El pasado martes 2 de agosto, después de marchar desde Parque Carabobo, trabajadores de la salud y la educación avanzaron hasta Plaza Caracas para entregar una carta -otra más- al ministro del Trabajo, Francisco Torrealba. Exigían la derogación del instructivo de la Oficina Nacional de Presupuesto (Onapre) y el pago completo de primas y bonos. Cerca del busto del Libertador Simón Bolívar los manifestantes cantaron el Himno Nacional.
Los maestros ya lo habían hecho en otra protesta, el pasado 27 de julio, a las puertas del Ministerio de Educación, en la esquina de Salas. En esa concentración denunciaron el pago de su bono vacacional «chucuto»; es decir, el gobierno les redujo esta bonificación en alrededor de 70%.
El jueves 4 de agosto, durante la masiva marcha de trabajadores de la salud y la educación, el Himno Nacional resonó en la esquina El Chorro, entre consignas y el tan-tan-tan de las cacerolas.
Cantar el Himno Nacional no es un fenómeno nuevo en las manifestaciones. Un estudiante de los años 80 comenta que en ese momento lo hacían con la esperanza de que los funcionarios policiales no los reprimieran. ¿Por qué lo hacen ahora?
La profesora Margarita López Maya, investigadora que ha trabajado sobre la protesta en Venezuela, se pregunta si hoy lo hacen por alguna de estas razones: «¿Reafirmación de venezolanidad? ¿Darse ánimos? ¿Afirmación de ser el soberano? ¿Una manera de protegerse de los represores?».
El dirigente gremial Thony Navas considera que la gente canta el Gloria al bravo pueblo porque lo asume «como un elemento de identidad, que tiene ver con sus valores y con su conexión con la tierra que lo vio nacer». Las personas lo resaltan como un elemento de unión entre quienes comparten un territorio que definen como su patria.