En Naiguatá el bien siempre está por encima del mal con sus diablos danzantes

Rocío Cazal | Fotos: Ernesto García

Este domingo 23 y lunes 24 de junio se sumarán a los repiques de tambores para rendirle honores a San Juan Bautista y hacer de ese pueblo de La Guaira una verdadera fiesta patronal

Todo comenzó con la misa, a las 9:00 de la mañana, oficiada por el padre Alberto Castillo, con música tradicional incluida, llena de tambores, trompetas y cantos. Toda una fiesta dentro de la iglesia San Francisco de Asís, en pleno corazón de Naiguatá, en La Guaira.

A las 12 del mediodía comenzaron a sonar los fuegos artificiales y las campanadas y allí se inició una pequeña procesión llena de colorido: los diablos de Naiguatá (patrimonio cultural inmaterial de la humanidad junto a otras 10 cofradías) se pasearon con sus vestimentas y máscaras vistosas alrededor de la plaza Bolívar de la localidad hasta llegar a las puertas de la iglesia, que ya mantenía sus puertas cerradas para que comenzara la ceremonia.

Sí, este jueves 20 de junio era víspera de Corpus Christi, como el noveno jueves después del jueves de Semana Santa y, por supuesto, los residentes de Naiguatá, los deudos y seguidores estaban a la espera de sus diablos para iniciar la tradición.

Henry Romero, diablo mayor, cuenta que son más de 400 años de tradición en ese pueblo y que actualmente son tres mil los diablos danzantes en la cofradía, entre niños, niñas, hombres y mujeres.

«Somos la única cofradía de los 11 que acepta mujeres. En Yare son solamente arreadoras, pero en Naiguatá nuestros ancestros nos enseñaron que las féminas deben participar para no perder la tradición y así todos le rendimos culto al Santísimo Sacramento del Altar», señaló Romero.

De hecho, la cofradía de Naiguatá es la única que no entra a la iglesia cuando los diablos aparecen. Esto se debe a que le deben respeto a Jesucristo: ponen a sonar los campanarios y zapatean las calles para ahuyentar la maldad, y los deudos se arrodillan para humillarse ante Dios. Tanto es así, que en la procesión los diablos siempre le están rindiendo culto al «Santísimo» siempre detrás de su imagen.

El bautizo y la consagración de los nuevos diablos se realiza para que paguen promesa, aunque otros lo hacen simplemente por tradición.

Mayser García, de 29 años de edad, y pobladora de Naiguatá desde su nacimiento tiene pagando promesa desde hace 15 años: cuando vio a su madre moribunda, luego de caer de un tercer piso, le pidió al Santísimo con mucha devoción y el resultado fue que salió victoriosa del hospital.

Desde entonces, Mayser danza en la procesión y se arrodilla desde la cruz hasta la iglesia. «Es milagroso», confiesa con optimismo.

«Somos diablos por fuera, pero por dentro somos sacrificio, magia, religión, corazón. Somos grandes devotos dentro de la religión católica», señaló Efren Iriarte, presidente de la cofradía de los Diablos de Naiguatá.

Las máscaras de animales (loros, pescados, tiburones, tigres, centauros, toros) están hechas con pinturas en aceite y cintas de colores, mientras que las vestimentas se realizan con pinturas en frío o para tela con figuras geométricas (círculos, rayas, triángulos, puntos, rompecabezas) con colores vivos.

Eduardo Díaz, en 2001 fue elegido como el Indio Coromoto dos años después de la tragedia de Vargas, cuando se le manifestó la Virgen y se marcó por la pluma. Desde antes de eso ya era seguidor de la cofradía, pero fue más ferviente su fe desde hace 18 años: a partir de ahí habla de su experiencia y trata de ayudar a los demás para que sigan la tradición.

Cada 58 años Corpus Christi coincide con el Día de San Juan o en sus vísperas. Esta vez no ocurrió así, pero este domingo y lunes los diablos y los pueblerinos de Naiguatá estarán desde el mediodía tocándole los tambores para pedir con fe todo lo que necesitan.

«Si San Juan lo tiene, San Juan te lo da», señalan los habitantes de Naiguatá, por lo que invitan a todos los guaireños y turistas a que celebren este 23 y 24 de junio por todo lo alto el día de San Juan Bautista allí, en la Plaza Bolívar de Naiguatá para después echarse un baño frío y refrescante en las playas cercanas.