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jueves, 25 abril, 2024
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En las aulas y en las calles se observa la cara más cruel de la emergencia venezolana

Vanessa Davies y José Gregorio Yépez

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“Salarios de hambre”, acusan los docentes universitarios, y los números les dan la razón. Hoy día una pensión cubre menos de 3% del costo de la canasta básica. “Llegó un momento en que con mi esposa veíamos hacia la cocina y lo único que tenía era un kilo de arroz”, recuerda el dirigente Luis Cano. Profesores como Pedro García, obligados a vender sus objetos para poder comer, son la realidad de todos los días en un país que dejó de ser “rico”. Hoy se han dado pagos a docentes universitarios después de movilizaciones de trabajadores cuestionando la metodología de la Oficina Nacional de Presupuesto que aún no satisfacen las necesidades de los trabajadores Contrapunto y Punto de Corte unieron esfuerzos para hacer la foto de una parte de la realidad venezolana 

Luis Cano se encontró un día con que no tenía nada que comer, salvo un paquete de arroz. Ser un jubilado o pensionado en el año 2021 en Venezuela era garantía de hambre. Lo sigue siendo en 2022, cuando Cano se anima a hablar de momento en el que su esposa y él se miraron las caras y afrontaron la incertidumbre.

Con los hijos fuera del país, Cano dedica los ratos libres a reparar neveras y computadoras. “Y me la veo dura”, admite. “Me ha tocado hacer un espagueti e irme al Mercado de Coche, comprar un poquitico de ajo y de aliño para que el ajo le dé sabor al espagueti, y eso es lo que como: espagueti con ajo. O comprar una berenjena, picarla con arroz y hacerla guisada”.

“La cosa se me puso chiquitica a partir de marzo del año pasado, cuando hubo un recrudecimiento de la pandemia y tuvimos que encerrarnos, no podía salir a trabajar. Nos quedamos solo con la pensión. Llegó un momento en que con mi esposa veíamos hacia la cocina y lo único que tenía era un kilo de arroz”, recuerda el presidente del Frente en defensa de los Jubilados y Pensionados de Venezuela.

Un día un amigo le preguntó qué le pasaba. “Le conté mi realidad. Me dio unos dólares y con eso compré un cartón de huevos y un kilo de queso. Cuando le dije mi situación, se lo dije llorando, porque a mí me enseñaron que hay que trabajar”.

No es solo el hambre en el estómago. Es, también, el hambre en el corazón, porque Cano tiene que visitar a su nieta de seis años por teléfono. La emergencia empujó –y empuja- a millones de venezolanos a otros países.

Seis millones de pensionados y jubilados han tenido que vivir con el mínimo del mínimo. “Nos han quitado todo”, subraya Emilio Lozada. “Tengo 20 años jubilado del sector postal; salí como consultor postal, hice una profesión en el correo, y salí –en el año 2002- con el mejor sueldo: 2 millones de bolívares, que me permitían mantener mi hogar”. Pero “tres años después quitaron el tabulador y nos llevaron a lo mínimo”. Lozada se sostiene con las ayudas. “¿De qué puedo vivir? Mi hijo me ayuda”.

Efecto devastador

La economía venezolana ha sufrido un proceso de “empequeñecimiento” que causa un impacto devastador en el poder adquisitivo de los trabajadores.

El proceso de destrucción del ingreso de los venezolanos está asociado a políticas económicas erráticas que han atentado contra la capacidad de la economía para dar respuesta a las necesidades de la población.

 Esas políticas han tocado a todo el aparato productivo. Sus efectos no discriminan entre empresas del Estado, el tejido de grandes compañías privadas y Pequeñas y Medianas Empresas (Pymes).

Esto se refleja en los resultados estadísticos que registra la economía nacional que, entre 2013 y 2020, sufrió siete años de caída del Producto Interno Bruto (PIB), entendido como la capacidad de una economía de producir bienes y servicios. En ese periodo el PIB se contrajo 80%.

Esta situación también incluyó un proceso hiperinflacionario que comenzó en 2017 y que “técnicamente” se terminó. Sin embargo, hasta el momento no se han conjurado los efectos perniciosos que causa sobre el ingreso de los trabajadores el incremento sostenido de precios, que bajó su ritmo, pero no cesa.

La contracción de la economía hizo que las remuneraciones que se pagan a los activos, a jubilados y pensionados, hayan caído estrepitosamente en los últimos siete años.

La destrucción del ingreso ha sido de tal magnitud que hasta el 15 de marzo de 2022 el salario mínimo mensual de los trabajadores venezolanos no alcanzaba los dos dólares

Según los estudios del Banco Mundial quienes en el planeta Tierra sobreviven con menos de 1,90 dólares al día son pobres extremos.

 El salario mínimo venezolano para el momento del anuncio de su más reciente aumento equivalía a 30 dólares mensuales. Esto coloca el promedio de ingreso diario en un dólar, es decir, en el rango de pobreza extrema calculado por el Banco Mundial.

 En la Venezuela de hoy el salario mínimo subió de una cifra inexistente a otra que lo ubica en niveles de pobreza extrema, es decir: La condición de miseria no cambia.

Los jubilados y pensionados venezolanos ganan ese salario, es decir, que por definición son pobres extremos.

Lección amarga

En este grupo de pobres entre los pobres, los docentes han tenido que aprender una lección muy amarga. Pedro García, maestro jubilado y dirigente gremial, ha logrado subsistir con la venta de los escasos bienes que logró acumular en tiempos mejores. “Hemos vendido varias cosas. La última cosa que vendí fue una nevera vieja, que estaba operativa. Esos objetos que atesoramos por muchos años crean sentimientos, porque fue con esfuerzo, con dedicación, con trabajo, y uno siempre quiete mantenerlos hasta el final. Pero la necesidad tiene cara de perro”.

-¿Cuándo empezó a vender las cosas?

-Desde el año 2018 comenzamos a deshacernos de cosas: muebles, cocina, herramientas de trabajo. Tenía una desmalezadora; también la vendí. Una escardilla, una chícora. Cosas que son útiles. Ya casi no nos quedan.

-¿Qué les queda para vender?

-Tenemos una lavadora que tiene unos detallitos, que se puede mandar a arreglar y quedaría perfecta.

-¿Cuándo no tenga para vender?

-Esta lucha la estamos haciendo para cuando llegue ese momento en que ya no tenga nada que vender, y que se vea el fruto. No dejaremos de pelear hasta conquistar una mejor condición de vida. Una pensión justa que nos permita vivir dignamente.

-¿Cuáles son las medidas que ha tomado el Gobierno que llevan a esto?

-Un recorte del gasto público a través de la hiperinflación. Es un recorte hecho de forma desordenada. La hiperinflación liquida todos los gastos del Estado, que se queda sin dinero para gastar porque recauda en bolívares y los bolívares no valen nada. Eso destruye el gasto público. Ese es el peor camino para enfrentar la situación.

La hiperinflación “llevó el gasto del Estado a cero. El salario, el gasto social público, el gasto en hospitales, educación, todo a cero. Con esto deja a la población sin los fundamentos de un Estado social y de derechos”.

Alvarado señala que las consecuencias de esta política se evidencian en la salida del país de 6 millones de venezolanos “que tuvieron que huir del hambre, la miseria y el desempleo. De la falta de oportunidades. Huyeron de una tragedia y esa es la magnitud del daño que se le hace al país”

“La manera como afrontó Maduro esta crisis fue: Me aferro al poder, reduzco al mínimo el gasto público y cualquier manifestación la reprimo”, sentencia Alvarado.

Por su parte, Manuel Sutherland, director del Centro de  Investigación y Formación Obrera (CIFO), estima que “la destrucción salarial y de los ingresos obreros fundamentalmente se debe al hiperrentismo petrolero, que es el clímax del derroche, de la falta de ahorro, de la fuga de capitales, de la sobrevaluación de la moneda, de la privatización de la renta en manos de empresarios rentistas y corruptos en el Gobierno”.

“Eso fue lo que destruyó en 12 años las bases económicas que se tenían en Venezuela. Arruinó el agro, arruinó la industria, al comercio formal de escala”, analiza Sutherland.

Pasando hambre

Este tsunami se llevó por delante a los trabajadores, y en ese grupo, a los educadores. “La mayoría del profesorado universitario está en condiciones realmente difíciles, pero particularmente los docentes que están en la universidad a dedicación exclusiva y a tiempo completo”, describe Víctor Márquez, presidente de la Asociación de Profesores de la Universidad Central de Venezuela (UCV). El salario, calcula, es de unos cuatro dólares al día. En consecuencia “buena parte del profesorado está subsistiendo con ayuda de sus familiares, con actividades que están realizando fuera del horario de trabajo y ‘rebuscándose’ por diferentes vías”. Los jubilados son los más afectados.

La educación y el trabajo son elementos fundamentales para el desarrollo social según la Constitución Nacional, destaca Márquez, “Pero cuando vemos el ingreso en dólares de un profesor universitario en Venezuela, y lo comparamos con los profesores en América Latina, la diferencia es abismal”. Un docente debería comenzar su remuneración con mil dólares de base, y el que más gana, recibir por encima de mil dólares, calcula Márquez. El salario de los profes venezolanos dista mucho de esos montos.

La depresión económica, sumada a la pandemia, minó cualquier ahorro que los docentes hubiesen podido juntar. El “ojómetro” revela educadores más delgados, que admiten comer menos o comer de menos calidad. La Apucv encontró docentes con problemas para alimentarse, “que estaban teniendo problemas de desnutrición o de malnutrición”, y decidió realizar un estudio. “La encuesta fue aplicada a más de 700 personas, y de las 700 personas, 100 aparecieron en situación de vulnerabilidad”. Esto “pone en evidencia cómo la baja remuneración del personal docente ha tenido un impacto en la calidad de vida del profesor universitario”.

Cuando una economía se contrae, cada vez se hacen más pequeños los salarios de los trabajadores. Los trabajadores del sector público, incluyendo profesores universitarios, pensionados y jubilados son muestra fehaciente de esta ecuación, ya que sus remuneraciones están referenciadas por el salario mínimo que “fue elevado” en marzo pasado de 1,97 dólares mensuales a 30 dólares.

Con estas cifras se ve lejano septiembre de 2012, cuando el salario mínimo era de unos 170 dólares.

Hostigamiento

Durante una asamblea y protesta de trabajadores de la UCV, desarrollada en marzo de este año, la profesora Keta Stephany, directiva de la Federación de Asociaciones de Profesores Universitarios de Venezuela (Fapuv), sostuvo que el gobierno “nos está echando de las universidades” con la estrategia de bajos sueldos y hostigamiento. Otros dirigentes gremiales coinciden con esta visión.

“Ha habido, a lo largo de los últimos años, una política de Estado dirigida a destruir el sistema universitario como lo conocemos, y a afectar el sector docente”, alerta Márquez. Prueba de ello es la violación de las normas de homologación, que establecían aumentos cada dos años con base en la inflación. “Este gobierno se trazó la estrategia de no discutir con nuestra federación; para eso, creó una federación paralela, progubernamental, la FTUV, que ha ido convalidando el desconocimiento de los derechos laborales del sector universitario”.

El regreso a la presencialidad 100% -que implica clases cara a cara- choca contra un obstáculo muy concreto: los trabajadores no ganan el salario suficiente para poder pagar el traslado a sus oficinas. Está tan rezagado el ingreso, que cuatro bolívares diarios en transporte (casi un dólar en el trayecto más sencillo) es una meta difícil de alcanzar.

“El principal problema tiene que ver con la capacidad de movilización de la población trabajadora hasta el espacio universitario. Con esa tabla de sueldo que acaba de ser aprobada lo que está ocurriendo es que la mayoría del personal no tiene capacidad para transportarse, y tendría que dedicar buena parte de sus recursos en esa actividad, lo cual se restaría de los ingresos para la alimentación”, enfatiza Víctor Márquez. Por eso “no hay condiciones para la presencialidad”, repite; el Estado debe resolver necesidades fundamentales como “el incremento de nuestra remuneración ‘chucuta’, las medidas de bioseguridad y el restablecimiento de las condiciones de funcionamiento”. 

Como el hambre no espera por las decisiones de la burocracia, la Apucv creó el programa de asistencia a los docentes en situación de vulnerabilidad: “Un programa solidario porque proviene de la solidaridad de las personas que donan alimentos y medicamentos para ser dados a los profesores”. Una trabajadora social realiza el estudio socioeconómico, constata las dificultades del docente y abre las puertas para que reciba ayuda.  

Mientras siguen las protestas de los trabajadores activos y jubilados, la realidad económica se va imponiendo. Incluso, economistas insisten en que la paridad bolívar-dólar no es la verdadera, y hablan de una próxima devaluación. La sobrevaluación es uno de los problemas fundamentales que presenta la economía nacional, alega Sutherland.  “El tipo de cambio no es 4,15, ni 4,30. Eso está sobrevaluado. Es demasiado bajo y eso hace que Venezuela pierda competitividad y que la importación sea más barata”, indica el investigador del CIFO. De esto ocurrir, la Apucv seguramente tendrá que extender aún más su programa de asistencia a los docentes y entregar más alimentos para aliviar, al menos, una de las tantas hambres de los educadores venezolanos.

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