Oscar Meza, director del Cendas-FVM, calcula que 50% del incremento del precio de los alimentos se debe al tipo de cambio, y la otra mitad a factores como la escasez de gasolina, falta de financiamiento para el sector agrícola y «matraca». El gobierno «está favoreciendo el libertinaje de los precios», subraya Rodrigo Agudo, director de la Red Agroalimentaria de Venezuela. En los anaqueles «hay presencia de alimentos, pero a unos precios que ni siquiera 10% de la población los puede comprar», afirma
Todo sube, menos el salario. Frase pronunciada siempre en todo el planeta, pero nunca mejor dicha que en la Venezuela de la hiperinflación y de una paridad bolívar-dólar que este viernes 25 de septiembre avanzaba a 430 mil bolívares por divisa. El ingreso básico (400 mil bolívares) quedó por debajo de un dólar.
El precio de los alimentos «baila» al mismo ritmo de la crisis. Pero no todos se elevan por igual. Adquirir la canasta alimentaria familiar correspondiente al mes de agosto, elaborada por el Centro de Documentación y Análisis Social de la Federación Venezolana de Maestros (Cendas-FVM), costaba 270 dólares. Cinco son los rubros que más subieron: Raíces y tubérculos (57,6%), carnes y sus preparados (30,1%), frutas y hortalizas (28,3%), grasas y aceites (28,3%) y granos (25,4%).
Pero Oscar Meza, director del Cendas-FVM, pone la lupa sobre estos números y precisa que, al comparar los precios entre agosto de 2019 y agosto de 2020 lo que más aumenta es el café (más de 3.000%). «Este es el producto que más ha aumentado», confirmó a contrapunto.com. Le siguen los tubérculos, carnes, pescados y mariscos, entre otros.
«Esta situación no es normal», subraya. «Un país con 5% de inflación de alimentos al año comienza a preocuparse» y en Venezuela supera 1.000 %. Saca otra cuenta: «Con el salario mínimo de 450 bolívares, en 1974, se podía compra 450 kilos de limón; con el salario mínimo de hoy puedes comprar un kilo de limón».
«Los productos industrializados son los que registran menos aumento de precios», asevera.
No es por casualidad que el café y los tubérculos muestran la mayor variación. El marcador de precios de Venezuela es el dólar, recuerda Meza. En una vida con gastos dolarizados e ingresos en bolívares la brecha es enorme. La dolarización ha ayudado a estabilizar los precios, pero debes incorporar los costos que genera, enfatiza. Los alimentos que vienen del campo tienen detrás la compra en dólares de semillas, fertilizantes y otros insumos.
Los productores señalan la falta de créditos, a lo que ahora se suma la escasez de gasolina y el precio al que la pagan en las zonas agrícolas (tres a cinco dólares por litro), los problemas de agua, las restricciones impuestas por la cuarentena y el abuso de autoridad, explica.
Con el café en particular, a pesar de la tradición histórica de Venezuela, la ausencia de financiamiento y de apoyo al productor se hace sentir en los precios.
Meza calcula que 50% del incremento del precio de los alimentos se debe al tipo de cambio, y la otra mitad a factores diferentes.
Rodrigo Agudo: Libertinaje de los precios
Rodrigo Agudo, director de la red Agroalimentaria de Venezuela, indica que el país estuvo 19 años bajo una gran intervención del Estado en la economía, con el Estado como agente central. Pero «la crisis ha llegado a un nivel tan profundo que el Estado es totalmente incompetente para poderla controlar», analiza en entrevista para contrapunto.com.
«Lo que hemos venido observando en los últimos cuatro o cinco meses es un cambio de 180 grados en la orientación económica, y paradójicamente el gobierno está favoreciendo el libertinaje de los precios», comentó.
El país «vive una crisis profunda de abastecimiento», advirtió el experto en materia agroalimentaria. Si se estima un consumo mínimo de 2.200 calorías y 63 gramos de proteínas al día «la disponibilidad de alimentos no garantiza que ese volumen pueda abastecer a más de 15% o 20% de la población». La paradoja es que «esa oferta limitada está a unos niveles no asequibles a 90% de la población».
En los anaqueles «hay presencia de alimentos, pero a unos precios que ni siquiera 10% de la población los puede comprar».
Todo parece indicar que el laberinto está lejos de solucionarse.