Con el virus relativamente controlado en Nueva York, las autoridades locales temen que la cita pueda convertirse en un evento superpropagador dado el gran número de diplomáticos que se desplazarán desde distintos continentes y los encuentros que tienen previsto mantener
La Asamblea General de la ONU arranca este martes sus debates anuales con alrededor de un centenar de líderes internacionales reunidos en Nueva York, a pesar de la pandemia y con una agenda marcada por la covid-19, el cambio climático y la situación en Afganistán.
Tras celebrarse hace un año por vía remota, la Asamblea tendrá ahora un formato híbrido, con jefes de Estado y de Gobierno que ofrezcan sus tradicionales discursos en persona y otros que lo hagan con videos pregrabados.
Según el último listado oficial, se espera que alrededor de cien viajen a Nueva York para participar en las sesiones de esta semana, entre otros, el presidente de Estados Unidos, Joe Biden; el de Brasil, Jair Bolsonaro; el de Colombia, Iván Duque; y el nuevo mandatario peruano, Pedro Castillo.
Ellos serán algunos de los nombres destacados de la primera jornada, este marte en la Gran Manzanas, en la que también se prevén los discursos, entre otros, del presidente francés, Emmanuel Macron, y del iraní, Ebrahim Raisi, aunque en ambos casos por video.
La presencia en Nueva York de jefes de Estado y de Gobierno y de la mayor parte de los ministros de Exteriores del mundo ofrecerá además, una ocasión única para abordar las principales crisis del momento, empezando por la de Afganistán.
Salvo un giro de última hora, no se espera que los talibanes estén en la ONU, sino que el país estará representado aún por el embajador nombrado por el anterior Gobierno.
Sin embargo, la Asamblea servirá para que el resto de naciones discutan cómo lidiar con las nuevas autoridades de Kabul -incluido el posible levantamiento de sanciones a varios de sus cabecillas y un posible reconocimiento oficial- y cómo responder a la emergencia humanitaria que vive la población afgana.
EEUU también está en el centro de otra crisis diplomática, esta mucho más reciente e inesperada, después del malestar que ha generado en Francia el tratado militar sellado con Australia y que ha supuesto la suspensión de un acuerdo de venta de submarinos galos a ese país.