La solicitud por parte de Nicolás Maduro de una línea de crédito del Fondo Monetario internacional pone sobre el tablero político múltiples lecturas y opciones. Para que esto proceda hay que resolver problemas técnicos y políticos. ¿Están nuestros dirigentes dispuestos?
¿Existe la posibilidad de que entre dinero fresco a la economía venezolana para poder superar la crisis social y económica que vive el país?
Todos hacen sus lecturas.
Unos hablan de villanos que impiden el desarrollo de un Gobierno nacionalista que no se subordina a los centros de poder, que resiste golpes de Estado, que pelea contra quienes quieren apropiarse de las riquezas del país y desconocer los avances sociales.
Otros sostienen que es un Gobierno de bribones corruptos y que no basta con que se vayan. También deben ponerse la braga de reos y meterse voluntariamente a purgar una condena en la peor mazmorra que exista sobre la faz de la tierra.
Nadie cede.
Argumentan cuestiones de principios que «no pueden dejarse de lado», mientras el país vive necesidades que se agravan con la llegada de la pandemia del coronavirus.
En el discurso de la negación del otro, ninguno ha podido aniquilar a su contrario. Nunca tuvo Venezuela un “empate” tan “catastrófico”, como el que vive.
En este escenario… ¿Alguna de las fuerzas en pugna estará dispuesta a “tragarse un sapo” para destrancar el juego?
Lo que está sobre la mesa no es poca cosa. Es la vida la vida de por lo menos el 3% de quienes inevitablemente se contaminen con la COVID-19.
En Italia hasta el domingo 22 de marzo iban 5.476. Nada más 651 se marcharon en un día.
Si eso no es una razón de peso, no siga leyendo.
Lo que dicen
“Tragarse un sapo” puede ser una de las tareas más difíciles para un ser humano porque en “los tiempos de antes”, como decía mi padre, significaba aceptar meterse el mal adentro
Pero en tiempos de coronavirus se escuchan cosas jamás pensadas. El gobernador del estado de Nueva York, pide al Gobierno “nacionalizar” empresas de alimentos. Mi abuela diría ¡Fin de mundo!”. ¿Se volvió comunista Andrew Cuomo?
A la hora de escribir este texto no había respuesta oficial del FMI a la carta enviada por el Gobierno de Maduro y se hablaba de que había una nueva solicitud más modesta, que alcanza los 1.000 millones de dólares.
Nicolás Maduro dijo: “Estoy dispuesto a hablar con el demonio si es necesario por nuestro pueblo”.
De otro lado Juan Guaidó, señaló que “es necesario ir al Fondo Monetario Internacional para conseguir recursos y atender la crisis”.
Desde la acera de los empresarios Felipe Capozzolo, levantó la voz y exigió que la clase política se ponga de acuerdo para darle viabilidad al flujo de recursos que requiere la economía venezolana para responder a la crisis.
“Nosotros esperamos, que oposición y Gobierno hagan esfuerzos para buscar fondos y enfrentar esta situación novedosa que vive el país”.
¿Dónde están los reales?
Los entes multilaterales han puesto a disposición de sus países miembros los recursos con que cuentan.
La CAF, Banco de Desarrollo de América Latina dijo que tenía 2.500 millones de dólares para financiar proyectos que tengan que ver con las necesidades urgentes de sus socios.
Por su parte, la directora gerente del FMI dijo el 16 de marzo pasado que “como primera línea de defensa, el Fondo puede desplegar su caja de herramientas flexible y de rápido desembolso para ayudar a los países con urgentes necesidades de balanza de pagos”.
¿Se puede? ¿No se puede?
El problema es técnico y político.
Veamos lo técnico.
Venezuela es socia del FMI, Chávez no cumplió la amenaza de salir del multilateral. Rodrigo Cabeza y directorio del BCV, por allá en 2007, lo persuadieron haciéndole ver lo errado de esa decisión.
Partiendo de esa premisa el FMI establece que la “asistencia financiera del IFR se brinda en forma de compras directas sin necesidad de un programa propiamente dicho ni de exámenes».
«Si bien el financiamiento en el marco del IFR suele ser una compra excepcional en el caso de una necesidad urgente de balanza de pagos de duración limitada, puede emplearse de manera repetida»
Pero en economía “no hay almuerzo gratis”.
El Fondo Monetario establece que “el país miembro que solicita asistencia en el marco del IFR debe cooperar con el FMI en los esfuerzos por resolver las dificultades de balanza de pagos y describir las políticas económicas generales que se propone aplicar».
Venezuela ha estado de espaldas al FMI y en 2004 cerró la oficina que tenía en el país y sus funcionarios invitados a abandonar el territorio.
Durante 12 años “Venezuela no cumplió a cabalidad con lo establecido en el artículo VIII, sección 5 del convenio constitutivo: en esencia información estadística y detalles de posición de reservas”, señala el economista Leonardo Vera.
Es en 2016, ante un ultimátum del FMI, que Venezuela entrega nuevamente información so pena de ser excluida del multilateral.
Para aprobar cualquier línea de crédito el directorio del FMI solicitará la demostración de la capacidad de sostenimiento de la deuda en el mediano plazo y la existencia de un programa fiscal y monetario coherente.
¿Está el Gobierno de Maduro en la disposición de tragarse ese sapo?
Nada es imposible.
Ahora veamos el tema político
El FMI no reconoce Juan Guaidó como presidente interino de Venezuela, aunque el 67% de los miembros son gobierno que asumen el interinato del dirigente opositor. En este line up está el G7, con la excepción de Italia, es decir la sillas más influyentes en el organismo
El multilateral sí reconoce a la Asamblea Nacional que debería avalar la solicitud del préstamo para la contigencia.
En este contexto es poco probable que se acepte una solicitud de Maduro, aunque aceptara atenerse a las exigencia técnicas fondomonetaristas.
Nace la pregunta.
¿El FMI accedería a facilitar los recursos si se produce un acuerdo político en Venezuela entre los representantes de la polarización representados en quienes de hecho ejercen el Poder Legislativo y el Poder Ejecutivo?
Para que eso, las cabezas de la polarización, es decir Maduro y Guaidó tendrían que aceptarse mutuamente y eso parece más complicado que tragarse un sapo.
Guaidó tendría que estar dispuesto a renegar del “mantra”, dar explicaciones al apoyo internacional recibido de más 50 países y someterse al fusilamiento desde los sectores más radicales de la oposición que lo llamarían traidor.
Tendría que exigir un mecanismo de control de los recursos y establecer una contraloría colegiada para la supervisión de la burocracia del Estado que maneja Maduro.
Maduro tendría que reconocerlo como presidente de la Asamblea Nacional, cosa que ha desechado al reconocer a Parra. Tendría que construir un discurso para justificar ante la base dura un acuerdo con “Juanito Alimaña”.
Tendría que aceptar tener ojos de sus adversarios en la ejecución de los programas y ceder en las responsabilidades contraloras para lograr un acuerdo.
¿Esto posible? Parece difícil y como dice la vieja conseja: Deseos no empreñan.
Mientras, las cosas siguen complicadas para la población que solo puede prudentemente seguir las indicaciones que se hacen para evitar el contagio.
A todo esto se le suma la incógnita que resulta el sistema de salud venezolano y la incertidumbre por la producción local de alimentos.
También hay que resolver las complicaciones para las importaciones, que primero deben conseguir los recursos, luego los proveedores que no estén ocupados de sus propios problemas en sus países y luego, vencer la barrera de la presión que implican las sanciones.
Es una lástima que la pandemia impida que empresas encuestadoras y con experticia en los sondeos de la opinión pública puedan hacer mediciones, en estos momentos, sobre la percepción que tienen los venezolanos de lo que deben hacer sus dirigentes.
La gente sigue a la espera de respuestas de la clase política, aunque es necesario aclarar que las responsabilidades no pueden ser repartidas en partes iguales.
Si los recursos no fluyen, el Gobierno de Maduro tendrá que buscar otras opciones o o seguir operando «con las uñas». En este escenario tendrá en su bolsillo insumos «para revertir la carga de la prueba», es decir contar con un activo político para dirigirse a su base dura de manera convincente.
Articulará su discurso sobre «los castigos que impone el capitalismo salvaje y desalmado» a la gestión de Maduro lo que se ve reflejado en “las penurias que pasa el pueblo venezolano por culpa del bloqueo”.
Habrá que esperar para saber qué será lo que la pandemia dejará ver. Y cuántos y quiénes podrán verlo.
¿Ese discurso seguirá siendo efectivo para “la roca” del chavismo? ¿Será suficiente mantener su influencia?
Desde aquí no lo podemos ver porque solo tenemos los pies planos y no una bola de cristal.
