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sábado, 27 abril, 2024
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Flavia Valgiusti, experta en trauma: No se puede llegar a la justicia restaurativa si no hay un paso previo de verdad y responsabilidad

Texto, fotos y videos: Vanessa Davies y José Gregorio Yépez

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Invitada a Venezuela por el Foro Cívico, la abogada y psicóloga social argentina señala que los traumas colectivos pasan de generación en generación porque quedan en el sistema nervioso, y deben ser abordados para convertirlos en energía vital

¿Los traumas colectivos se transmiten de generación en generación? «Eso es así», responde, de inmediato Flavia Valgiusti, abogada y psicóloga social experta en trauma. Valgiusti se encuentra de visita en Venezuela, invitada por el Foro Cívico, para hablar sobre un tema que suele quedarse en las sombras: lo que pasó hace dos o tres generaciones continúa en el cuerpo del individuo y en el de la sociedad, y necesita salir para convertirse en otra cosa; en lo que ella llama energía vital.

«Fui jueza de menores, trabajé varios años con traumas individuales y llegó un momento en que empecé a ver cómo en las situaciones concretas había traumas que se transmitían de generación en generación», explica en conversación con contrapunto.com.

Formada en Israel y en otros lugares, Valgiusti señala que la información del trauma no está en el cerebro, sino que queda en el sistema vagal (sistema nervioso), el que no manejamos. El trauma no es una patología, subraya. «En las neurociencias hay una especialidad que es la epigenética, que nos muestra que los traumas se transmiten de generación en generación bajo cambios del epigenoma; es un mecanismo químico, bastante sofisticado, por el cual se encienden o se apagan algunas partes del genoma. Lo que se transmite son las adaptaciones que tuvieron que hacer los seres humanos en situación de estrés o trauma para sobrevivir. Esas adaptaciones se transmiten de generación en generación, así como se transmiten los talentos».

El Holocausto, el colonialismo, el haber negado la integración de lo afro, haber silenciado las prácticas de los pueblos originarios, las dictaduras, la violencia son algunos de los traumas colectivos que arrastramos. Se le suma el COVID-19. «Sabemos que los traumas colectivos, para ser vistos y hablar de ellos, se necesitan dos o tres generaciones», afirma.

Aunque «nos creemos muy modernos nuestro cerebro es un cerebro de las cavernas, y lo que busca nuestra biología es sobrevivir. El trauma es inteligente. Es energía que quedó congelada, cristalizada en alguna parte nuestra, queda encapsulada. Es energía vital, que pulsa por querer emerger, mostrarse, transformarse», describe.

«El trauma está en nuestros cuerpos, en lo individual, y está en el cuerpo colectivo. Solamente que los traumas colectivos son tan fuertes que son los más difíciles de experimentar grupalmente. Son procesos más lentos, más profundos, que tienen su propio lenguaje, que son los síntomas sociales». El trauma individual «es la expresión de un trauma colectivo más profundo, por lo que hay que involucrar a la comunidad, a las instituciones, a la cultura, para que se haga responsable de su parte». Son «problemas sistémicos que deben ser resueltos de forma sistémica; los traumas colectivos se resuelven en el nivel colectivo».

-¿Cómo se expresan las adaptaciones?

-Puedo dar ejemplos. En la tercera generación de las personas que vivieron en campos de concentración aparecen trastornos alimentarios. Son personas que se angustian si no ven comida en la nevera; entran en pánico aunque no hayan vivido la carencia. Lo tienen dentro. Se puede expresar en angustias y ansiedades inexplicables que no se pueden resolver. Mi papá es migrante, y siempre tengo una sensación de nostalgia por la cultura de mi papá. Cuando viajo a Italia me siento en casa. Me gustan los sabores italianos. Va más allá de mí. Cuando se empieza a trabajar se da cuenta de que somos más contenido colectivo, que individual. No tenemos total libertad. En la medida en que no resolvemos traumas colectivos del pasado no tenemos libertad para elegir futuro, y nuestro futuro se convierte en destino. Los traumas colectivos no resueltos se convierten en destino, y los individuales también, porque se repiten una y otra vez en la vida de una persona. El trauma es inteligente y lo que busca es resolverse e integrarse.

Los traumas políticos son «particularmente lesivos si atentan contra la vida y la integridad de las personas», comenta, pero lo contextualiza como un trauma de la ley. «Cuando la ley es aplicada perversamente, aparecen los problemas. No porque se aplique perversamente la ley tenemos que tirar la ley por la borda, sino que tenemos que tener claro que es posible construir ley y justicia en cada acto de nuestra vida».

Cuando hay un trauma colectivo, refiere, «la que más sufre es la primera generación, porque no la dejan hablar de eso. Nadie quiere escuchar hablar de eso, porque está muy cercano. Se necesita más tiempo para hablar de eso; es muy doloroso hacerse cargo de eso cuando la herida está abierta».

Valgiusti esgrime la palabra verdad. «Lo que veo en las víctimas es que quieren verdad. Tienen la verdad, pero no tienen el reconocimiento de la verdad. El reconocimiento de la verdad es lo que les da paz a las víctimas. Lo que da paz a las víctimas es que se hagan responsables por sus actos. Quieren verdad y responsabilidad. Para mí no se puede llegar a justicia restaurativa si no hay un paso previo de verdad y responsabilidad».

-¿Y luego?

-Para hablar de responsabilidad hay que hablar de capacidad para responder, y no todas las personas la tienen. Cuando alguien ha sido quebrado moralmente, internamente, no está capacitado para responder, porque la verdadera responsabilidad nace del contacto con la ley interior. Un reconocimiento interior de que algo estuvo fuera del orden. Hay que crear las condiciones para que se pueda asumir esa responsabilidad, porque es terrible cuando se llega a comprender lo que se llegó a hacer y las consecuencias. Es un dolor enorme. Una persona, para hacer determinados actos, es porque está muy traumatizado. El trauma hace que haya desconexión de las emociones y los sentimientos; no se puede empáticamente sentir lo que el otro siente. Esta es una visión más compasiva. No justifico. Es una mirada compasiva, con la que puedes comprender mejor la conducta humana.

-¿La justicia restaurativa pasa por la víctima, también?

-Pasa por la víctima, el victimario y la comunidad. La comunidad permitió que ese trauma ocurriera. Algo colectivo llevó a esa situación donde alguien no fue hábil para tomar su responsabilidad. La justicia restaurativa tiene una primera etapa: ¿Qué veo ahora que no pude ver en ese momento? Y ver, y sentir lo que en ese momento no se pudo ver ni sentir. Hay una segunda etapa, que es la responsabilidad. Tomo responsabilidad por mi acto, y la tomo internamente, no por una presión externa. Reconozco el dolor que creé. Y después viene el pagamento, porque algo hay que pagar. La vida no es reparable, pero sí se puede hacer un pagamento. Se puede honrar la memoria, comprometerse uno a determinadas cosas. Hay que hacer un pagamento, porque si no, energéticamente, no se cierra la situación. Para mí, hay otra etapa, que tiene que ver con la espiritualidad, que es la redención. Es cuando algo superior me mira con compasión, y yo también puedo mirarme con compasión. Eso depende de cada uno. Tanto el budismo como los cristianismos reconocen la redención.

La palabra sana, pero es «si te escucho con el corazón abierto, y puedo sentir lo que estás sintiendo. No es sentir lástima, sino compasión. Es una palabra emocionada, que significa que estoy compartiendo el mismo campo de dolor. Dolor no es sufrimiento. El sufrimiento es como un loop, que se repite una y otra vez; en cambio, el dolor es liberador. El sufrimiento es algo mental; el dolor el corporal. El cuerpo llora. Por eso, al trabajar el trauma hay que trabajar lo corporal, con música, danza, movimiento».

Destaca la importancia de los grupos que puedan ser testigos, lo que hace que el campo colectivo se apropie del trauma y lo asuma. Es presencia emocional, física y psicológica.

-¿En qué debe transformarse el trauma que emerge?

-En energía vital para seguir adelante. Para la creatividad. Para encontrar nuevas formas de salir de la situación. Transformarnos a nosotros mismos con más conciencia.

-¿Se resuelve con la ley?

-Necesitamos de la ley porque guía nuestras acciones. Tenemos leyes en nuestro cuerpo que son las leyes que heredamos de nuestra cultura. Las leyes son algo que nos guía, órdenes que nos guían. Cuando perdemos esas leyes perdemos el orden, perdemos el norte. La ley es sanadora y la justicias es sanadora cuando permiten la restauración ética. Cuando hay trauma es porque se rompió una ley de la vida. Es necesario que la justicia vuelva a poner la ley correcta en su lugar.

Valgiusti aclara que, cuando se aborda el trauma, se trata, no el hecho, sino la experiencia. «El trauma tiene tres E: evento, experiencia y efectos. Nosotros trabajamos la experiencia del trauma». Con el trauma «trabajamos los recursos, las herramientas de sanación y la transformación del trauma», y en el caso de América Latina la cultural, el arte, la artesanía, el teatro son formas de tramitarlo.

«Creo que las transformaciones no vienen del centro del poder; vienen de la periferia, porque tenemos más libertad. Hoy los cambios vienen de las periferias y no del centro del poder. Es mi perspectiva. Para mí, no hay que luchar contra las instituciones, sino crear nuevas institucionalidad; no perder energía en luchar en contra, sino crear una nueva institucionalidad», confirma. «Uno debe poner su energía en visionar lo que uno desea; es construir un horizonte en el que los demás se puedan reflejar».

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