El sueño de dos jóvenes venezolanos es sembrar maní en el oriente del país y usarlo para combatir la desnutrición infantil

Texto: Vanessa Davies. Fotos: Rafael Briceño-Contrapunto

Simón Canelón y Giselle Samán decidieron no recorrer el camino del aeropuerto de Maiquetía que lleva al exterior, sino transitar la vía que los conduce a una empresa venezolana que generará trabajo y salud

Nunca imaginó el maestro Carlos Cruz-Diez que el piso que diseñó para el aeropuerto internacional de Maiquetía se convertiría en un cementerio de lágrimas: las de los muchachos que se van huyendo del caos en Venezuela, y las de sus familias que se quedan contra viento y marea. Pero Simón Canelón y Giselle Samán decidieron no llorarlas y permanecer en su tierra.

Y más apegados a la tierra venezolana, imposible, porque ambos quieren sembrar maní y convertirlo en algo parecido a un chupi para combatir la desnutrición infantil.

Canelón nació en Caracas pero de sus menos de 30 años pasó la mayor parte en Monagas, donde su papá sembraba maní. Samán es caraqueña y participa en cuanto proyecto la motiva. Ninguno de los dos se formó en nada que los encamine hacia el campo, porque él es politólogo y ella es internacionalista. Su mundo, sin embargo, tiene el sabor y la untuosidad del maní.

Por razones familiares él, por sentido de la vida ella, se encontraron en un proyecto que no es solo un emprendimiento. La primera parte es el cultivo agroecológico del maní, con menos herbicidas y rotación de cultivos; en esta ya han avanzado para conseguir la semilla de maní de una variedad más resistente y rendidora. La segunda parte es convertir esa leguminosa en un complemento nutricional, lo que incluye formar a los campesinos y a sus familias.

El primer capítulo lo conoce Canelón; de la siembra del maní sabe su familia en ese estado Monagas que ahora hasta tiene su ron y su cacao. El segundo lo describe Samán, animada a combatir el hambre con este alimento que -según las experiencias africanas que cita- puede revertir los efectos de la desnutrición si se consume tres veces por día.

Los dos están buscando inversionistas para pasar del sueño a la realidad. Por encima de todo mantienen su apuesta, y alta, por el país. Todavía le dan un chance más a quedarse y a hacer del maní un arma de doble filo.