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viernes, 26 abril, 2024
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Alejandro Sebastiani: El país que yo viví y conocí ya no existe, partió

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Con el sello y apoyo de Oscar Todtmann Editores, este viernes 2 de agosto, a las 4:00 de la tarde en la Poeteca, ubicada en el Edificio Mene Grande II en Caracas, este joven poeta aporta luces a la más reciente realidad literaria venezolana, a través de su cuarto poemario titulado «Partir»

Es indudable que el país ha permeado, con su catástrofe, a las nuevas generaciones de creadores venezolanos, los que han migrado y los que se han quedado. Y dentro de esta historia que ha comenzado hace apenas una veintena años, se inscribe otra, la que ocurrió en la primera mitad del siglo pasado que hizo de esta tierra un vientre que contuvo y retuvo a millones de migrantes de todas partes del mundo, quienes hicieron de Venezuela su país.

En ese irse y llegar. Marcharse y regresar. Volver y partir, ahora la dinámica se invierte: los venezolanos buscan otra tierra en donde reconocerse como seres humanos con dignidad. Todo aquí parece haberse partido como tierra arrasada o ha sido ultrajado o destruido. ¿Habrá alguna esperanza? ¿Cuál sería esa metáfora?…

A esas reflexiones, en parte, nos remite un poemario que recibirá las bendiciones bautismales esta tarde del viernes 2 de agosto, a partir de las 4 de la tarde, en la Poeteca (ubicada en el edificio Mene Grande II, Piso 2, en la Avenida Francisco de Miranda, en Caracas), ya que será presentado Partir, el cuarto poemario del joven poeta y ensayista venezolano, licenciado en Comunicación Social y también en Letras, Alejandro Sebastiani Verlezza.

Y nada mejor que el autor para describir y proponernos la lectura de su nuevo aporte literario. En la sede de Contrapunto Alejandro Sebastiani Verlezza (así con sus dos apellidos bien italianos) nos recitó y ofreció claves sobre este nuevo producto editorial que, aún en tiempos de crisis, es posible tener y hacer en Venezuela.

—Explícanos ¿qué es Partir?

—Esta misma pregunta me la hicieron los editores de OT, Luna Benítez y Carsten Todtmann. Por eso escribí, a su petición, unas líneas acerca de lo que me motivó a escribir Partir.

En Partir hago un elogio del movimiento, las rutas, las veredas y los caminos, los que se ven y los que no tanto, los que marca el deseo y los que súbitamente se esfuman. Me inquieta la visión de esos caminos, su inminencia, sus confines y su lejanía. Así aparece el júbilo, la rendija que abre paso a los tristes reversos, la aparición del azar, sus potencias, la perplejidad ante todo lo que puede ocurrir entre el mundo y la boca. Algunos recorridos se cumplen al dar apenas unos pocos pasos, otros parecen demorados, tardan en ser dichos, pero se asoman en los tonos más conversacionales. Partir insinúa el paso que hay entre el desengaño y la conciencia de sentirse llevado por los no siempre nítidos senderos del destino. Veo en mí la metáfora del viaje y sus imágenes posibles.

—¿Qué aportes y/o revelaciones, en el contexto de tu creación poética, tiene este cuarto poemario?

—La principal evidencia y la principal constatación que me trajo Partir es la siguiente: siempre, desde Posdatas, pasando por Derivas y Canción de la encrucijada, no he hecho otra cosa que hablar del movimiento –que es infinito– en sus distintas vertientes, el que tiene que ver con la experiencia del viaje, pero también el que sorprende ante las experiencias más fuertes de la vida, la muerte, la enfermedad, el amor; y las emociones que traen, las cuales hay que dejar partir para que venga otra vida, la vida nueva; ahí está, para mí, lo que sostiene mi experiencia; el movimiento, el que implica todo viaje, me pone en el terreno del cambio constante, la movilidad incluso que veo en mis propios poemas; aún luego de publicados, me piden que vuelva a ellos, que los cambie y los modifique, que viajen y “partan” de su estado actual a otro, que me mueva yo con ellos y las experiencias que los suscitaron; que los reescriba y los tense, que los lleve a sus últimas consecuencias.

El temblor antes de Partir

Partir está editado por el sello Oscar Todtmann, que viene apoyando con fuerza a las nuevas generaciones de escritores venezolanos. Será presentado por los poetas Carmen Verde y Alfredo Chacón y habrá una suerte de compartir esta tarde del viernes 2 de agosto porque el poemario de Sebastiani debutará ante los lejos del público con la música del veterano Víctor Cuica y las delicias gastronómicas de Margarita Verlezza.

Cuando los lectores tengan en sus manos Partir y elijan cualquiera de sus poemas, o alguno de los poemas que contiene, ¿qué quisieras, como autor, que consiguieran en la lectura y con qué emoción desearías que fueran recibidos?

—Que los inunde ese temblor previo que sobreviene justo en las vísperas de los viajes, al menos así me ha pasado, cuando siento que algo está por modificarse dentro de mí, pero no sé qué es, pero lo presiento; ese mismo temblor es el que probablemente he sentido ante la partida de mis parientes más cercanos (de mi padre, de mis seres queridos); o cuando sencillamente cuando me toca despedir a una persona que sé que no veré más, lo sé como una certeza que viene de adentro y sin porqué. Creo que estas son las emociones que rigen Partir y si un lector logra tantearlas durante su lectura me daré por servido y satisfecho. Eso de la víspera me gusta mucho, si algún lector pudiera presentir que una puerta nueva se le abre, emotivamente, pues bienvenido sea.

—En este mismo orden de ideas: cuando creas ¿escribes o piensas deliberadamente en el lector? ¿tal vez en comunicar al receptor alguna idea o enviar algún mensaje a través de tus poemas?

—Sí, claro, ninguna escritura es lanzada al vacío, casi siempre tiene un destinatario posible, o varios, a veces se hace muy explícito, a veces no; a veces tarda tiempo en aparecer el rostro de ese lector, porque se imagina primero mucho antes de que aparezca como presencia; muchas veces, mientras voy escribiendo, puedo recordar a una persona muy cercana en el afecto y de pronto me veo hablándole, diciéndole el poema. Eso puede pasar. También pasa que sencillamente estoy en mí mismo, conversando conmigo mismo y de pronto aparece ese interlocutor. Ni si quiera tiene por qué enterarse, pero ese destinatario secreto suele aparecer y lo agradezco cuando así pasa, porque no es un fenómeno voluntario, no. Es una constatación que agradezco cuando viene, como un súbito asalto emotivo y la constatación de que alguien más –además de mí– podría estarme escuchando.

Los poemas de Partir están cercanos a un tono y a una dicción conversacional, casi coloquial, muchas veces, lo cual podría eventualmente causar la impresión de que escribo como hablo y lo hago para alguien, con alguien, recordando a alguien. Eso me gusta.

De viajes, de migrantes, de italianos

Nada es casual. Como otorgándole una suerte de «paraguas ancestral», o de «destinos consumados», el prólogo de este cuarto poemario de Alejandro Sebastiani Verlezza estuvo a cargo del ex embajador de Italia en Venezuela, el también poeta Silvio Mignano, quien por cierto hace poco partió a cumplir funciones en otro país y dejó entre nosotros una estela de magnífica labor desarrollada, sobre todo en el ámbito cultural.

«En los poemas de Alejandro el término partir representa algo más amplio que el simple movimiento físico: este último no está por supuesto ausente, ni podía estarlo, no solamente por la situación actual de la migración venezolana, sino también por la presencia casi ontológica del movimiento en el espacio dentro del tejido humano y cultural del país, luego de tantas generaciones de inmigrantes que han entrado a Venezuela y que han forjado su identidad, o sus plurales identidades. El propio Alejandro, con sus dos apellidos italianos, es una muestra clara de todo ello”, escribió Mignano.

Lanzas y presentas Partir en un momento en el que la palabra y su significado inmediatamente nos remite al inédito e impactante proceso de migración que vive Venezuela por estos años. ¿Qué hay en tu nuevo poemario en relación a este proceso migratorio? ¿O no tiene nada que ver y el título es pura coincidencia?

El proceso de migración al que aludes ha tocado en los últimos años sus dimensiones más fuertes y escandalosas, tanto es así que ya se suele hablar de los que migran, pero también de desplazados y refugiados, la situación en nuestras fronteras es muy elocuente al respecto y hemos visto los testimonios de miles de venezolanos que las cruzan a pie, me refiero a los que pueden lograrlo y sobreviven tan dura experiencia.

Mi poemario toca el tema del movimiento migratorio en una dimensión personal, la que tiene que ver con la tentación infinita del viaje y sus metáforas en mí. Y sí, es una coincidencia, bastante significativa, como si la palabra más íntima –la mía– y la que flota en el ámbito colectivo lograran tocarse y alimentarse para crear ecos nuevos, resonancias nuevas, sentidos nuevos.

Al mismo tiempo soy un hijo de las inmigraciones, la presencia de los que van y los que vuelven ha estado presente en mí desde la infancia, por lo que siempre he visto de modo cercano a la gente que parte y gente que vuelve, insisto, cosa habitual en mi ámbito familiar. Puntualmente me refiero a los parientes italianos que llegaron al país a principios de los años cincuenta, con los cuales estoy relacionado entrañablemente. Y para un ejemplo más evidente, hace poco más de un año, uno de mis tíos por la rama paterna, Antonio Sebastiani, luego de nacer en Italia, pero asimilado a Venezuela desde niño, dada esta endemoniada crisis, se devolvió para Italia.

«Partir» ya está en venta en las librerías de Caracas y del interior del país

—Independientemente de que este Partir no tenga relación con la migración venezolana, tu eres hijo de inmigrantes italianos, entonces debo preguntar: ¿qué hay en lo profundo o en el inconsciente de ti mismo de ese ser hijo de inmigrantes?, es decir, ¿qué sentimiento te acompaña ahora que los inmigrantes somos los venezolanos?.

—A mí me acompaña un sentimiento de extrañeza cada vez más fuerte, primero porque yo sigo viviendo aquí en Venezuela y el país que yo viví y conocí ya no existe, partió, se esfumó y tenemos otro, radicalmente distinto, desde los nombres y la fisionomía de sus calles, pasando por el cuerpo mismo de la sociedad, hasta el mismo nombre de la República y sus símbolos fundamentales, por no hablar de la manera cómo nos relacionamos con su pasado. Vivo en mi país y al mismo tiempo con la tremenda y ambivalente sensación de que estoy en un lugar familiar, pero hostil y peligroso. Así que los venezolanos que estamos aquí, desprovistos de nuestros derechos fundamentales, también somos unos inmigrantes, unos desplazados, en nuestra propia tierra.

Mi libro y casi todo lo que escribo, como te dije anteriormente, se alimenta de esta extraña sensación, angustiosa y devoradora. Y no creo que yo solo sienta algo así. Forma parte de mi drama personal y sospecho que también, hasta cierto punto, generacional. Podríamos hacer el ejercicio de preguntar a varios venezolanos si han sentido algo similar, o se identifican con estas sensaciones. Obtendríamos muchas, inquietantes sorpresas.

Con el paso del tiempo, el hecho de provenir de una familia de inmigrantes, me marca y me constituye de forma cada vez más intensa. Es un hecho que siempre ha estado allí, hacía falta que yo cayera en cuenta y mis propias inquietudes me han conducido a estas comprensiones. Te podrás imaginar que no está para nada lejos de lo que hago y siento y por extensión escribo.

Por parte de mi mamá, mis abuelos nacieron en Santa María a Vico y mi madre aquí en Caracas, asentados en varias idas y vueltas acá desde los años de 1950; por el lado paterno, mi padre –mecánico, comerciante, melómano, lector consecuente de la prensa, la de aquí y la de allá–, se vino a los 11 años de edad a trabajar aquí, nació en un pueblo de la provincia de Chieti, Giuliano Teatino y murió en Caracas hace 12 años. Paradójicamente, como los parientes aquí evocados, pertenecemos de modo raigal al país. Estas son mis fuentes y mis puntos de partida, de ahí parto.

Con el diseño de Carsten Todtmann y de Pascual Estrada, fotografía de Carlos Germán Rojas, aparece Partir en el sello Oscar Todtmann

La nueva poesía venezolana

—Acerca de la poesía venezolana que se está produciendo actualmente, la de las nuevas generaciones de la que tú formas parte… ¿cómo calificas a esas nuevas generaciones tanto las que están creando aquí como a las que lo están haciendo como diáspora cultural en otros países.

—Independientemente del lugar donde estemos, percibo que hay una nueva generación de poetas que está plena conformación y efervescencia. Una parte de ella está retratada en Nuevo país de las letras –el tomo compilado por Antonio López Ortega– y otra parte seguro que irá apareciendo en el curso de los años. La fotografía de esta generación apenas se está comenzando a revelar y solo el tiempo dirá cómo está conformada, pues en estos asuntos nada es de un día para otro, según veo.

Sin embargo, hay algunos asomos: la inquietud por el país y su destino está muy presente, aunque los abordajes sean muy diferentes. De algún modo subterráneo y silencioso, los que formamos parte de esta novísima generación –¿cómo llamarla?– muchas veces nos acompañamos en la incertidumbre y el caos de estas últimas dos décadas venezolanas, a hierro y sangre. Es como estar dentro del mismo bastidor, me atrevería a decir. Cómo cada quien lo vive y lo digiere y lo lleva, si es el caso, a su experiencia creadora, es un asunto muy pero muy personal.

«El otro rasgo –independientemente de sus resultados expresivos– es que esta nueva generación aparece apoyada e impulsada por las inmediatamente generaciones anteriores, porque ha habido un diálogo sostenido y claro, lo cual me parece al menos digno de hacer evidente, así lo he visto yo hasta los momentos».

En la Poeta

—Para remitirnos a tus huellas, a tus maestros, a tus influencias en la escritura… ¿qué te ha marcado o quiénes te han marcado, hasta ahora, en tu oficio poético?

—Ahora mismo el principal estímulo en la escritura viene de tres fuentes: las páginas de la Odisea de Homero, la lectura de la poesía italiana contemporánea, que cada vez descubro con mayor placer y alegría, porque los puedo leer ya directamente en italiano; y las fuentes dialectales más arriba mencionadas.

Ahora bien, sí es muy claro, hay unas presencias que han acompañado mis búsquedas con palabras muy oportunas y claras. Unos me han ido llevando a los otros: al venir de formaciones y experiencias distintas, lo cual es muy nutritivo para mí, me gusta contrastar sus gustos y consideraciones. Los nombro en el orden en que me los fui encontrando: María Fernanda Palacios, Rafael Castillo Zapata, Armando Rojas Guardia, Santos López, Carmen Verde, Luis Gerardo Mármol Bosch, Octavio Armand, Alfredo Chacón (cuya consideración en la publicación de Partir ha sido fundamental), Victoria de Stefano, Igor Barreto. Entre mis contemporáneos puedo nombrar, sin duda, a dos interlocutores fundamentales: Adalber Salas Hernández y Franklin Hurtado.

Desde Contrapunto Alejandro Sebastiani Verlezza nos recitó un par de sus poemas del libro «Partir»

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