Cuatro días habían pasado de la celebración del cuatricentenario de la fundación de la capital venezolana que pronto le tocaba enlutarse por los efectos de aquel impactante terremoto
Eran las 8:05 de la noche del 29 de julio de 1967 y un potente sismo de magnitud 6,5 en la escala de Richter azotó la ciudad de Caracas y el Litoral; dejó 283 muertos y unos 2.000 heridos.
Edificios de hasta 12 plantas quedaron en ruinas; además del primer movimiento percibido, a las 8:43 la ciudadanía percibió una réplica de aquel trágico terremoto que quedó grabado en la memoria colectiva de los caraqueños.
La Fundación Venezolana de Investigaciones Sismológicas (Funvisis) asegura que aquella noche los edificios se mecían y los vehículos eran sacudidos en forma que muchos conductores creían que eran empujados o removidos por otros carros o personas. Muchos ascensores de la ciudad quedaron atascados y personas encerradas en su interior.
La señora, Ysabel Flores, contó a Contrapunto el testimonio de lo que vivió hace 55 años; recuerda claramente que llevaba puesto un vestido rojo y sin titubear afirma que «fue el susto más grande de mi vida».
Agrega que junto a sus cuatro hermanos y su madre salieron corriendo a la calle sin saber de qué se trataba aquel movimiento del suelo en la calle Sol de Madrid de los Flores de Catia, al oeste de la capital venezolana.
«No sabíamos a ciencia cierta qué pasaba. Todos los vecinos llegaron a la casa a ver que le había pasado. Nuestra casita era la única de la zona que estaba construida de tablas y zinc. No le pasó nada, nada ninguna de las paredes se cayó, tampoco el techo», relata.
La testigo estelar de aquel fenómeno natural, nuevo para la Caracas de los años 60 sin cultura sísmica, cuenta que todos sus vecinos durmieron fuera de las casa y afirma que las horas pasaban lentas.
Reflexiona que el terremoto les hizo despertar la solidaridad entre las personas y se unieron a rezar esperando que saliera el sol del 30 de julio.
«Los vecinos con miedo entraban a sus respectivas casas para sacar algo de comer, mi casa era un ranchito, pero casi todas estaban construidas de manera precaria. Creo que había tres o cuatro con techo de platabanda», apunta Ysabel Flores.
El terremoto tuvo el epicentro en el Litoral Central, a unos 20 kilómetros de la capital venezolana, y generó mayores daños en las zonas de Altamira, Los Palos Grandes y La Guaira, aunque también se registraron importantes daños en las zonas de Lídice, Manicomio, La Pastora y San José, al oeste de Caracas.
En un estudio en Antímano se realizaba la grabación de un número musical navideño y se logró captar y archivar para la posteridad el estruendo que generó el movimiento telúrico.
En la región de Barlovento, el movimiento también fue percibido, así lo cuenta la señora Alicia Utrera, quien a lo largo de los años ha detallado lo que vivió cuando era una jovencita en los campos de Aramina, en el municipio Acevedo del estado Miranda.
«No nombren eso, que ustedes no saben lo que es eso», una de las frases que suelta al escuchar a unos de sus nietos mencionar un «terremoto».
La señora Utrera cuenta que antes de que se produjera el temblor del 29 de julio de 1967, las reses de la finca familiar en la que vivía, comenzaron a cornear en la tierra y las aves a emitir sonidos de algarabía.
Acto seguido escuchó un estruendoso ruido que trajo consigo el movimiento de la tierra, sin saber de qué se trataba, corrió por el lugar con la inocente preocupación por el destino de los señores de la radio, al ver que se caía el pequeño receptor con el que contaban.