Este 20 de octubre es el Domund, o Domingo Mundial de las Misiones. La Iglesia católica recoge fondos para sostener proyectos y llevar la solidaridad a los más necesitados en todo el país
José Luis Andrades habla como misionero en primera persona. Estuvo en el Congo en una época difícil (todas lo son en el Congo, por cierto), e incluso, fue evacuado por los Cascos Azules de Naciones Unidas. Andrades, asesor del centro de formación misionera de las Obras Misionales Pontificias (OMP), habla de las misiones como un acto de amor y amplitud. No es un elegido que va a llevar la paz a los «pecadores»; es un ser humano más que se encuentra con los otros.
Este domingo 20 de septiembre, el Domingo Mundial de las Misiones o Domund, sus palabras de misionero tienen mayor peso. También, las de la hermana Luisa, de las OMP.
«El papa quiere que la Iglesia se presente como se presentó Jesús, que vino para recrear la unión de la gente con dios. No puede llegar leyéndole la lista de sus pecados… Por favor. Lo primero es decir ‘dios te quiere, dios te ama mucho tal como estás y va a estar contigo siempre’, porque dios es papá y mamá, y un papá y una mamá nunca abandonan a sus hijos», señala Andrades. «El papa quiere que dejemos de estar en las sacristías, que dejemos de estar en las iglesias. ¿Qué significa eso? Meternos en los barrios, meternos en los lugares donde la gente está, meternos en los lugares donde se hace cultura. Es ‘destemplificar’ la Iglesia, y que pueda ser un modo de vida: gente que se preocupa por los otros».
Algunos misioneros «van más lejos y necesitan más apoyo». reconoce. Por ejemplo, una congregación estaba tan aislada en Amazonas (a una semana de navegación), que sus representantes informaron que solo permanecerán en Puerto Ayacucho porque en el sitio en el que se hallaban antes apenas podrían confeccionar el ataúd si se enfermaban.
Es importante tomar conciencia de que «somos una sola familia a escala mundial, y que esa familia que llamamos Iglesia tiene una misión, que es la misión que nos dio Jesucristo: llevar su palabra para que la gente crea que es el único dios verdadero», resalta la hermana Luisa.
Claro, puntualiza Andrades, «no es que te voy a hacer de mi grupo, o decirte que eres de los míos. No. La misión es crear, primero que nada, comunión con el otro, porque tenemos una humanidad común, porque buscamos el bien común, y desde el bien común ofrezco lo que tengo».
Otro deslave
Las Obras Misiones Pontificias tienen «la misión de congregarnos, de animarnos, de concienciarnos sobre nuestra misión verdadera, y trabajar todos en conjunto hacia un mismo fin. Es una de las principales propuestas de la OMP», describe la hermana Luisa.
En el país, indica Andrades, «ha habido un deslave de misioneros», y se pasó de unos 300 en los años 1990, a 80 o menos en la actualidad. «Las necesidades han aumentado» pero no están. «Muchos misioneros son extranjeros, de España, Italia, Portugal. Quieren volver a entrar. También vienen de África. Pero no los dejan entrar. Ojalá nos den las visas. Unos 25 están esperando por su visa para volver a esos territorios».
No es un trabajo fácil. El misionero, subraya, «hace de todo: es enfermero, es maestro, arregla la lancha». La misión es, además, escuchar el relato del otro. «No es que yo te evangelizo; es que nos evangelizamos. Es maravilloso». En lo práctico, agrega la hermana Luisa, se trata de «rescatar el evangelio, cada uno desde el lugar en que se encuentra», sea religioso, sacerdote o laico. «Es llevar a Jesús desde los lugares que cada uno ocupa, sin olvidarnos de que siempre habrá unos más necesitados que otros. Todo bautizado está llamado a anunciar a Cristo, la cabeza de nuestra Iglesia».
Andrades reivindica lo que sucede con algunos pueblos indígenas, como el pemón, que tienen hombres en el seminario. «De allí vendrá una Iglesia nueva, con rostro indígena, y con presencia y modo de ser indígena. Eso nos enriquecerá. Al rito romano tradicional se irá uniendo un rito amazónico, que ya fue decretado por el Sínodo de la Amazonía. Es una manera de celebrar en la que la espiritualidad indígena tiene un lugar, una forma de celebrar su fe». Jesucristo está, también, en esas tradiciones.