«Hay xenofobia, aporofobia y endofobia. Las tres. Las tres se conjugan, lamentablemente», señala la abogada María Montoya, profesora universitaria y directora ejecutiva de Montoya Consulting
María Montoya se ha dedicado a investigar sobre la migración por interés personal. Sin duda que uno de los factores que ha incidido es ser hija de colombiana y portugués. «Vengo de allí», confía. Abogada, profesora universitaria y consultora, Montoya es la directora ejecutiva de Montoya Consulting y una de las fuentes obligadas de consulta periodística cuando se habla de los migrantes venezolanos.
«El ser humano no es ilegal. Lo que sucede es que hay una irregularidad, el quebrantamiento de una norma, o se incurre en un delito cuando se entra a un país sin la documentación o los requisitos que ese país pide», explica en entrevista con contrapunto.com. «¿Irregulares? Sí. Pero no ilegales».
Venezuela fue un país receptor y ahora es emisor. «El movimiento migratorio ha sido masivo y el número sobrepasa la capacidad de los receptores». Además, el gobierno no reconoce lo que ocurre, «y mientras no exista un reconocimiento de la situación no existirá ningún tipo de mecanismo o políticas públicas».
Quiere que se deje de denigrar de los migrantes venezolanos. «La migración venezolana la han estigmatizado en todas sus partes. Primero, lo que llamaron la fuga de cerebros, y después de 2002. Porque era una élite, porque podían elegir el país al cual ir, porque se fueron por una migración organizada y pudieron elegir el país. No necesariamente fue una migración forzada, pero necesitaron buscar nuevos horizontes para ejercer las carreras que habían estudiado, o darles uso a las herramientas profesionales que habían adquirido».
Después le tocó a la clase media ser señalada cuando decidió marcharse, «y además se dijo que se estaban llevando el dinero a otra parte, aunque esa es una elección de vida».
A la más reciente fase de la migración también la han criminalizado. «Hablamos de endofobia y de aporofobia. Cuando teníamos Cadivi e íbamos a Aruba, Curazao, Panamá, Europa a gastar el cupo Cadivi, en ese momento no había aporofobia», recuerda.
Hoy, contra los migrantes venezolanos, «hay xenofobia, aporofobia y endofobia. Las tres. Las tres se conjugan, lamentablemente».
El último movimiento migratorio, de hace año y medio para acá, «es el de las personas con pocos recursos, o con recursos inexistentes: las personas que salían de cualquier parte del país caminando, que llegaron hasta Chile o Argentina caminando. En muchos casos les cerraron las fronteras en la cara y no los dejaron entrar. Debemos rescatar que Argentina aún les abre las puertas a los venezolanos, y en cinco años pueden obtener nacionalidad, pero Chile y Perú están apretando», detalla.
Montoya cita las acusaciones de la alcaldesa de Bogotá sobre el supuesto aumento de la criminalidad debido a los venezolanos, «aunque para ese momento lo que representaba la criminalidad de los venezolanos era 1%. ¿No es un discurso xenofóbico? ¿No está promoviendo la xenofobia, la aporofobia».
«Sí y no», responde la abogada al preguntarle si los venezolanos somos un problema para la región. También se pregunta dónde están los recursos que han aportado los países para ayudar a los migrantes venezolanos. «¿Dónde está la auditoría de esos fondos?».
Migrantes venezolanos rechazan a otros migrantes venezolanos: «Para evitar ser estigmatizados por su nacionalidad, entonces generan matrices de opinión de venezolanos contra venezolanos, ‘esos malandros, esos malhechores, esos marginales’. El propio venezolano». Los que se encuentran en Estados Unidos «seguro llegaron con una visa de turista y, antes de vencerse, solicitaron el asilo político. No es diferente del que llegó caminando por el Darién. No es mejor, no es peor. Somos de la misma nacionalidad. Están generando un estrato social para diferenciar a los que solicitaron asilo de los que llegaron caminando por la frontera».
De la Cumbre sobre Venezuela convocada por el presidente de Colombia, Gustavo Petro, lo que le preocupa es «la politización de los migrantes venezolanos» porque «se ha utilizado por muchos países, por muchas personas que aspiran a cargos políticos, el tema de la migración venezolana». Teme que el tema sea usado «como un juego macabro en el que al final no sucede nada».
En Colombia «es donde más venezolanos hay, por la cercanía fronteriza», y se necesita inserción laboral. Se requiere de políticas públicas para parar la xenofobia. «Esos deberían ser los pilares fundamentales. Si yo regularizo a los que no están regularizados todavía, los inserto social y laboralmente. Van a dejar de ser una carga para el Estado, van a dejar de estar en situación de calle, van a dejar de causar problemas sociales».
Los estados receptores de migrantes, como Colombia o Perú, deberían auditar los fondos recibidos por las organizaciones que dicen trabajar en pro de la migración, plantea Montoya. También propone «crear una plataforma regional para saber quiénes son, qué edades tienen, cuáles son sus necesidades básicas; es un censo regional» que puede dar un punto de partida.
La plataforma podría coordinarse con Acnur y con la OIM, por ejemplo, porque se trata de saber dónde están los migrantes y qué necesitan. «El migrante necesita estabilidad, necesita pertenencia en el país en el que está». La estabilidad es laboral, económica, familiar. «Es la tranquilidad de caminar por la calle sin que te estén señalando, o que salgas corriendo de tu país por no poder cubrir las necesidades básicas y que llegues a un país en el que sigues corriendo porque no tienes papeles».
Montoya reitera que la migración es una decisión personal, que no se debe señalar al que se fue y tampoco al que se quedó. «Por más que yo trate de venderte la idea, si decidiste migrar, te vas a ir. Es tu decisión, es tu vida. Pero cuando te fuiste no puedes señalar a los que están acá ni denigrar de ellos, y tampoco hay que criminalizar a los que han llegado de manera precaria a cualquier país».