Criabichos convierte a los insectos, las arañas y los reptiles en «el alma de la fiesta»

Texto: Vanessa Davies. Fotos: Rafael Briceño y Alonso Calatrava Rumbos-Contrapunto

Exhibiciones en fiestas, demostraciones en colegios y visitas a donde los inviten: Iván Salvi y su novia, María Ángela Lobatón, se encargan de barrer prejuicios. Una tarántula que se llama Itzi bitzi; una serpiente bautizada como Ka, igual que la de El Libro de la Selva; y una iguana con discapacidad llamada Juana son actrices y terapeutas

«Cállate, que tú lo que eres es solo un criabichos», le dijo una investigadora a Iván Salvi, técnico de laboratorio del Instituto de Medicina Tropical de la UCV. Esa persona, con su arrogancia, no sabía que estaba honrando a este publicista de profesión y biólogo de vocación, sino además abriéndole un nuevo camino a su larga relación con los insectos, los arácnidos y los reptiles.

A Salvi lo llaman «bichito» (aun cuando no es el Gregorio Samsa de Franz Kafka porque nunca se ha despertado convertido en escarabajo) y tiene una araña colgada en el cuello. Sus grandes compañeras son una tarántula que se llama Itzi bitzi; una serpiente bautizada como Ka, igual que la de El Libro de la Selva; y una iguana con discapacidad llamada Juana. Las tres son actrices. Pero el gesto desdeñoso con el que la gente se refiere a los «bichos» es, en el caso de Salvi, una forma de amar y respetar.

«Criabichos» es su emprendimiento, creado hace más de 10 años: ofrece exhibiciones en fiestas infantiles y de adultos, hace visitas a colegios y ofrece asesorías sobre el manejo de estos animales. Eso sí: siempre reitera que la fauna silvestre no es para estar en casa sino en la naturaleza, y aclara que los animales que están a su cargo no pueden ser liberados al ambiente por las condiciones que presentan (a Kaa la querían matar; a Juana le cayeron a palos en el Parque del Este y le lesionaron la columna vertebral).

A una fiesta llegan Salvi y su novia, la odontóloga María Ángela Lobatón, cargados con sus cajas entomológicas (con animales disecados) y con Itzi bitzi, Kaa y Juana. María Ángela ya está acostumbrada a escuchar los clásicos chistecitos machistas, como «ahora hay cuaimas más grandes» o «ya cambiaste de piel», y solo se ríe. Puede preguntar: «¿Por qué matas a la araña, si es tu aliada?».

Defienden las cucarachas porque «no son cochinas, no son asquerosas. Han tenido fama de cochinas porque, para poder vivir, necesitan altísimos niveles de humedad, y la consiguen en alcantarillas y basureros, y allí se pueden impregnar de patógenos, hongos, bacterias, parásitos, que pueden transmitirnos de manera mecánica».

La mayor parte del dinero que recauda Criabichos con las fiestas y exhibiciones se destina a la manutención de los animales, los bombillos para las serpientes, los terrarios para las arañas, alimentos. «Lo que me mueve es ayudar a la fauna que está en problemas», afirma.

«Nadie me puso un insecto en las manos»

Iván Salvi trabaja para el Instituto de Medicina Tropical de la UCV (con el profesor Matías Reyes en la Sección de Entomología Médica) y para la alcaldía de Baruta: «Identifico los animales de interés médico en Baruta. Soy supervisor de gestión ambiental en Salud Baruta. Me escriben a la dirección [email protected]».

«No soy biólogo», aclara. Pudo serlo, pero no quiso convertir su pasión en su profesión. El afán por los bichos le viene desde niño, por curiosidad propia: «Nadie me puso un insecto en las manos». Por el contrario, su abuela les tenía miedo. Sin embargo, su papá, Iván, y su tío, Manuel Mundó, tenían un laboratorio de taxidermia en el garage de la casa: «Se encontraban animalitos muertos en la calle, lo descarnaban y armaban el esqueleto, Disecaban insectos; tenían una rata de mascota, Otto, a la que la rescataron».

En la finca de su padre, Iván Salvi pasó por su etapa de cazador, que quedó en el pasado porque, como lo cuenta, «a medida que fui creciendo y entendiendo la importancia de estos animales y su función en la naturaleza». Investigó las razones que alientan la fobia a los insectos y reptiles y encontró mitos como la idea de que las arañas persiguen o que las serpientes chupan los senos de las mujeres.

«No estudié biología o veterinaria porque, si convertía mi hobby que tanto amaba en una obligación, lo iba a terminar odiando, y fue la estupidez más grande de mi vida. Estudié publicidad, y aportaba animales para algún comercial de televisión, algún unitario de RCTV. Por ejemplo, que la chica se baña y no se ha dado cuenta de que tenía una serpiente, y era yo quien la ponía. Hicieron un comercial internacional, en Topotepuy; en ese momento yo trabajaba en el insectario de El Pinar y nos solicitaron las mariposas para grabar el comercial».

No es el Hombre Araña… pero casi

Tener una tarántula goliat no convirtió a Salvi en El Hombre Araña, pero sí lo llevó al Instituto de Medicina Tropical en busca de explicaciones. «Ella hacía cosas raras para mí, y después entendí que era un mecanismo de defensa: se rascaba el abdomen con las patas de atrás y salía una nube de polvo, que eran pelitos urticantes. Eso me ocasionó una alergia terrible en las manos, al punto de que tuve que ir al Instituto de Medicina Tropical. Dije un cuento: que me habían prestado una araña y que me produjo la alergia y que no podía cerrar las manos de la hinchazón. Me atendieron Matías Reyes y Alexis Rodríguez, me mandaron mis tratamientos, y mientras me hacían el justificativo médico, miré a mi alrededor, y al estilo Simba del Rey León, que observa su reino, vi los animales disecados».

Se enamoró del instituto. Cuando tomó, por primera vez, la decisión de emigrar, Matías Reyes le propuso quedarse. Y lo escuchó. «Esa propuesta de trabajo evitó que me fuera a España. Fue en el año 2000. En mi trabajo como técnico de laboratorio para manutención de colonias de chipos, mosquitos, moscas y cucarachas aprendí el manejo, la biología, ciclos de vida, mil cosas».

Hace cuatro años decidió irse del país. «No me fue nada bien; fui con la idea de quedarme a vivir, pude trabajar en el Instituto Cabanillas de Biodiversidad, pero no llegué en un momento en que hubiese un proyecto para incluirme. Resolví volver a Venezuela en 2018».

Regresó a Salud Baruta y a Medicina Tropical. «Contra todo pronóstico me ha ido mejor en Venezuela, en cuanto a trabajo. Matías Reyes me ofreció volver a trabajar con él, y así fue que regresé al IMT; esta vez, con un cargo fijo».

Con Criabichos ha vivido de todo. En una fiesta un payaso se molestó porque Salvi acaparaba la atención de los niños. «Le propuse aliarnos y funcionó». También «doy charlas en instiuciones médicas. Incluso hice una exhibición de animales de interés médico patrocinada por una empresa venezolana, Hábitat, cuya bandera es la ecología».

La pandemia los obligó a reinventarse, palabra de moda para describir las estrategias para seguir a flote. «Hicimos una alianza estratégica con una empresa, Iguanas Camp, que siempre han tenido campamentos vacacionales. Estamos lanzando talleres virtuales sobre biología y conservación de fauna, que se llaman Animales asombrosos».

A los bichos les debe muchas cosas; también, el amor. «A María Ángela la conocí en una exhibición de animales de interés médico en una escuelita de Baruta». Hoy son inseparables.

Para contratar servicios: En Instagram @criabichos. Correo electrónico: [email protected]. Teléfono: 04141271214. Alianza con Iguanas Camp para trabajo on line: @iguanascamp.