«Queremos que nos ayuden con los buses para poder salir de aquí», clamó Teresa Carrasquero, de 54 años, quien recuerda que ha pasado frío porque su carpa armada con bolsas plásticas y anudadas con cinta adhesiva no los protege de la lluvia
En un improvisado campamento levantado con plásticos al lado de una importante vía del norte de Bogotá, unos 500 venezolanos esperan ayuda para continuar el viaje de regreso a su país porque perdieron sus trabajos en Colombia, que ordenó una cuarentena por la pandemia del coronavirus.
Los migrantes pidieron este sábado al Gobierno colombiano y a la Alcaldía de Bogotá, que les conceda los permisos y suministre autobuses para llegar a cualquier punto de la frontera con Venezuela.
El campamento, en el que hay niños, mujeres embarazadas y ancianos, está ubicado en un separador de la Autopista Norte de Bogotá, cerca a una canal de aguas de lluvias que utilizan para bañarse y lavar la poco ropa que llevan en maletas y bultos.
«Completamos este sábado 15 días en este campamento», dijo Jesús Alberto Primera, quien junto con otros de sus paisanos trata de organizar a la gente de cara a lo que será el regreso a Venezuela.
Este grupo de personas está a la espera de que la Alcaldía de Bogotá, autorice su salida de la ciudad para continuar el camino de regreso.
«No es que estemos ansiosos de ir a Venezuela», dijo a José González, quien explicó que la situación económica de las personas no les permite seguir en el país porque no tienen trabajo.
En las últimas semanas miles de venezolanos ha decidido atravesar Latinoamérica de vuelta a su país, debido a que la emergencia sanitaria por el coronavirus los ha dejado sin techo y trabajo.
En ese sentido, González tachó de «caradura» al embajador de Guaidó en Colombia, Tomás Guanipa, quien la semana pasada pidió a sus compatriotas no regresar a Venezuela, porque la situación con la que se encontrarán es peor que cuando salieron.
«Si Guanipa dice que nos quedemos ya es caradura porque no ha venido acá», recalca González, quien añade que lo han llamado por teléfono pero que «no contesta».
Aunque la situación de los migrantes es compleja, la de Teresa Carrasquero, de 54 años, es todavía peor. Junto a ella están su hermana, un yerno y cuatro nietos, entre ellos, uno de apenas un año de nacido.
«Lo que queremos es irnos para Venezuela. Queremos que nos ayuden con los buses para poder salir de aquí», dice la mujer, quien recuerda que ha pasado frío porque su carpa armada con bolsas plásticas y anudadas con cinta adhesiva no los protege de la lluvia.