Tokio les regala a los atletas una última noche tokiota con lo mejor de su ambiente y sus gEntes, jóvenes que cualquiera podría encontrarse en las calles o parques de esta megalopolis que paciente vieron cómo acontecía el evento sin poder participar de él en vivo
Tokio amaneció este domingo 8 de agosto lluviosa, despidiéndose lastimosa de unos Juegos Olímpicos que tardaron más de un año de lo previsto en llegar, pero que vieron finalmente brillar a los atletas del mundo y con ellos y la capital como protagonista se dijo hasta pronto.
El tifón amainó al caer la tarde y la llama olímpica flameaba en el Estadio Olímpico rodeada de gradas vacías y luces azul índigo para pasar el testigo a París.

Pronto el campo se llenó de vida, luz, ritmo, deportividad y una hospitalidad japonesa que inscribió «Arigato» en mayúsculas.
Con una banda sonora especial, la de una de las películas japonesas más aclamadas de la historia del cine, «Cuentos de Tokio» (1953), la obra maestra de Yasujiro Ozu y abre la ceremonia la bandera de Japón, unos anfitriones que demostraron que avanzan contra viento y marea.

Son los medallistas nipones como el judoca Takato quienes portan la bandera, junto a un médico – nunca se olvidan de los héroes de la pandemia en Tokio 2020-, una estrella local del break dance que se estrenará en París 2024 y una modelo con una pierna artificial.
Les siguen todos los abanderados de cada país, desfilando bajo la música del artista Yuji Koseki, que de seguir vivo estaría orgulloso de saber que dejó como herencia una composición con la que ya se hermanaron los atletas de los primeros Juegos de Japón en 1964.

Tres comités destacan con un guiño al karate, un deporte que triunfó en estos Juegos y que no continuará en París.
Sandra Sánchez representa a España con su oro en karate, desde Francia lo hace el karateka Steven da Costa y la leyenda okinawense de este deporte, Ryo Kiyuna, enarbola la de Japón.

Esta noche son 4.600 atletas los que distendidos celebran cerrar estos Juegos, tras la presión y contención donde un positivo significaba quedar descalificado.
Alzan sus teléfonos, que no pararon de grabar, y contentos encienden sus linternas. Pronto una animación proyectada se eleva y los anillos olímpicos son dibujados en el cielo para acompañar el lema de la velada «Mundos que compartimos».

«Arigato Tokio» se lee en japonés en el uniforme de los atletas británicos.
Tokio se despide de estos atletas consciente de que no les ha permitido conocer su ciudad, puesto que no podían salir de la Villa Olímpica y debían marcharse días después de competir.
Por ello les regala una última noche tokiota con lo mejor de su ambiente y sus gentes, jóvenes que cualquiera podría encontrarse en las calles o parques de esta megalopolis que paciente ha visto cómo acontecía el evento sin poder participar de él en vivo.

Al ritmo de malabares, riders, música electrónica, pop, anime o el himno de la alegría, los tokiotas comparten los últimos minutos en escena junto a los atletas del mundo.
Destaca otra banda sonora, la de la película «Guardianes de la noche», esta vez una animación que en 2020 y en plena pandemia logró un récord de taquilla en el país.