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viernes, 29 marzo, 2024
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Las otras preguntas que deja el Bicentenario de la Batalla de Carabobo

Texto: Vanessa Davies. Foto: Alonso Calatrava Rumbos

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El aniversario de la contienda es momento oportuno para preguntarse si Venezuela es un país independiente y soberano, consideran tres historiadores que elaboraron un documento para poner el dedo en muchas llagas

Sobre héroes y tumbas se conmemora este Bicentenario que no es solo el de una Batalla, sino el de un proyecto político. A contravía del discurso y los festejos oficiales hay historiadores que se plantean qué celebrar después de 200 años, cómo superar los conflictos del presente y cómo evitar la repetición de errores.

El único propósito del gobierno en este Bicentenario es el fortalecimiento de un discurso dirigido “a legitimar la acción gubernamental”, que es “pura propaganda”, critica el historiador Miguel Denis. “Se ha vaciado de contenido cualquier fecha simbólica, cualquier discurso, cualquier reflexión” sobre el Bicentenario y se ha convertido “en una máquina de propaganda más”. Pareciera que, en medio de un país “con problemas de hambre, con problemas de miseria gravísimos, el esfuerzo del gobierno pareciera que va a repartir pintura y asfalto con el solo objetivo propagandístico de legitimarse y de reivindicar personajes históricos haciendo una relación directa entre su propia práctica gubernamental, haciendo un hilo de continuidad que no existe”.

La crisis de los años recientes, que no es solo la económica sino la del modelo de Estado y el modelo económico, es “una crisis de ese proyecto de república que comenzó a construirse con la independencia, que atravesó procesos de modernización institucional, que se terminó de estructurar con la economía petrolera”, explica Denis.

La Independencia hace 200 años, recuerda, “deja un país con un conflicto social en torno a la cantidad de llaneros, pardos, mestizos que se van a la guerra en busca de mejores condiciones de vida”, que participan en los dos bandos. “La república que queda después es una república llena de contradicciones que no logra garantizar las condiciones de vida prometidas, la redistribución de la tierra, las capacidades productivas”. Los conflictos se mantienen todo el siglo XIX con guerras civiles y movimientos de caudillos, refiere, hasta que en el siglo XX el conflicto social se canaliza con la promesa de la renta petrolera. Pero llegaron montones de riquezas por esa vía “y paradójicamente nos está tocando vivir un momento de crisis total, donde los recursos públicos fueron totalmente devastados, e incluso poniendo en peligro nuestra propia independencia”.

El proyecto político que se instaura al finalizar la guerra de Independencia en el siglo XIX “fue un proyecto liberal que dejó de lado la heterogeneidad que conformó esa gesta independentista”, subraya la historiadora Niyireé Baptista. Muchos sectores “se unificaron bajo esta idea de independencia” porque se pensó que tendríamos “una nación más justa, más igualitaria” pero la gran mayoría de la población quedó fuera de proyecto político. “Esa situación, 200 años después, parece que no ha cambiado mucho, a pesar de que han pasado distintos gobiernos y proyectos de gobernancia, la conflictividad ha seguido”, agrega Baptista, “y nos han seguido queriendo imponer esta idea de nación, esta idea de territorio, esta idea de héroes y símbolos patrios que solo se basa en la admiración, pero no hay una crítica a lo que significó esa gesta independentista para los sectores populares, para los sectores desfavorecidos”.

Debemos preguntarnos, sostiene el historiador Jefferson Leal, “por qué, 200 años después, estamos en la peor crisis de la historia, incluso peor que aquella crisis de independencia”. También hay que interrogarse sobre “qué pasó con la independencia. ¿Somos independientes hoy en Venezuela? ¿Hay soberanía hoy en Venezuela?”. Gran parte de las decisiones que se toman “están influenciadas por los factores que apoyan a la clase política que está en el gobierno y la clase política que está en la oposición”.

Leal habla de fracaso de un proyecto político; el fracaso de un modelo de país sustentado en la economía petrolera “y en un Estado violento y represor”. Ni ese Estado ni ese modelo –que entraron en crisis con el Viernes Negro en 1983- pudieron darle respuesta al pueblo, señala. “No hemos logrado aprender de nuestros errores históricos”, y muestra de ello es lo sucedido con la más reciente bonanza petrolera.

El actual gobierno, critica Baptista, “ha favorecido a unos cuantos que lamentablemente se han enriquecido gracias a este discurso de inclusión, de insurgencia; que supuestamente interpelaba a esa historia de la Cuarta República, pero que a la luz de hoy se ha convertido en lo mismo: una historia que sirve para alimentar egos, una historia de papel, una historia que no critica y no problematiza”.

Con proyectos como el de zonas económicas especiales, afirma Denis, la crisis del arco minero, “los conflictos territoriales entre grupos armados, grupos parapoliciales”, lo que se evidencia es “una crisis estructural del proyecto de república que comenzó en Carabobo”.

En lo que no duda en calificar como “este presente caótico” de crisis “nos toca reconstruir un proyecto de país que pueda plantear nuevamente el proyecto de la soberanía popular, la soberanía democrática” para “reconstruir una forma de gobernabilidad en la que no pasemos por mecanismos de dependencia” como las zonas económicas especiales. Señala también que a los inversionistas se les está ofreciendo “un país con la mano de obra más barata del mundo” mientras hay “una situación de violencia muy fuerte” que “nos coloca en una situación que debemos superar de alguna manera” para replantearse el proyecto democrático.

Convencido de que la historia debe explicar los conflictos que vivimos, se pregunta “cómo llegamos a esta situación de crisis estructural del país” después de un proyecto –el chavismo- que planteó radicalizar la democracia. “¿Cómo llegamos de este proyecto a la situación de violencia, de autoritarismo, de una lógica de mafias que ha ido carcomiendo la sociedad?”, interroga. Por ello, el Bicentenario debe ser, no un acto protocolar en el que se aplaude a los héroes, sino un acto que interpele los símbolos y los héroes, “nuestra idea de nación, y cuestionarlos”.

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