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lunes, 06 mayo, 2024
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#Los10SinChávez | Escaseó la comida, nacieron los CLAP, crecieron los «bachaqueros» y aumentó la dependencia de las importaciones

Texto y foto: Vanessa Davies

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Hoy en Venezuela «hay mucha gente pasando hambre porque no tiene ingresos suficientes para poder comprar lo que se ofrece en los estantes de los supermercados, abastos, bodegones, etcétera. La bolsa CLAP no es suficiente y la economía no da para generar suficientes empleos decentes, formales y bien remunerados», concluye Alejandro Gutiérrez, profesor del Centro de Investigaciones Agroalimentarias de la Universidad de Los Andes

En ese apartamento de una zona de clase media el principal ingrediente en la mesa es lo que contiene la bolsa del CLAP. Con un ingreso exiguo, con alimentos a precios inalcanzables para su bolsillo, la familia ajusta su menú a lo que le entreguen las organizaciones del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV). El contenido de la bolsa ha variado; antes había harina de maíz mexicana elaborada para hacer tortillas y no arepas, y la gente tuvo que aprender a prepararla. A veces le llega aceite; el paquetico de leche se convirtió en chicha. El café desapareció. Lo que se recibe, se utiliza, o se emplea para el trueque por otros productos.

Con el mandatario Nicolás Maduro surgieron los Comités Locales de Abastecimiento y Producción (CLAP). En abril de 2016 nacieron estas figuras y se les otorgaron plenos poderes según el decreto de estado de excepción y de emergencia económica. Para acceder a los CLAP hay que inscribirse y pagar un monto mínimo por lo que los líderes pesuvistas llaman «el beneficio».

El 15% más pobre del país depende del CLAP, señala Edison Arciniega, presidente del Centro de Estudios Agroalimentarios. Según sus estimaciones Venezuela necesita un millón de toneladas de alimentos al mes y el CLAP proporciona 100 mil. «Nunca supera los 9,10 kilos por combo y nunca baja de los 7,6 kilos por combo. Esto demuestra una perspectiva de continuidad y estabilidad en cuanto a los suministros, aunque los suministros siguen siendo exiguos para una familia», explica Arciniega.

En los 10 años sin Chávez la mesa del venezolano ha estado revuelta. Las más de las veces, sin comida. Y cuando la comida regresó, sin dinero para adquirirla. El país se hizo más dependiente de las importaciones y la producción agrícola se vio afectada.

Hoy en Venezuela «hay mucha gente pasando hambre porque no tiene ingresos suficientes para poder comprar lo que se ofrece en los estantes de los supermercados, abastos, bodegones, etcétera. La bolsa CLAP no es suficiente y la economía no da para generar suficientes empleos decentes, formales y bien remunerados», concluye Alejandro Gutiérrez, profesor del Centro de Investigaciones Agroalimentarias de la Universidad de Los Andes (ULA).

Chávez: Auge y caída del campo

Gutiérrez analiza el ciclo de Chávez como presidente y concluye que el sector agrícola
venezolano en ese periodo «tuvo un comportamiento inestable. Declinación entre 1998 y 2003,
aumento de producción entre 2003 y 2008, y desde 2009 una caída muy fuerte de
la producción». Entre 2003 y 2008 «hubo aumento importantes de la producción de maíz arroz, caraotas, papa, cacao, leche y porcinos. Eso fue posible por mejoría en los precios reales recibidos por los productores, aumento del gasto público agrícola, subsidios a fertilizantes y al
crédito agrícola abundante, con tasas de interés reales negativas y la seguridad de
mercados para la producción nacional».

En esos años, expone Gutiérrez, «también aumentó la producción por habitante de la industria de alimentos, estábamos en auge del consumo mientras también crecían las importaciones. Todos estábamos contentos. A partir de 2009 comenzó el declive de la producción agrícola y las
mejoras de 2021 y 2022 no sirven para compensar la caída de 2009-2020″. La producción de la industria de alimentos «comenzó a declinar con fuerza desde 2011. Aumentó un 17% entre 1998 y 2010 y luego comienza a declinar».

El profesor e investigador asevera que, detrás de la caída de la producción agroalimentaria que comenzó cuando Chávez todavía estaba vivo se encuentran razones como «los controles de precios y del tipo de cambio, las reducciones de los subsidios agrícolas y al crédito en la medida que colapsaban las finanzas del gobierno y las prioridades cambiaban, el poco respeto por los derechos de propiedad, las invasiones a fincas, ocupaciones de fincas y agroindustrias, nacionalizaciones de empresas productoras y distribuidoras de alimentos e insumos agrícolas, la
política de preferir importar con un tipo de cambio sobrevaluado para abaratar importaciones y mitigar las presiones inflacionarias mientras que los productores nacionales se enfrentaban a una baja rentabilidad por los precios que imponía el gobierno».

En el año 2020 «el volumen de producción per cápita de la industria de alimentos era apenas una tercera parte del que hubo en 2010. Las mejorías de producción de la industria de alimentos en 2021 y 2022 son insuficientes, y los niveles de producción y la capacidad utilizada de las plantas están muy lejos todavía de los valores alcanzados en 2010».

La tenaza de la escasez y las mafias de «bachaqueros»

Chávez «fue declarado muerto oficialmente el 5 de marzo de 2013. Ya para ese entonces había comenzado el declive de la producción agrícola y de la industria de alimentos, y aunque todavía teníamos altos precios e ingresos del petróleo, el país ya presentaba desequilibrios macroeconómicos que se escondían con la alta renta del petróleo y el aumento de la deuda externa», refiere Gutiérrez. «Recuérdese que 2012 fue un año electoral y Hugo Chávez Frías fue reelegido, pero como lo confesó en su carta de renuncia Jorge Giordani, la victoria electoral de Chávez se logró con aumentos importantes del gasto público para sostener las misiones
(Vivienda, alimentación, otras), de manera tal que la población se ilusionara y
reeligiera a Chávez, ya presa de su enfermedad, lo que efectivamente sucedió el 7
de octubre de 2012″.

Es decir, «conscientemente, para conservar el poder político no se dudó en agravar los desequilibrios macroeconómicos del país. Al reducirse los precios del petróleo en 2014, la crisis estructural de Venezuela, la que comenzó a comienzos de los años ochenta, resurgió con toda su fuerza y aquí estamos empantanados, viviendo una tragedia. Esos son hechos».

Ni con dinero se podían conseguir los bienes de primera necesidad. La escasez se hizo presente a partir de 2015. La población cayó en manos de «bachaqueros» y especies afines.

-¿Cuáles son las causas de la escasez que vivimos entre los años 2015-2019?
¿Se han resuelto los problemas de fondo?
-La explicación está en los libros de introducción a la economía- argumenta Gutiérrez. Si usted fija un precio máximo de venta al público de un bien por debajo del que establecería el libre juego de la oferta y la demanda se crea un exceso demanda sobre la oferta y surge la escasez, los mercados negros e ilegales y la distorsión para asignar recursos e inversiones porque los precios no envían las señales apropiadas. Al final los consumidores pagarán a los bachaqueros y en los mercados ilegales un precio muy superior al que hubieran pagado sin el control de precios. Eso ha sucedido y los textos de historia económica lo recogen.

Pero, analiza, «siempre hay gobiernos, sobre todo aquellos con vocación autoritaria, que creen que eso es pura teoría y que los controles de precios que ellos impongan si van a funcionar.
Ni en la desaparecida URSS, ni en China, ni en Cuba, ni en Corea del Norte ni en ninguna parte han funcionado los controles de precios prolongados en el tiempo. Hay más de 4.000 años de historia de controles de precios y los resultados son escasez, mercados negros y pérdidas de bienestar para la sociedad. El actual gobierno, contradictoriamente quiere que vengan los inversionistas pero no deroga la Ley orgánica de precios acordados. Eso está allí como una amenaza para los inversionistas».

Al echar la película para atrás -cosa que Gutierrez hace necesariamente- se reviven las circunstancias. «Cuando las reservas monetarias internacionales no fuero suficientes no solo se redujeron las importaciones de alimentos, tampoco hubo para importar insumos y materias primas agrícolas, aun en los casos que el gobierno tenía el monopolio de importar para luego revender a los productores privados. Todo un desastre».

Vista de la lista de precios de una carnicería, el 16 de mayo de 2020, en Caracas (Venezuela). Venezuela cumplirá la próxima semana un mes haber puesto en marcha un nuevo mecanismo de control de precios, una medida que, por ahora, ha defraudado las expectativas del Gobierno de Nicolás Maduro, que esperaba el freno de la inflación, y de los analistas económicos, que vaticinaron una severa escasez. EFE/ Rayner Peña

El presente en crisis

En 2022 el discurso oficial asentaba que «Venezuela se arregló». En el sector agrícola se ha iniciado una recuperación «que es muy frágil. Ya el país no tiene dólares, el gobierno no tiene recursos para apoyar la producción y el crédito agrícola y de la banca en general se ha minimizado por la política de aumentar el encaje legal hasta niveles que ni el más monetarista y neoliberal lo haría. Tampoco hay combustibles (gasolina y gasoil), lo que obstaculiza la producción y la comercialización junto con la crisis de los servicios públicos. Además, todavía hay inseguridad y no se respetan derechos de propiedad en las áreas rurales. Los productores son cautelosos para hacer inversiones porque todavía hay desconfianza. Algunos traen algo de sus dólares ahorrados o consiguen financistas para producir».

Los pequeños productores «están rezagados en esta pequeña recuperación, no tienen ni subsidios ni acceso al crédito, dependen de los prestamistas de pueblo y de los intermediarios
comercializadores en el mejor de los casos. Muchos, como los productores de papa se enfrentan a la competencia de las importaciones desde Colombia. La desigualdad aumenta no solo en las ciudades, también en las áreas rurales.

Ahora, describe, «hay más libertad para importar alimentos e insumos, pero faltan los dólares. Al igual que en el caso de la economía general, la recuperación es frágil, pequeña y desigual. Estamos muy lejos de los años con mejores resultados. La cuesta a subir es muy empinada porque mientras no solucionemos nuestra crisis política el país seguirá aislado de los mercados financieros internacionales y de los multilaterales».

A partir de 2018 la petroquímica Pequiven disminuyó el nivel de producción y la planta de NPK detuvo su producción, por lo que comenzó la escasez de fertilizantes, recuerda Saúl López, presidente de la Sociedad Venezolana de Ingenieros Agrónomos. Entre 2018 y 2020 se registró una gran escasez de estos insumos. «Todavía el sector privado no se había organizado de forma eficiente para ellos mismos importar los fertilizantes», rememora. Ya en 2021 decidieron dejar de depender del Estado y organizarse, y lograron satisfacer de 40% a 45% de la demanda.

Sin escasez y sin dinero

Cuando los alimentos regresaron a los anaqueles no había cómo comprarlos. El boletín Saman de Cáritas indicó, en 2017, que los grupos familiares tuvieron que dejar de comer. «La proporción de familias que reportar recurrir a estrategias de crisis (privación alimentaria) o de
emergencia (liquidación de activos familiares para comprar alimentos y fragmentación familiar) se incrementó, así como el Índice general de Estrategias de Sobrevivencia que denota que las familias enfrentaron en el período un empeoramiento en su seguridad alimentaria».

Desde 2019 en el país «tenemos liberación de facto de los precios y las fuerzas del mercado
operan, se acabó la escasez. En una economía en crisis como la nuestra, la poca oferta se equilibra con la poca demanda a través de los precios», puntualiza Gutiérrez. «Ya no hay bachaqueros. Donde no hubo controles de precios no hubo escasez, usted no vio a la gente haciendo cola para comprar frutas, zanahoria, papa, pimentón, tomate, ajo, etcétera. La razón es que ni en frutas ni en vegetales frescos hubo controles de precios, gracias a dios».

Sin embargo, aclara, esto no significa que no haya inseguridad alimentaria. «Los salarios de Venezuela, en especial los de la administración pública, son miserables, los más bajos de América Latina y el Caribe, ese es nuestro drama. La inseguridad alimentaria y nutricional de los venezolanos debe estar junto con las deficiencias en la salud y educación como prioridad número uno de la políticas públicas ahora y en los próximos años».

Los trabajadores públicos, activos y jubilados, se enfrentan al mundo con un ingreso de cinco dólares al mes. La canasta básica supera los mil dólares. No hay que ser un mago de las finanzas para ver que no tienen cómo subsistir.

Según el boletín epidemiológico de Cáritas Venezuela del tercer trimestre de 2022 «uno de cada tres diagnósticos de desnutrición leve u moderada se hizo en escolares (entre 6 y 11 años), mientras que casi la mitad de los diagnósticos de desnutrición severa se hizo en pacientes mayores de 60 años; de estos, 70% se hizo en hombres».

Más importado que nacional

¿Cuánto de lo que comemos se produce en el país? ¿Cuánto dependemos de las importaciones? «La última cifra oficial que de manera global puede dar respuestas a tu pregunta se publicó por el Instituto Nacional de Nutrición en la Hoja de Balance de alimentos
de Venezuela de 2014. Para ese momento se estimaba que el 63,5% de las disponibilidades de alimentos, medidas en energía alimentaria (calorías), eran de procedencia importada».

Para 2014 «se tenía alta dependencia de importaciones en disponibilidades en maíz blanco (52%); arroz (38%), azúcar (60%), caraota (94%), aceites vegetales mezcla (98%), leche en polvo (98%). Todavía importábamos bovinos y carne en canal porque el consumo de carne había crecido. Somos muy dependientes en soya y maíz amarillo, materias primas fundamentales para producir alimentos balanceados para alimentar aves. En trigo somos totalmente dependientes, pero es mejor importarlo que producirlo en el país, porque allí no tenemos ventajas comparativas y mucho menos competitivas».

Fedeagro, con base en cifras de consumo aparente, indica Gutiérrez, «estimaba que para 2021 el porcentaje de autoabastecimiento en maíz era de 21,3%, en arroz de 20%, en caña de azúcar de 15,8% Esto por solo mencionar alimentos de la agricultura vegetal que son importantes aportadores de energía alimentaria para la población venezolana».

Algunos se molestan, comenta, «cuando uno habla de que necesitamos aumentar la producción nacional y sustituir importaciones eficientemente para no cargar costos de baja productividad e ineficiencia productiva a los consumidores. La verdad es que Venezuela puede llegar a ser autosuficiente en la producción de maíz blanco y arroz, dos rubros que son fundamentales para la seguridad alimentaria y nutricional de los venezolanos para los cuales tenemos dotación de
factores o ventajas comparativas. En el pasado, hasta mediados de la primera década del siglo XXI, fuimos autosuficientes en la producción de maíz blanco con niveles de protección razonables. Maíz blanco es la materia prima fundamental para hacer la harina precocida de maíz, es decir, arepas, nuestro principal alimento. En arroz hemos sido exportadores. Hay otros donde tenemos bastantes posibilidades sin apelar a niveles exagerados de protección, pero se requieren políticas apropiadas».

Los productores se siguen enfrentando a las dificultades. De acuerdo con Ramón Bolotín, directivo de Fedeagro, reportó que las áreas maiceras en occidente «registraron una caída de siembra en el ciclo de verano del 20%». Bolotín alertó que, si no se resuelve a tiempo la comercialización del maíz, puede también haber un retroceso en el área de siembra para el invierno 2023″.

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