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martes, 07 mayo, 2024
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Simón García: En Venezuela puede haber una transición dirigida por Maduro

Texto, fotos y videos: Vanessa Davies

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Los políticos venezolanos han perdido el sentido de la oportunidad, el sentido de la responsabilidad y el sentido común, afirma el analista político. A su juicio la oposición está obligada a jugar con las cartas de la democracia aunque las reglas no son democráticas

Simón García comienza sus reflexiones con las varias burbujas que hay en Venezuela. De hecho, lo asevera: «Estamos viviendo en varias burbujas. La consistencia de las burbujas es que son ficticias, y son muy frágiles, pueden romperse con facilidad. Son ilusorias». La primera de todas, a juicio del analista, es «la lucha ficticia por el poder».

-¿Por qué ficticia?

-Porque no es real. No es efectiva. No tiene consecuencias prácticas. No tiene viabilidad. La política debe nutrirse de la sociedad, tener una justificación ética y un proyecto de país, no existe. Ha sido reducido a un apetito de estar en Miraflores.

-¿Estar en Miraflores para qué?

-Para disfrutar del poder. El poder es el opio de los políticos. El poder ciega y enloquece y da satisfacciones, porque da privilegios. Distingue de los demás. Da una situación de placer.

-¿Qué placer puede tener el mandatario Nicolás Maduro en esta situación?

-Nosotros no lo podemos comprender, porque ese tipo de sentimiento no lo tenemos nosotros. Nosotros formamos parte de los ciudadanos de a pie. Pero uno puede observar que, cuando el poder gotea hacia abajo, hasta un portero se siente con capacidad de imponerte sus reglas y sus normas. Es una droga sin utilidad social. Maduro está en Miraflores con un país que él destruye todos los días, que su política disuelve todos los días. No hay ningún indicio de que haya una voluntad de revertir la grave situación de vida de los venezolanos. El atraso, el descarte civilizatorio, todo lo que está ocurriendo en Venezuela, que es terrible. Un poder que no es capaz de dar salario a los empleados del Estado, ¿qué clase de poder es?

-Hay otra gente que quiere llegar a Miraflores. ¿Qué pasa con ellos? ?¿Están drogados con el mismo opio?

-Pienso que sí. El poder es el opio de los políticos. He oído a muchos políticos grandes, estadistas, que les preocupa la inmortalidad, la trascendencia. El poder tiene muchas formas de perderlo a uno. En el caso de los venezolanos siempre ha habido una voluntad de poder desde que comenzamos a hacernos nación. Una voluntad fragmentaria, que hizo que ese poder se distribuyera entre muchos caudillos y dueños de pedazos del país. Siempre ha sido una lucha hasta que Juan Vicente Gómez dijo «voy a acabar con esta dispersión» y centralizó el poder.

-¿Volvimos a es dispersión?

-El país está desarticulado. No hay un Estado que tenga capacidad de prestar los servicios básicos. No hay agua, no hay luz. Eso es un atraso.

-Con un país desarticulado, ¿qué están haciendo los políticos? ¿Están peleando por una botella vacía?

-Eso es. En el caso de la oposición es una lucha ficticia por el poder. Soñando con capturar el poder han abandonado todo lo que caracteriza a una fuerza de oposición.

-¿Qué debería caracterizar a una fuerza de oposición?

-Primero, representar intereses de la gente. Segundo, expresar demandas. Tercero, orientar respecto a una visión de país objetivo. Cuarto, la conexión con la gente. La burbuja es la metáfora del aislamiento, de la separación. Hay una anécdota de un dirigente copeyano todavía vivo, que se encontró con Rómulo Betancourt en Londres, y le preguntó qué se necesitaba para ser presidente en Venezuela. Respondió: conocer la historia del país, caminar el país y comprenderlo y tomarle el piso, tener un discurso que la gente comprenda y que sea atractivo. La cuarta es ser adeco, jajajajaja.

-¿Lo que representó AD en un momento determinado es lo que puede retomar el poder?

-Creo que sí.

-¿Qué es esa adequidad?

-La capacidad de actuar y sentir en función de un país.

-Pero perdieron la conexión.

-Seguro. Hubo un proceso de desgaste, falta de dinamismo de su proyecto, fallas como no avanzar en convertir la democracia no solo en una relación política sino una democracia social. Una fuerza como AD, que produjo tantos beneficios para la sociedad como el voto para la mujer, la expansión de la educación, la construcción de infraestructura, coincidió con dos procesos que cambiaron la faz de Venezuela: un país que era campesino se hizo urbano y un país que era agricultor se hizo industrial. A eso correspondió un tipo de política que tenía un pensamiento de país atrás. Ese pensamiento de país que fue el motor para el desarrollo de la sociedad y de la democracia comenzó con la generación del 28 y se hizo patente con la generación del 36, que formula un pensamiento de modernización de Venezuela. Eso hace falta en estos momentos.

-Hoy no hay generación del 28 ni del 36. ¿Cómo se resuelve eso?

-MI generación era de los libros, la palabra, la máquina de escribir. La de hoy es una generación de las imágenes, una generación de la tablet, una generación rodeada de instrumentos distintos, avanzados, sofisticados.

-Pero no hay dirigencia política.

-No existe. ¿Qué ocurrió? La generación de los sesentones perdió el rumbo. Las nuevas generaciones, llamadas al relevo, no encontraron el rumbo. Los que se quedaron no pudieron formular su propia gramática política, se adecuaron a la herencia del pasado y no pudieron romper con esos moldes. Adolecen de muchos de los vicios de la política decadente, la que no se corresponde con esta época. Hoy día la mayoría de los jóvenes no tienen interés en la política formal, porque la política no se ocupa de ellos y porque la política ya no es un interés aglutinador de otros intereses. La política es un interés aparte, hay muchos intereses que para las jóvenes generaciones son más estimulantes.

-Hay otro país. ¿Hay que construir un proyecto para ese país?

-Claro. El rasgo de la cultura venezolana del momento actual es la fragmentación y la dispersión en todo. No hay factores de síntesis, de integración, y seguramente hay proyectos de país. En el proyecto que se presentó en la última convención de Fedecámaras hay una noción de país, un país objetivo a 20 años, una propuesta de actualizar el funcionamiento de la economía a las condiciones de globalización, productividad, competitividad y alejamiento de la cultura y de la economía rentista.

-¿Es suficiente?

-No es suficiente porque ellos no son políticos, son empresarios. Ellos pueden influenciar a un sector. Los políticos, que tienen capacidad para actuar sobre el rumbo de la sociedad, no están interesados en formular este tipo de proyectos. Están interesados en la captura, lo más rápidamente posible, del poder, o de la renta.

-¿Cómo se construye un nuevo proyecto de país? ¿Cuáles son los hilos conductores?

-El plan o programa, que tiene que resolver temas clave. Cuál es el nuevo papel de la industria petrolera, que sigue siendo importante como locomotora, pero no es suficiente. El desarrollo de la economía agroindustrial para tener abastecimiento y seguridad alimentaria, no depender de otros. La definición sobre las riquezas sustitutas del petróleo, las bases de la economía pospetrolera.

García deplora lo que sucede en el llamado Arco Minero del Orinoco: «Es una barbaridad que debe ser detenida de inmediato. La primera medida, si yo pudiera influir en un gobierno, sería una veda en el Amazonas. Y luego regularizar la explotación, a estándares internacionales, en Bolívar».

Sigue sumando elementos para un programa de país: «Poner en primer plano el desarrollo humano. No hay democracia sin demócratas. Los demócratas no nacen. La democracia es una relación, pero es también un conocimiento, y es demasiado importante tener una educación de calidad, que es el fundamento para una nueva cultura cívica humanística».

Se necesita, además de educación, ciencia básica, ciencia aplicada que permitan resolver problemas fundamentales como elevar el sector agropecuario, trabajar con petróleo pesado «que es el que tenemos», razona. Y sentencia que la economía «no es el PIB, es el desarrollo humano».

-¿Hay demócratas en Venezuela? ¿O la cultura autoritaria ha permeado todo?

-La vieja concepción del poder se basa en «yo tengo poder si logro que hagas lo que yo quiero que hagas». Cuando eso se produce por medios no consensuales, nace el autoritarismo. En Venezuela se ha venido produciendo una difusión de la cultura autoritaria que ha venido avanzando en el conjunto de la cultura de los venezolanos. Pero hay lunares, hay focos, hay lugares donde la cultura autoritaria no llega. A las fuerzas de oposición llega, de manera que uno tiene que estar muy claro en que hay fuerzas de cambio democráticas y fuerzas de cambio autoritarias.

-Pero dice que hay lunares.

-En los sectores populares, donde los mecanismos de control son más laxos, y donde la convivencia está más cerca de asegurarse la existencia, existen espacios de solidaridad, más espacios de convivencia. En estos sectores, aparentemente despolitizados, se genera lo que es la democracia: una relación.

-¿La clave de un regreso a la democracia está en los sectores populares?

-Está en los sectores populares y está en las élites del conocimiento, en las fuerzas del conocimiento, que son los intelectuales, la gente de la cultura, los profesionales, porque son los que pueden tender el puente entre la realidad de la mayoría de los venezolanos, los viejos Juan Bimba y los nuevos Santos Luzardo del cambio social.

-¿Cómo se puede empezar a hacer distinto para que 2024 sea distinto?

-Hay que completar en los políticos los sentidos, porque los políticos han perdido algunos de ellos.

-¿Qué sentidos han perdido?

-Han perdido el sentido del riesgo o el sentido de la oportunidad, han perdido el sentido de la responsabilidad y han perdido el sentido común. Están actuando en contra de lo que cualquier venezolano podría decirles. Están separados de la realidad y de la lógica. Tienen una última oportunidad de demostrarle al país que están en una vía de recuperación.

-¿Cuál?

-Ganar las elecciones de 2024.

-¿Cómo la ganan con esa dispersión que tienen?

-Probablemente Venezuela es la sociedad donde más fácilmente se le pueda ganar al gobierno. La materia prima de una victoria son los sentimientos de la población, y la población está totalmente en contra, incluidos los propios seguidores chavistas. Ese es un hecho inocultable. Pero tienen un elemento en contra: la fragmentación de los partidos de oposición indica que ninguno está por encima de 2% de respaldo. De manera que la condición de victoria es que se unan todos, o la mayoría de ellos, para obtener un porcentaje de respaldo mayor a 20%, que es el techo del gobierno.

-¿Cómo lo podrían lograr?

-Deben tener más de 20%. Si no, no les dan los números. Hablo sobre la base dura de Maduro, que puede ser menor. Necesitas ganar bien, en el caso de las condiciones venezolanas. Por eso una sola coalición no gana, y eso lo sabe todo el mundo en Venezuela. Que se unan produciría una expansión de la decisión de voto, la gente se animaría a votar, y de la ley de la economía del voto. Es decir, vale la pena votar porque se puede ganar, y voy a votar por el que creo que puede ganar. Una sola coalición, no. Un solo partido, no.

-¿Dos o tres candidatos opositores?

-La idea es reducir al máximo la cantidad de candidatos, de manera que el pueblo pueda decidir a lo Fuenteovejuna, tipo Barinas. No importa de dónde proviene el candidato: si proviene de las primarias, del consenso o se lanzó solo, si apareció por el lado izquierdo o por el lado derecho. Lo importante es que tenga soluciones para el país, que tenga un compromiso de sacarlo del hoyo y que tenga capacidad de entendimiento, que exprese una voluntad de triunfo. Si es percibido así, gana.

-No pareciera que vaya a haber un solo candidato. ¿Con tres candidatos?

-Creo que sí. Se supone que la primaria se hará en octubre. Si en el mes de octubre tenemos candidatos que tienen el triple de rechazo de su aceptación, estamos muy mal. Pero si en octubre tenemos un candidato que tiene el triple de aceptación que su rechazo, entonces se abre una esperanza de cambio. Tiene que ocurrir un outsider o un cisne negro. El outsider es una persona; el cisne negro es un acontecimiento.

-¿El outsider podría salir de las protestas?

-Puede salir. De hecho, el Pedro Castillo del Perú surgió de las movilizaciones de los maestros.

-¿Sería un liderazgo fuerte? ¿Puede ser masivo o es otra burbuja?

-Puede ser masivo, pero hay que ver de quién se trata. Probablemente puede surgir de un laso distinto de quienes monopolizan las candidaturas, que son los partidos políticos. Puede salir de la protesta, del medio empresarial, de las organizaciones de la sociedad civil. Ahora, tiene que reunir unas condiciones: conocer el país, tener un proyecto, tener un relato, tener un compromiso. Si la gente visualiza este candidato, va a ir con ese candidato. Ya tenemos una experiencia, con el dueño de la Polar, que todavía aparece en las encuestas con seguidores aunque se ha cansado de decir que no.

-¿Cuál sería el cisne negro?

-Un evento que trastoque la capacidad del régimen de jugar en las elecciones imponiendo reglas y cambiándolas a conveniencia. Puede ser un evento de restricción de las posibilidades del régimen por presiones geopolíticas, o puede ser un evento de conmoción interna que imposibilite que el régimen coarte la libertad. Puede ser un acuerdo. En este momento la política exige actuar sobre lo que parece imposible.

-¿Algo como lo que ocurrió en la Unión Soviética lo ve en Venezuela?

-Claro. Eso significa pensar en una transición. Hay una forma inviable de pensar en una transición con el rumbo impuesto por la fuerza opositora, porque con su debilidad y fragmentación es imposible que ocurra. Puede ocurrir una transición si el rumbo lo imponen sectores que están en el campo del gobierno, porque les conviene.

-¿No puede haber transición sin el gobierno de Maduro?

-Puede haber una transición dirigida por Maduro que es, en cierta forma, lo que se intentó en Checoslovaquia. En cierta forma así ocurrió la disolución de la URSS: sectores del gobierno acompañaron las demandas de quienes pedían rostro humano para el socialismo. Eso puede ocurrir en Venezuela. De hecho, la disyuntiva para el gobierno es si mantiene el autoritarismo o deriva hacia un régimen menos democrático. Esto no ha ocurrido en Venezuela. En Venezuela hay un autoritarismo semicompetitivo. ¿Por qué no ha derivado a menos democracia? Hay fuerzas que están pidiendo ser más autoritarios, sectores del gobierno y del partido de gobierno que quieren repetir estrictamente el modelo cubano, o el modelo chino.

-¿Qué lo ha impedido?

-Tengo que suponer que hay una fuerza que lo impide. Si no, lo hubiesen aprobado. Esa fuerza que lo impide es el sector reformador que está en el gobierno, que podría ser el socio o impulsor de una transición.

-¿Son escenarios que dependen de 2024?

-Las elecciones influyen. Si gana Maduro, se legitima e inicia un periodo de confianza en su nueva gestión. Estados Unidos y el resto del mundo dirán «ganó». Sería autócrata por gestión y no por origen.

-Un Maduro que gane en 2024, ¿podría dar pie a una transición?

-Uno no sabe cuándo una persona trabaja para la estatua. Hay factores intangibles que pueden influir, pero se abren las posibilidades. Una derrota de Maduro es que el país se pronuncia a favor de una transición, dice «queremos democracia, queremos salario, queremos justicia social, pero no queremos revancha ni venganza». Hay que llegar a un acuerdo. No podemos gobernar como queramos, hay que tomar en cuenta a la otra parte del país, que puede desestabilizar el país con mucha mayor intensidad que lo que la oposición lo ha hecho. Hay que llegar a un acuerdo. Tengo un ejercicio: Cierra los ojos, piensa que ganó el candidato que te gusta, que ese candidato llama al Alto Mando Militar y les ordena que pongan la renuncia. Si crees que el Alto Mando le pone la renuncia, ese es el candidato. Si crees que el Alto Mando se le va a reír en la cara, pues ese candidato no sirve, busca otro.

-Usted está diciendo que la Fuerza Armada va a tener la última palabra.

-La Fuerza Armada tiene el monopolio de la fuerza. Estamos en una situación en la que los cañones pesan más que los votos y hay que tomarlos en cuenta. La oposición está obligada a jugar con las cartas de la democracia aunque las reglas no son democráticas, y los factores que intervienen en la decisión pueden ser, o no, democráticos. Depende de la conducta del que gane. Si ganas amenazando… En estos días escuché a un exalmirante, que dijo que si la oposición ganaba había que hacerles un juicio a los generales. Obviamente así no se puede. Nadie te va a entregar. Es de primaria.

-¿Cómo se juega con las cartas de la democracia con reglas que no son democráticas?

-Hay una oposición que dice «vamos a dejar los temas de la democracia para después», porque se trata de ganar. Pero la democracia es cotidiana, es una forma de vivir, una forma de gobierno. No puede haber fuerza democrática, ni país democrático, si la gente no es demócrata. Uno se hace un demócrata igual que uno aprende a hablar.

-¿Cómo se juega con la democracia si las reglas no lo son?

-Lo que han hecho todos los que han triunfado desde las dictaduras. Los chilenos jugaron con las cartas de la democracia.

Simón García concluye su acto de pensar en voz alta con una referencia al filósofo español George Santayana: «La inteligencia es percibir con rapidez lo que las cosas son, no lo que yo creo que son». Pero parece «que esta inteligencia la perdieron los políticos venezolanos». Regresa al plebiscito contra el dictador Augusto Pinochet: «Los chilenos vieron las cosas como eran: esto es una dictadura, acabamos de ganar, tenemos que llegar a un acuerdo con un asesino. Y llegaron».

-¿Tienen que llegar a alguien que sea «llave» de Maduro?

-Sí. El valor principal de la política es la confianza.

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