Buhoneros, iglesias cristianas y tiendas fueron los espectadores de la protesta que recorrió el bulevar de Sabana Grande
Con una túnica prestada de color morado, una cruz de madera y una corona de hojas verdes (no de espinas) confeccionada por Ana Rosario Contreras, presidenta del Colegio de Enfermeras del Distrito Capital: Así encabezó Juan Martínez, trabajador de Venezolana de Cementos, el viacrucis que trabajadoras y trabajadores activos y jubilados caminaron el martes 4 de abril en el bulevar de Sabana Grande.
Para Martínez no era el primer calvario. Si es por calvarios, no hay peor que el que viven los trabajadores públicos en Venezuela. Este Jesucristo venezolano no pedía mucho: que aumente el salario mínimo, que se derogue por completo el instructivo de la Oficina Nacional de Presupuesto (Onapre) instaurado desde marzo de 2022.
En la primera parte del viacrucis Ariani Bruzual, activista y defensora de derechos humanos, cantó -con su voz multiplicada por el megáfono- «perdona a tu pueblo, señor, perdona a tu pueblo, perdónalo, señor». En la segunda parte cambió la pieza, y le tocó el turno a «quien cree en ti, señor, no morirá para siempre».
Los manifestantes pasaron entre los buhoneros y los cristianos de Chacaíto, los compradores de última hora que transitaban por el bulevar, las estaciones de policía, los voceadores de mercancía. Todos los miraron sin entender… Hasta que escucharon al profesor Pedro García, directivo de la Coordinadora de Pensionados y Jubilados de Venezuela (Copenjuve), explicar que los trabajadores tienen derecho a una vida digna; que el Estado tiene dinero para pagar mejores sueldos a los empleados públicos. En ese momento quedó claro que decidieron, como se dice popularmente, «lavar los trapos sucios» en la calle.
«Los recursos del país se los están robando los corruptos mientras al pueblo se le piden sacrificios», condenó Contreras.
Gladys Rosales, enfermera jubilada, llevó una tela con la que recordó el sudario que supuestamente cubrió el cuerpo de Jesús. En la emergencia humanitaria compleja venezolana hay muertos que ni sudario tuvieron. Con un minuto de silencio recordaron a esas víctimas, conocidas y desconocidas, que hoy no están. La novena estación se la dedicaron a los presos políticos, a quienes -como el dirigente sindical de Codesa Emilio Negrín- se encuentran tras las rejas.
La «abuela del casco rojo», Leida Brito, preparó su cruz de cartón con dos caras: en una, exigía «salario justo ya» y «cese la corrupción»; en la otra exhibía el Tricolor Nacional con sus ocho estrellas. «Jubilados y pensionados llevamos años cargando la cruz», aseguraba una de las pancartas.
Ana Yánez, integrante del comité de conflicto de los trabajadores, enfatizó que no es justo que un pueblo sufra hambre y miseria mientras se destapan casos de corrupción.
En el Gran Café no hubo café, pero sí Padrenuestro, Avemaría e Himno Nacional. Después siguieron algunos anuncios, como el de la movilización unitaria para el 1 de Mayo. El sitio de esa protesta no ha sido definido, pero ya el comité de conflicto «calienta los motores» para que ese día sea inolvidable.