Paola Bautista de Alemán: Es muy importante abocarnos a la generación de consensos partiendo de la realidad de las cosas

Texto: Vanessa Davies

«La fragmentación del chavismo y de los movimientos democráticos es efecto de un sistema perverso que se ha propuesto destruirnos», afirma la comunicadora y presidenta del Instituto Forma. «Hay que preservar la Constitución de 1999», insiste la editora del libro «Autocracias del siglo XXI», publicado por Editorial Dahbar

Paola Bautista no es solo Paola Bautista. Siempre va con el «de Alemán» que la identifica, por lo que su nombre suena imponente: «Paola Bautista de Alemán». Se puede o no estar de acuerdo con lo que esta periodista de la UCAB, y doctora de la Universidad de Rostock (Alemania), plantea sobre la crisis venezolana y sus salidas; pero no queda duda de que detrás de sus análisis hay lecturas, estudio, elaboración.

La presidenta del Instituto Forma y de la Fundación Juan Germán Roscio conversa vía zoom -la plataforma de moda- con contrapunto.com porque este mes se hizo la presentación del libro «Autocracias del siglo XX. Caso Venezuela», del cual es editora. El texto lo publicó Editorial Dahbar, garantía de buenas lecturas y de polémica servida.

-En el libro hablan de un complejo sistema autocrático. ¿Cuáles son los elementos de ese sistema tan complejo y que lo diferencia de situaciones similares en otros países?

-Nosotros identificamos que el sistema político que rige en Venezuela tiene rasgos particulares. Primero, el gradualismo, ha ido cristalizando su naturaleza autocrática de manera progresiva a lo largo del tiempo. Tiene una dimensión gangsteril, ha puesto la estructura del Estado al servicio de organizaciones criminales que pudo haber creado el Estado para generar fidelidad política o que pudo adquirir de afuera. También es una autocracia resiliente, que tiene capacidad de aprender de las crisis políticas que enfrenta y a partir de ahí generar herramientas para sobreponerse a la crisis y salir fortalecido. Y, por último, es un sistema político que ha derivado en un sistema cerrado, donde no hay capacidad de competitividad en el plano electoral. Ahí sí se refleja como uno de los sistemas más tradicionales del siglo XX. Todo esto deriva en una vocación totalitaria, que busca hacerse de la conciencia de las personas.

-Cuando habla de un régimen gangsteril… Asumir que todo el chavismo es gangsteril es asumir que 15% o 20% de la población es gángster. ¿Ustedes hacen alguna diferencia entre quienes gobiernan y quienes apoyan, acompañan o acompañaron?

-Cuando hablamos de la dinámica gangsteril hablamos de la dinámica desde el poder, y que esa dinámica se ha convertido en una suerte de burocracia. Eso lo desarrolla muy bien Miguel Ángel Martínez Meucci en uno de los artículos con los que él nos acompaña en la publicación. Lo dramático en un sistema con este tipo de dinámica es que todas las personas que forman parte de ese sistema, incluso a veces de manera involuntaria, se ven obligadas a participar de esa dinámica porque es la única manera de permanecer en el país, o de estar. Por eso, de cara a un posible cambio político que busque despertar la conciencia de aquellas personas que aún forman parte del régimen conviene hacer esta distinción que hiciste.

-Entonces cuando se habla de la caracterización gangsteril es sobre quienes están ejerciendo el poder.

-En la estructura del Estado. Hay una estructura que funciona de esta manera y que a veces las personas que forman parte del Estado, que son funcionarios públicos, muchas veces son como una tuerca o parte del engranaje de ese sistema pero muy probablemente ni lo saben. Una persona que trabaja en un puerto, en un aeropuerto y le da entrada a un cargamento que no es lícito, esa persona forma parte del sistema pero no tiene conciencia de eso.

-Cuando hablamos de autocracia es como el baile: Hay dos que bailan, o más. En ese baile, ¿cuál es el rol de las oposiciones? Dentro de esa complejidad también hay sectores que formalmente dicen oponerse pero parecieran formar parte de ese esquema.

-Eso es lo realmente complejo. Creo que el primer desafío de este baile entre varios es cultivar un sector opositor que tenga unidad de propósitos, que esté unido en las ansias de alcanzar la democracia, la libertad; de recuperar el estado de derecho, de vencer estos obstáculos gangsteriles y avanzar hacia la democracia juntos. Eso es muy difícil, es muy complejo. Creo que ahora Venezuela enfrenta una coyuntura especialmente compleja, porque por primera vez, si todo avanza como pareciera que va a avanzar, en enero de 2021 Venezuela no tendrá una representación formal, y es la primera vez que eso nos ocurre desde 1958. El gran desafío es transformar toda la fuerza, el deseo de cambio, incluso la rabia; articular todo eso en un gran movimiento que represente realmente los deseos de cambio, de justicia, de libertad que hay en todo el país. Para eso es muy importante la articulación de partidos políticos, organizaciones civiles, sindicatos, medios de comunicación, todas aquellas personas que logran articularse separadas del Estado.

-No parece que estemos avanzando en esa dirección. ¿Cómo se une todo en una sola voluntad de transformación?

-Lo que me parece que es pedagógico, incluso para no ser tan duros con nosotros mismos (a veces somos especialistas en autoflagelarnos y eso anímicamente no le conviene al país y no es bueno), es identificar que la fragmentación que hay en el país es producto de una estrategia deliberada de quienes pretenden dominarnos. Si hay un proceso de fragmentación dentro de las fuerzas políticas de todas las personas, vengan del chavismo o toda la vida hayan sido parte de los movimientos democráticos que resisten a la dictadura, es efecto de un sistema realmente perverso que se ha propuesto destruirnos. Lo segundo: Creo que es muy importante abocarnos a la generación de consensos, y abocarnos a la generación de consensos partiendo de la realidad de las cosas. Por eso, este libro, y providencialmente salió cuando salió, pretende estar dentro de la caja de herramientas de las fuerzas democráticas del país con el ánimo de intentar comprender la dinámica autocrática y poder generar aprendizaje democrático.

Paola Bautista de Alemán afirma que el libro «está escrito por políticos que tenemos vena intelectual», y por eso, «lejos de pretender ser una hoja de ruta, pretende ser un instrumento para comprender la realidad y acercar a las personas que están en el deber moral de generar consenso en estos momentos tan duros una plataforma conjunta».

-¿Qué proyecto de país debería reemplazar al salir de la autocracia, entendiendo que es un proyecto de país que nos debería congregar a todos con las diferencias que tenemos?

-Hay distintos planos. El hecho de que haya distintos planos traduce la complejidad de la destrucción que hemos vivido a lo largo de estos 20 años. Una primera clave es llenarnos de ánimo y de esperanza por la lucha a largo plazo de reconstrucción que tenemos, porque tenemos una tremenda oportunidad para crear el país en el que podemos entrar todos y donde la prosperidad demandará lo mejor de nuestros esfuerzos y las mejores personas.

-Dice que es a largo plazo. Hay personas de distintos signos políticos que dicen que esto se soluciona con más autocracia, con un outsider, con un salvador que ponga orden.

-Se comprende la necesidad de que el ritmo del cambio sea más acelerado, porque el sufrimiento es muy profundo y han sido 20 años en los que el alma de nuestra nación ha recibido muchos golpes. Lo que viene, en términos de Solzhenitsyn, es la reconstrucción del alma de nuestro pueblo, y eso no es cualquier cosa. Creo que el tamaño de la reconstrucción estatal trasciende de aquello que en la literatura norteamericana se llama el state-building. Hay que trascender del state-building porque hay que reconstruir el concepto de nación y el concepto de Estado.

-Pero todo es a largo plazo. ¿Eso implicaría una nueva Constitución?

-No.

-¿No ve el problema en la Constitución?

-No. No veo el problema en la Constitución. De hecho, creo que hay que preservar la Constitución de 1999 y en esa Constitución, incluso, sabiendo que puede tener fallas de origen, por decirlo de alguna manera (porque la Constitución de 1961 no merecía ser derogada o no permitía ser derogada), cuando uno revisa la literatura sobre el cambio político una de las mejores herramientas de estabilidad es acudir al último consenso que tuvo esa nación para ofrecerle estabilidad y abrirse a reformas. La Constitución de 1999 exige ciertas reformas, sobre todo en el ámbito militar, pero yo me aferro y me aferraría; de hecho, al día de hoy nuestra gran herramienta es la Constitución de 1999.

-¿La gran herramienta para una transición es la propia Constitución de 1999?

-Totalmente. Meternos en un proceso constituyente sería una verdadera locura: desatar demonios, traer inestabilidad. La Constitución de 1999 es un marco jurídico relativamente tradicional, que si bien potencia un tipo de democracia muy plebiscitaria eso se puede acomodar por vía de reformas. Lo importante es que la Constitución no sea letra muerta. Si nos metemos a escribir otra Constitución va a ser un periodo de inestabilidad para el cual el país no se puede dar el lujo. El país necesita respuestas rápidas, concretas, alivio, y ese alivio se puede conseguir en la aplicación de la Constitución de 1999.

«Autocracias del siglo XIX. Caso Venezuela» recoge textos de Juan Miguel Matheus, Pedro Pablo Peñaloza, Edward Pérez, Elsa Cardozo, Carlos García, Rogelio Pérez Perdomo, Miguel Mónaco, Ángel Alvarado, Héctor Briceño, Francisco Plaza, Miguel Ángel Martínez Meucci y la propia Paola Bautista de Alemán. El prólogo es de Miriam Kornblith.

Vea la entrevista en nuestra plataforma de Youtube contrapuntoaldia.com