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lunes, 06 mayo, 2024
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Miguel Ángel Contreras: Vivimos una combinación del «1984» de George Orwell y «Un mundo feliz» de Aldous Huxley

Texto: Vanessa Davies. Fotos: Felipe "El Cuervo" Montes

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Con la pandemia los ciudadanos «perdimos libertades y los poderes fácticos globales ganaron en disciplina», afirma el profesor e investigador. «Los laberintos de la pandemia» es su libro más reciente

Miguel Ángel Contreras siempre anda 20 pasos más adelante que el resto de la gente. Algo hay en su cabeza que lo convierte en una persona que puede anticiparse a los futuros, en plural. Profesor universitario e investigador, su libro más reciente ya está disponible en Amazon y próximamente en físico en Venezuela. Se llama «Los laberintos de la pandemia» y hurga en la trastienda de este fenómeno, donde hay que encender muchas luces para entender.

Dos momentos tuvo esta conversación con contrapunto.com: el momento escrito, frente a la computadora; y el momento ante la cámara. En la segunda, Contreras sostuvo que los ciudadanos «perdimos libertades y los poderes fácticos globales ganaron en disciplina». A su juicio «se ha masificado un sistema blando» de sistemas de control, que hace que las personas crean que son más libres pero en realidad están más sujetas.

Lo que hay «es una combinación entre el 1984 de George Orwell sobre una mirada vigilante, con el libro de Aldous Huxley, Un mundo feliz». Lo que se pensó que estaba en la URSS o en Estados Unidos «ahora esta localizado en una sola visión». La pandemia perfeccionó estos mecanismos, subraya.

-Las epidemias no son un fenómeno nuevo. ¿Qué tiene esta de diferente?

-Las epidemias globales comienzan con el VIH-Sida. Más allá de las caracterizaciones del sida como enfermedad contagiosa, uno puede decir que es el momento del inicio de las epidemias a escala global. Después hubo una epidemia de ébola. En ese momento era un nuevo virus y con un nivel de letalidad altísimo. Eso fue en los años 90. Después han venido gripes, la gripe aviar, influenza; el SARS, como antecedente del SARS-CoV-2, y se localizó en la zona media de China. Allí se instalo el instituto de virología más importante del mundo, y desde ese momento había precedentes que indicaban que las epidemias eran un fenómeno nuevo en su glocalidad. Pasaron de epidemias, a pandemias, y como lo dice el editor de The Lancet, Richard Horton, la pandemia debía llamarse sindemia, porque era la mejor forma de tratar y gestionar sus consecuencias: enfermedad transmisible que se combinaba con enfermedades no transmisibles, y se creó un coctel de muerte. Hay antecedentes entre 2015 y 2016 que anunciaban esto. Los hermanos Wallace venían anunciado que se podía generar una epidemia global por algunos procesos que consideraban fundamentales. Esos procesos están asociados con la expansión de la agricultura industrial y la ganadería intensiva: el arrasamiento de zonas boscosas y la migración de virus y bacterias, que estaban localizadas en ecosistemas específicos, a otros ecosistemas más amplios. Hay zonas que pueden ser denominadas zonas calientes, porque ocurren procesos de industrialización muy fuertes y arrasamiento de zonas boscosas.

-¿Qué es diferente?

-La infraestructura de globalización creó las condiciones para la globalización de enfermedades infecciosas. Interconexión que hace que un virus pueda viajar de una persona a un lugar en 24 horas y transmitirse en contextos distintos. Es un doble proceso de deforestación y defaunación, que ha ocurrido a niveles desbordantes. En algunas zonas de Amazonia y África están ocurriendo cambios en hábitos alimenticios de animales como murciélagos, que implican el traslado de los animales a otras zonas. Hay un proceso de deforestación, defaunación, cambios en hábitos alimenticios de especies, traslado de virus, interconexión. Ya había algunos elementos como influenza, SARS y gripe aviar que indicaban que se estaba generando una situación global de virus.

-¿Qué pasó con los sistemas de alerta?

-Es una consecuencia de otro tipo de política, básicamente económica. Los sistemas de alerta generalmente son los sistemas primarios de salud, que fueron desmantelados en distintos lugares del mundo como consecuencia de las políticas de privatización. En el caso chino el sistema funcionó en parte. Cuando el médico comienza a decir que hay una situación alarmante porque hay una neumonía inusual, él advierte y su advertencia no es tomada en consideración. Pero entre 15 y 20 días después se toman las medidas; él muere, y mientras esto ocurre, el gobierno chino comunica a la OMS que había una secuenciación del coronavirus y comienza a transmitirlo en el mundo. Pero en ese primer momento los países cercanos a China eran susceptibles de contagiarse, y pasa de epidemia a pandemia, al pasar de una frontera a otra. Cuando uno ve la prensa de enero de 2020, febrero de 2020, la mayoría de los países occidentales, como Estados Unidos y Europa, comienzan a decir que es un virus chino y que están preparados para atender la situación. Cuando comienzan a ocurrir los desastres en Italia, España y en EEUU, se comienzan a tomar algunas medidas. Hay un estudio del Colegio imperial de Londres que advertía que, de no tomarse medidas inmediata, la mortandad era inimaginable. Antonio Fauchi, el epidemiólogo más importante de EEUU, comienza a advertir, y se empiezan a tomar medidas. Occidente tomó medidas tarde, y eso coincide con las políticas de desmantelamiento de los sistemas de salud como consecuencia de las políticas neoliberales.

Las personas, analiza, «se convirtieron en objetos y se fue imponiendo un modelo global de disciplinamiento y represión. El modelo chino fue el que se extendió globalmente en distintos lugares del mundo. EEUU y Brasil intentaron otro modelo, y los resultados de Bolsonaro y Trump fueron desastrosos. Pero Japón y Corea del Sur asumieron otros modelos que no se globalizaron, y que no implicaron la coacción de libertades. Se extendió el modelo chino, pero hubo modelos alternativos, con baja letalidad».

-¿El conocimiento científico resultó derrotado?

-Algunas advertencias se habían hecho. Uno podría decir que sí hubo advertencias. La comunidad científica actúa en términos disciplinarios, y eso hace que la atención se concentre en los centros de microbiología, y que no sea una discusión global sobre consecuencias que tienen que ver con el virus, con la transmisión del virus y cuestiones que vayan más allá de los modelos matemáticos. La visión disciplinaria de la ciencia fue derrotada, fue desbordada por un virus que actuaba como biovirus, como psicovirus y en el campo de la política. Eso hacía que la dimensión global del virus escapara de las manos de la comunidad científica. Revisé revistas como Nature, The Lancet e informes médicos, y los contrasté con el ámbito público de la discusión. Lo más relevante es la ausencia de traducciones: cómo de la comunidad científica se traduce a la comunidad política lo que está ocurriendo. Hubo fallas evidentes. Lo mas relevante tiene que ver con el hecho de que se hicieron estudios internacionales, liderados por EEUU e Inglaterra, estudios como Solidaridad de hospitales y distintos lugares del mundo, para medir relación entre síntomas y letalidad. Uno de los argumentos es que falló la comunicación hacia la ciudadanía, e incluso la forma de transmisión del conocimiento entre las comunidades científicas y políticas. Hay autores que advertían que lo que se estaba produciendo en las biociencias y las biomedicinas eran cuestiones que no pasaban los criterio de cientificidad. Tiene que ver con las publicaciones científicas. Se pone en evidencia que la base científica que teníamos era más seudocientífica que científica.

-¿Ciencia sin ética? Por qué?

-Claro. Tenía que ver con mecanismos de financiamiento, con desarrollo de la industria farmacológica, la relación entre medicina y farmacia, las grandes ventajas que tienen las farmacéuticas a escala mundial, por la OMC y el monopolio que tienen las industrias farmacéuticas de hasta 20 años por una patente. Hablamos de negocios y no de ética y de ciencia. Esto obliga a un debate amplio, abierto, riguroso, sobre la propia razón científica. El virus no es consecuencia aislada de un agente maligno sobre seres puros, sino que es consecuencia de una lógica desbordante de deforestación, defaunación, pérdida de biodiversidad, y cómo esto entra a nuestra propia atmósfera. Está vinculado con la forma disciplinaria con que la ciencia actúa ante este tipo de problemas. Son problemas que involucran la vida de las personas, que no son científicos exclusivamente, sino que tienen dimensión ética, pública, democrática, porque el cuerpo es sujeto de las políticas del modelo biomédico global.

-¿Qué gano el capitalismo con la pandemia?

-La pandemia coincide con un momento de recesión gobal, localizado en las principales economías del nundo, y tiene que ver con una contracción de la demanda, aumento de la pobreza y la desigualdad, ausencia de una política global contra las desigualdades. El capitalismo estaba en ese momento. Cito una frase de un crítico literario, Jameson, que decía que era más fácil imaginar el fin del mundo que imaginar el fin del capitalismo. Esa frase se hizo famosa en al pandemia, porque la pandemia logró detener la lógica de acumulación durante los primeros siete u ocho meses. La pandemia paralizó el planeta. La paralización del planeta también visibilizó los efectos de la lógica del capital, cómo va destruyendo todos y cada uno de los espacios del planeta. Comenzaron a aparecer especies que no vemos por la vorágine de la vida moderna, y el planeta comenzó a detenerse y a respirar. Pero aparecen también algunas respuestas que habían sido largamente debatidas a lo interno de los distintos campos de fuerza con que opera el capitalismo, porque las corporaciones tecnológicas y la economía digital comenzaron a convertirse en una posibilidad para las políticas de «quédate en casa». Las políticas globales indicaban que había seres humanos prescindibles, residuales e inútiles, que hacían el transporte, que entregaban los alimentos, los medicamentos. El capital dependía de los prescindibles, pero los prescindibles lo eran para la lógica del capital. En este contexto la economía digital tomó fuerza, y las corporaciones tecnológicas comenzaron a anunciar un cambio global y comenzó el debate más profundo sobre la descarbonización de la economía. La lucha entre empresas tecnológicas y las de combustibles fósiles. Esa lógica se revierte con la guerra de Ucrania. El nuevo mensaje es para viajar por el metaverso, no debes moverte para disfrutar de la vida; esta es una lógica privatizada de la existencia. Ya venía ocurriendo. Todos los procesos humanos están digitalizados y Google tiene 90% de todo eso. Google inventó el algoritmo, que se usa para campañas electorales, para todo. Existe un google pret-a-porter, hecho a tu medida.

-¿Fue favorable para el capitalismo?

-Comenzaron a operar cambios muy fuertes. Lo más importante es cómo se está evidenciando la lucha intracapitalista entre Exxon, Toyota, General Motors, contra Google, Apple, Facebook, Amazon y Microsoft. La lucha entre las corporaciones de combustible fósil y las tecnológicas está definiendo los perfiles del advenimiento del próximo capitalismo.

-¿Cuál sería el próximo?

-Ya está ocurriendo la integración de procesos industriales y digitales. El advenimiento tiene que ver con las apuestas en inteligencia artificial. Esto no indica un capitalismo más limpio. Hay un contrasentido para países como los nuestros, que tienen materias primas críticas para la economía del combustible fósil y la de la economía digital. Países como los nuestros son países en disputa en esta lógica. Seguramente los principales conflictos que van a operar en este momento tienen que ver con lo que se puede convertir en la zona de conflicto más importante a escala global: el Ártico, que tiene recursos para una nueva conquista de América según la doctrina Pompeo. Es el nuevo comercio y rutas marinas transárticas. Hay entre siete y ocho países en esa disputa; los principales son Estados Unidos, China y Rusia, pero está Canadá, Finlandia, Islandia, Suecia, Noruega y Dinamarca. Los cerebros de Google y Facebook están localizándose en estas zonas, están ocurriendo cosa invisibles a nuestra vista.

-¿Es resultado de la pandemia?

-Es resultado del cambio climático. Estaba ocurriendo antes de la pandemia. Todo el debate sobre el Ártico y la compra de Groenlandia estaba ocurriendo antes. Es una zona de disputa global.

-¿Cómo quedan países como Venezuela?

-Países como los nuestros, que tienen recursos petroleros infinitos en los términos de la demanda petrolera a 2100, son objeto de las políticas imperiales china, rusa o estadounidense por la generación de inventarios petroleros. Eso nos indica que una gran tarea nuestra sería desarrollar sistemas de almacenamiento e inventario para pensar el lugar que ocupamos en la geopolítica de las materias críticas. Nuestro territorio está definido como yacimiento, el gran tema nuestro es cómo desarrollar políticas soberanas en esta dirección.

-¿En la disputa por el Ártico tenemos un rol?

-En este momento, no. Podríamos decir cosas. Las denuncias sobre acuerdos de París, sobre el mercado de carbono, sobre las transiciones energéticas. La apuesta de Toyota, BMW, Nissan y Mereces Benz es la apuesta por el motor de combustión interna, con el uso de nuevas fuentes energéticas. Nosotros tenemos ingenieros formados allí, masa crítica muy importante que pudiera estar discutiendo y trabajando como comunidad científica en los temas de la transición energética. Tenemos mucho que decir como Venezuela.

-¿Qué perdió el ciudadano en este escenario?

-Cuando se ve el experimento global que significó la pandemia hemos perdido libertades y globalmente se ha impuesto un modelo de sujeción del individuo, de control, desde las comunicaciones. Lo que apareció con el 11 de septiembre de 2001, un modelo de securitización global impuesto por EEUU, se perfeccionó con la pandemia. Aunque son acontecimientos distintos, el resultado de cómo las formas de disciplinamiento y represión se comenzaron a perfeccionar son el argumento de la pérdida de densidad simbólica de la democracia.

-¿Hacia dónde nos lleva?

-Nos conduce a unas cosas muy graves. Si lo pensamos en América Latina, uno puede decir que sobre nuestros territorio hay distintos mecanismos de teledetección de las corporaciones tecnológicas y de energía localizando fuentes y provisiones energéticas, y eso no forma parte de un debate público sobre el tipo de país que deseamos. No forma parte de un debate en las comunidades científicas, que escape sobre todo del propio encuadre de la historia política reciente en nuestro país. Hablamos de generaciones y generaciones que estarían siendo silenciadas porque no pudieron acceder al debate sobre ese sentido de país. Si lo vemos en términos del país deseable, ese país deseable tiene que ver con economía, política, conocimiento, y son temas que han dejado de formar parte de la agenda pública global. Cuando uno ve la experiencia de Slavoj Žižek, Comiendo el último caníbal, estamos observando el advenimiento de algo completamente nuevo, que no sabemos qué perfiles va a tomar, y estamos actuando como si estuviéramos exterminando al último caníbal.

-¿Consecuencias para la democracia?

-Esos temas que habían formado parte de la Ilustración europea, sobre la relación entre conocimiento y emancipación, comienzan a ser temas demodé, y pareciera que lo que se va imponiendo a escala global son figuras que sintetizan dentro de sí uno de los temas de la modernidad política europea: la necesidad de que existiera equilibrio entre poderes. Hoy deja de existir ese equilibrio porque el poder está dominado por uno solo.

-Es el mundo pospandemia. ¿Hubiera sido distinto sin pandemia?

-El coronavirus perfeccionó los mecanismos de disciplinamiento y represión. Lo que había, lo afianzó.

-¿Y los proyectos emancipatorios?

-Tiene sentido. Hay fuerzas plurales, rizomáticas y moleculares, que apuntan a pensar el mundo desde otro lugar. Tiene prácticas y funcionan a escala global, pero siguen siendo invisibles.

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