Yo gano, él gana, ellos ganan… ¿todos perdemos? ¿Es posible esperar que de éstas elecciones surja un clima de estabilidad política que acompañe la resolución de los problemas urgentes de la población? Lo único que parece cierto es que nadie tiene una victoria clara
Frente a los escenarios que se dibujan para el día 22 de noviembre, ya los actores políticos tienen sus argumentaciones trabajadas para cantar victoria ante cualquier resultado que diga el Consejo Nacional Electoral, mañana en la noche y que ojalá no se demore.
El oficialismo se siente seguro de su victoria cuando nos referimos al número de cargos que alcanzará. La fragmentación de las fuerzas opositoras así lo hace prever.
Por su parte, la oposición en sus distintas presentaciones, aspira que el número absoluto de votos no favorables a la oferta del PSUV y sus aliados sea mayor para decir: «Gané».
El tema participación también será una variable a evaluar, porque puede servir como termómetro del aporte al caudal de votos de las fuerzas que antes llamaron a la abstención y ahora pidieron salir a votar.
Para unos, la victoria será vista desde el punto de vista cualitativo y estará asociada a los nuevos nombres que surjan en esta contienda. También dirán que estos comicios dieron la posibilidad de movilizar sus fuerzas enmohecidas por los llamados a la abstención y la desconexión de la acción política del día a día de la gente.
Las lecturas no pueden ser excluyentes, deben ser complementarias y cada quien acomodará las variables para armar su ecuación y llegar a sus conclusiones.
Gana el gobierno si…
El gobierno de Maduro cantará victoria al sentirse poseedor de la mayor parte de los cargos, eso es obvio y lo haría cualquiera que así lo logre, sin embargo, en la lectura interna del oficialismo hay otras variables que están contando.
La primera es que la votación que obtenga el Polo Patriótico debe superar los 4,27 millones votos que obtuvo en las elecciones parlamentarias pasadas.
Tienen el reto de superar 19% del Padrón Electoral que obtuvieron en diciembre pasado.
La estrategia del oficialismo ha sido tratar de obligar a que ingresen más actores a la contienda electoral para elevar la participación hasta un nivel que no ponga en peligro su victoria, pero que pueda esgrimir como herramienta de legitimación ante la comunidad internacional.
En las pasadas elecciones, según el registro oficial, votó el 30% del Padrón Electoral y el gobierno sabe que el crecimiento de la participación atenta contra su posibilidades de victoria, por eso su estrategia ha sido jugar a la división opositora… “con todo éxito”, citando las palabras del Adelantado Don Rodrigo Díaz de Carreras.
La participación debe crecer, pero no mucho, Y si crece que sea atomizada, esa es la premisa del oficialismo.
El Gobierno de Maduro requiere de 10.579.923 +1, para decirle al mundo que más de la mitad de las población con derecho a voto en estas elecciones acudió a la cita.
Esta es la carta que anda buscando.
¿La conseguirá?
Las proyecciones de las encuestadoras colocan la participación en un rango entre 45% y 52%, tomando en cuenta lo dicho por Delphos, Datincorp, Varianzas y Datanalisis.
La oposición gana si…
Medir el triunfo opositor pareciera un poco más complicado.
Una de las formas de medir su triunfo sería evaluar el número de cargos que ostenta en este momento. Triunfaría si ganara por lo menos cinco gobernaciones y una alcaldía más de las que hoy administra.
Otra de las lecturas que se harán es el número de votos absolutos que eventualmente sacará por encima los votos el PSUV y sus aliados.
Las fuerzas que adversan al oficialismo deben obtener un porcentaje de votos del Padrón Electoral superior a lo que obtengan los candidatos del PSUV y sus aliados para que puedan demostrar que el rechazo al gobierno es evidentemente mayoritario y no es una manipulación de encuestadoras pagadas por la derecha.
Esto le permitiría presionar con votos en la mano y dando una demostración de fuerza ante el hasta ahora omnipotente oficialismo.
En las elecciones pasadas, la Alianza Democrática logró acumular el 5,6% del Padrón Electoral, otras fuerzas opositoras lograron el 1,8% y el PCV el 1%.
¿Cuántos votos aportará al sufragio en contra de la administración de Maduro y sus aliados, el llamado a votar de los que antes se abstuvieron?
¿Cuánto influirá en la participación la convocatoria a votar hecha por jugadores del G4?
Pero hay otro tema dentro de la discusión.
Después de tanto insulto entre el G4, la Alianza Democrática y los factores independientes… ¿podrán decir que la oposición tiene más votos que Maduro?
¿Podrá decir el G4 que los votos de la Alianza Democrática se deben contar para oposición si hasta ahora sostuvieron que votar por ellos es votar por Maduro? ¿Los votos de la Alianza Democrática son chavistas?
Miremos desde otras perspectivas.
¿Podrá decir la Alianza Democrática que los votos de la MUD son de oposición si hasta ahora han dicho que los “sectores extremistas” le hacen el juego al Gobierno?
Henrique Capriles adelantó posición frente a este conflicto en puertas. El viernes 19 de noviembre a eso de la dos de la tare dijo que los candidatos de oposición que saldrán electos no serán exclusivamente de la MUD y se preguntó: “¿Los vamos a dejar por fuera?”
También es necesario preguntarse… ¿Quién se acreditaría la lectura del triunfo opositor? La derrota ya sabemos que es huérfana.
¿Quién gana en la oposición?
Ya hemos dicho que la fragmentación de los adversarios del Gobierno de Maduro hace ver este proceso como las elecciones primarias de la oposición.
Aquí la lectura podría ser más clara.
La Alianza Democrática está en el deber de superar los 1,16 millones de votos que obtuvo en las elecciones parlamentarias y sacar más votos que la MUD y los independientes para decir que crece.
Los partidos Avanzada Progresista, Copei y sobre todo AD están obligados a aumentar su votación para poder exhibir músculo a la hora de la negociación, al interior de la Alianza y con los factores externos.
La MUD pondrá sobre la mesa su peso electoral. Tiene el reto de superar a quienes consideran «alacranes». ¿Cuánto será?
Por su parte, el grupo de dirigentes que están en el entorno Guaidó cantará victoria si la participación es baja y las fuerzas opositoras salen con menos cargos de los que tenían.
Guaidó y su entorno esgrimirán el dedo acusador con la frase: “¡Se los dijimos!”, y asumirán el margen de no participación como su victoria.
¿Quién gana?
En este escenario no hay puesto nada sobre los problemas de los ciudadanos. Esto es solo un ejercicio sobre la correlación de fuerzas entre los jugadores del tablero político y hasta ahora todo se ve desconectado de la gente.
Lo cierto es que este proceso electoral redibujará el escenario político y no será porque cambien los actores en las cúpulas de los partidos y la vanguardia opositora. El nuevo elemento son las bases de las organizaciones políticas en todas las regiones que comenzaron a moverse y allí está surgiendo un nuevo universo de dirigentes que exigirá su espacio.
Yo gano, él gana, ellos ganan… ¿todos perdemos? ¿Es posible esperar que de éstas elecciones surja un clima de estabilidad política que acompañe la resolución de los problemas urgentes de la población?
Por ahora no lo sabemos porque no tenemos bolas de cristal, solo andamos con los pies planos, pisando tierra, evaluando la coyuntura política, económica y social del país.
El juego sigue.
