La Fundación Ecológica Ecobrión, presidida por la ingeniera y ambientalista Bárbara Ordóñez, creó tres rutas ecoturísticas, incorporó a muchachas y muchachos de la comunidad y sumó a prestadoras de servicios turísticos de playa Valle Seco para la protección de este ecosistema único
El rostro de Bárbara Ordóñez, presidenta de la Fundación Ecológica Ecobrion, cambia por completo cuando entra al corazón de la Laguna La Reina, en Barlovento (estado Miranda). Tiene razones para alegrarse y para que se le siembre la sonrisa: Este humedal marino-costero es un espacio privilegiado para sentir la naturaleza, y ella, con su esfuerzo y el de su familia, ha logrado protegerlo de la deforestación y darles una nueva oportunidad a las áreas afectadas.
Pero es que Bárbara, ingeniera de mantenimiento y docente, y su equipo han conseguido mucho más. Crearon tres rutas ecoturísticas -bajo el lema turismo ético ambiental- que permite a las y los visitantes conocer el manglar y la laguna con los pies, los ojos y la piel, aparte de encontrarse con aves como el flamenco y los gavilanes. Además, incorporaron como guías en las rutas a personas de la comunidad que, incluso, se criaron en la laguna.
Uno de esas personas es el señor Inés, protector de la laguna. «La conozco desde que nací», afirma. Incluso, se bañaba en ella.
Y, por si fuera poco, sumaron a prestadoras de servicios turísticos que inventaron platos especiales para ofrecer a los visitantes a la orilla del mar: en la playa Valle Seco, de aguas tibias y muchos guacucos.
Sábado: la sorpresa
El viernes 2 de febrero fue el Día de los Humedales, y como la Laguna la Reina es un humedal marino-costero, Ecobrión decidió celebrarlo por todo lo alto con la exposición de las rutas y del proyecto los días sábado 3 y domingo 4 de febrero.
Ana de Ordóñez, maestra y madre de Bárbara, relata cómo llegaron a Barlovento como familia (en 2005), con varias historias verdes: una relación con Kathy Phelps y la experiencia de Bárbara como guía scout. En 2008 ambas se alarmaron por un proyecto turístico, Santuario de la Laguna, que incluía la deforestación de los manglares. Aunque actuaron en todos los espacios posibles, como el Concejo Municipal de Brión, no pudieron evitar el aterramiento y que algunos de los canales naturales que alimentan la laguna se taparan.
Sin embargo, siguieron adelante. Crearon la figura de monumento natural municipal, se apoyaron en un decreto de zona protectora de hace más de 40 años y buscaron apoyo de investigadores como la doctora Luz Esther Sánchez, del Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (IVIC). «Queremos elevar la voz de los biomas que no tienen voz», expresa Bárbara. Una de sus grandes preocupaciones es el cambio climático, que lo observa a diario con el avance del mar en playa Valle Seco. Por eso buscan «recuperar el ecosistema de la Laguna la Reina y de su ecosistema de transición», que es la playa.
Tanta lucha trajo sus frutos: el apoyo del Programa de Pequeñas Donaciones del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente, con el proyecto «Una corona para la reina», ejecutado entre abril de 2022 y septiembre de 2023. Ahora solicitaron apoyo para la continuación de este proceso, con el proyecto «Coronando a la Reina».
Son tres rutas las que ofrece Ecobrion: Avisthadas (con la h de las aves que son hadas), Boske Azul (que permite conocer el corazón de la laguna) y Las Delicias de La Reina (ruta etnogastronómica con los seis prestadores de servicios que se han aliado con Ecobrion). Aquí puedes entrar en las cocinas y ver cómo esas mujeres (y también, sus parejas), sin grandes lujos, comparten lo mejor de su sazón.
La ruta Boske Azul «es emocionante», asegura Ana de Ordóñez, mamá de Bárbara y una de las grandes inspiradoras de la defensa de la laguna. Avisthadas permite gozar del espectáculo de aves residentes y migratorias. «Queremos que conozcan las bondades de los humedales costeros», que prestan servicios ecosistémicos.
El primer quiosco, Mi Cabaña, es el de Francia Jaramillo. Francia, que tiene 20 años en la zona y ha tenido que resucitar, decidió especializarse en cestas de tostón rellenas con camarones al ajillo o con ensalada de pollo. El adjetivo «exquisitas» cabe a la perfección. Gracias al proyecto «hasta la playa ha cambiado», reconoce. Se incorporaron a la ruta de Ecobrion hace dos años. «Hemos aprendido a apreciar la laguna, que la tenemos aquí cerca y no sabíamos el potencial que tenemos aquí».
Los guías también ofrecen dulces criollos. «Son dulces de estos lugares, son parte de la cultura de estas comunidades adyacentes a la Laguna La Reina», explica Darielby Nieves, guía turística de las rutas de Ecobrion.
Más de tres tipos de dulces ofrecen los guías de Ecobrion, como lo explica Yormary Melo.
Ecobrion busca, también, que los jóvenes del proyecto tengan medios de vida, ingresos para poder vivir. Incluso, esperan llegar a vender los dulces criollos en Caracas, adelanta Bárbara.
El segundo quiosco que se visita en la ruta es el de Santia Jaramillo, una maestra que captura guacucos para preparar el cebo con el cual pescar -mediante una vara- y preparar sus famosos nuggets de pescado rellenos con vegetales y queso. «Estoy aquí desde los ocho años de edad. Tengo 39 años… son 31 años ya. Mi abuela nos enseñó desde niños a pescar, a cuidar los manglares, a proteger el ambiente».
Su abuela, Silvana, falleció hace ocho años, y cuando Santia habla sobre ella se emociona hasta las lágrimas. «Mi mamá no me dejaba cocinar porque le daba miedo que me quemara en la cocina, pero me decía ‘siéntate y observa para que veas y aprendas'». Vaya si aprendió. Sus nuggets son gloriosos. El domingo 4 de febrero Santia preparó sopa de pescado (también para chuparse los dedos).
El tercer quiosco es el de Mamá Antonia, donde ella ofrece croquetas de guacuco y de raya: «Es una especialidad con sabor a la Reina». Antonia es una barloventeña que tiene su restaurante desde 1987, «cuando existía el papel sellado». Para ella «Ecobrion es lo máximo» porque ha compartido el conocimiento sobre los mangles y la ha sumado a un proyecto ecológico. Sus croquetas y su pescado preñado son otra ricura que espera a quienes recorran la ruta etnogastronómica.
Mientras Claudio Ordóñez, integrante del equipo de Ecobrion, explica cómo son los carteles del proyecto (los van moviendo), una inesperada compañía llega hasta su brazo. Es una de las sorpresas maravillosas del proyecto de restauración de la Laguna La Reina.
El cuarto quiosco es el de Nelsi Jaspe, que ha pasado 30 de sus 57 años de vida en la playa Valle Seco.
«La laguna, para mi, es encantadora; es inspiradora. Nos ha llevado a hacer platos maravillosos», relata. Ecobrion «nos ha incentivado a conocer un poquito más de la laguna, de su diversidad». Nelsi garantiza a los visitantes la experiencia de un memorable pulpo a la vinagreta y, también, del pescado encoronado.
Ya en la laguna, para ver a las aves llegar a medida que el sol va despidiéndose del día, Claudio Ordóñez y Alexander se encargan de describir en qué consiste la ruta Avisthadas. «Hasta el momento tenemos contabilizadas 182 especies de aves», precisa Claudio.
El mangle es una especie protegida, pero esa protección no siempre pasa del papel. Como lo cuenta Bárbara, el humedal marino-costero tiene un bosque problema, afectado por el aterramiento (unas 12 hectáreas); y un bosque de referencia. «Estamos trabajando en un proyecto de restauración ecológica de manglares» con el apoyo de la investigadora Luz Esther Sánchez que incluye varios elementos, adelanta. «Queremos interconectar la playa con la laguna, y viceversa», y poder hacer que el ecosistema «pueda volver a nacer», pero para eso «hay que generar condiciones». No es crear viveros, sino crear las condiciones: «Nada hacemos con colocar una planta allí si no cambiamos las condiciones».
Varias especies de manglares se encuentran bajo la protección de los ambientalistas.
Esta es una parte del bosque problema.
Ese es el bosque que debe ser recuperado con la restauración ecológica, como lo aclara Bárbara.
Domingo: en el corazón
Ocho horas son necesarias para disfrutar de las tres rutas que organiza Ecobrion. Pero basta un minuto para enamorarse de la Laguna La Reina y entender por qué el rostro de Bárbara se ilumina al verla, y por qué su verbo se enciende al solicitar apoyo para que el proyecto crezca.
Las amenazas contra La Reina son permanentes. Hace 15 años era la de un desarrollo turístico; recientemente, los intentos de deforestación y, también, la idea de construir una costanera. El trabajo de Ecobrion ha podido evitarlas.
Antes de entrar a La Reina, un domingo en la mañana, es posible disfrutar de la cocina de otra aliada de Ecobrion: Rosaura Salazar y su quiosco Divino Niño. La especialidad de Rosaura es hervido de pescado «a base de mantequilla», camarones rebozados y otros platos, como las infaltables empanadas.
Una merienda de guacuco guisado servido sobre casabe puede acompañar la mañana o la tarde en el propio humedal. La prepara Héctor Machado, quien asegura que él procesa el guacuco. «La receta, para que quede sabrosito, es ponerle empeño, cariño y amor», refiere. Machado es un hombre vinculado con La Reina desde hace años. «Me la pasaba metido en la laguna, pescando todo el día. Pescaba en la laguna, atendía el quiosco», detalla.
El humedal Laguna La Reina está relacionado con playa Valle Seco, pero atravesado por la carretera que conduce hacia playas como Buche. La naturaleza tiene vínculos que no siempre vemos. Bárbara narra que el humedal se nutre del agua salada de playa Valle Seco, que pasa por debajo.
En lo que algunos constructores ven como «un pelado» hay una riqueza ambiental enorme, y por eso al equipo de Ecobrion le ha tocado defender la Laguna, los manglares y playa Valle Seco, destaca Bárbara.
Para conocer a fondo el manglar hay que mojarse los pies.
Un camino que huele a azufre y otros elementos es el punto de partida para una nueva aventura acompañada por aves y viento. Al pasarlo, se llega a la entrada del corazón de la laguna.
Con los pies descalzos, o con medias, es más fácil penetrar en los manglares de La Reina. Darielby, Yormary, Eduardo y Alexander son los guías en esta aventura que incluye pisar el suelo fangoso, observar los manglares de tú a tú y, finalmente, salir a la laguna y jugar en su agua salobre. Otro trayecto corto y se llega al canal de navegación, donde pasan lanchas y motos acuáticas. Darielby pide que los visitantes se tomen las manos, cierren los ojos, floten en el agua tibia y traigan al presente el momento más feliz de su infancia en ese lugar especial; entonces confiesa que, para ella, para ellos, La Reina es ese sitio inolvidable donde aprendieron a nadar y a vivir.
El que sale de la laguna no vuelve a ser el mismo. Es una experiencia en la que la comunión con la naturaleza puede ser sublime. Como el estómago también reclama lo suyo, se regresa a la ruta etnogastronómica para seguir probando las delicias de La Reina. En el quiosco La Negra Elide el pastel de pescado compite con cualquier platillo sofisticado, y gana con 20 puntos.
Este artículo fue hecho en el marco de las Mentorías Editoriales del Semillero Violeta de la Red de Periodistas Venezolanas.
