérez Jiménez, comenzaron a distanciarse de sus políticas, y sin una ruptura abrupta es evidente que al final simpatizaban con un cambio de régimen 2. Los sectores económicos que fueron beneficiarios de la política de grandes obras públicas de la dictadura también comienzan a desmarcarse, sobre todo cuando el régimen militar se niega a pagar sus deudas y crea numerosas acreencias impagas, lo que genera un malestar y una desafección progresiva de la burguesía venezolana 3. La muy influyente Iglesia católica, que había mantenido las mejores relaciones con la dictadura, marcará una ruptura que tendrá un hito fundamental con la pastoral que el arzobispo de Caracas, monseñor Rafael Arias Blanco, hace pública en todas las Iglesias del país el 1 de mayo de 1957, y que denunciaba las condiciones de pobreza y necesidad en que vivían los sectores trabajadores del país, todo lo cual echaba por tierra la propaganda del régimen que presentaba a una Venezuela próspera y moderna 4. La unidad de los proscritos partidos políticos que se genera en torno a la constitución de la Junta Patriótica constituida en julio de 1957 y que tendrá papel protagónico en las luchas finales contra la dictadura. 5. El malestar incubado en las Fuerzas Armadas, que dio lugar a distintas conspiraciones, fundamentalmente de jóvenes oficiales y que desencadenará el alzamiento del 1 de enero de 1958, y veintidós días más tarde, el derrocamiento de la dictadura».
-¿Es posible una nueva Junta Patriótica?
-Los esquemas y las experiencias históricas no pueden reproducirse o reeditarse mecánicamente. Lo que sí es asimilable de la unidad construida alrededor de la Junta Patriótica es su carácter amplio, sin exclusiones ni discriminaciones, y con un objetivo común, que en esa oportunidad era el restablecimiento pleno de la democracia y la libertad. Ahora habría que construir una gran unidad en torno a una plataforma política, social y electoral que postule un candidato o candidata unitaria y que tenga por objetivo la reconstrucción democrática, social, económica, institucional y moral de la república después de tantos años de destrucción y desafueros. Ese es, precisamente, el desafío que tiene por delante el liderazgo opositor.
De la experiencia del 23 de Enero «lo más exaltable fue la madurez, el patriotismo, y el desprendimiento del liderazgo político de entonces para anteponer el rescate de la democracia por encima de cualquier motivación o interés personal o partidista». Ahora, explica, «el esquema de lucha es diferente, porque existe toda la posibilidad de un cambio político por la vía democrática, cívica y electoral; entonces el liderazgo de ahora debe igualmente actuar con grandeza y anteponiendo los intereses de Venezuela para construir una alternativa y un proyecto de país compartido que haga factible el cambio en paz».
En días pasados el vicepresidente del PSUV, Diosdado Cabello, «reproducía un mensaje de Chávez ante la Asamblea Nacional en el año 2012, en plena campaña electoral de entonces, donde el desaparecido Presidente señalaba tres cosas importantes para la reflexión del oficialismo: 1. Fue categórico al proclamar que si la oposición ganaba la elección Presidencial él sería el primero en reconocerlo y en consecuencia entregar el poder 2. Que las Fuerzas Armadas acatarían y harían respetar el resultado electoral y 3.Que nunca más las Fuerzas Armadas deberían involucrarse en una intentona golpista como la que él mismo había encabezado el 4F de 1992. Allí está un ideario y una hoja de ruta para quienes están en el poder y que dicen ser albaceas del pensamiento de su desaparecido líder. Seguramente con esa intención Cabello reprodujo la alocución de Chavez; hacer otra cosa sería sencillamente una locura y llevar al chavismo a la deriva represiva y dictatorial. Yo confío en que la sensatez y la cordura priven en los altos mandos del partido y el gobierno, porque cualquier otra opción que niegue o desconozca la voluntad popular tendrá «patas cortas».
