Uno de sus protagonistas es acusado de espía y para librarse debe dejar su mayor habilidad en el tablero
“El juego del ajedrez“ es una obra española con destacables actuaciones, bajo la dirección de Luis Oliveros y ambientada en la Segunda Guerra Mundial, y hasta la fecha ha ganado 16 premios internacionales.
El amor lleva a un experto ajedrecista a Francia, donde es acusado injustamente de espía, por los nazis. Su talento sobre el tablero es lo único que podría salvarlo.
Se dice que la Segunda Guerra Mundial es uno de los temas favoritos de los miembros de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Hollywood y, en esta ocasión, la historia de “El Jugador de Ajedrez” es protagonizada por un trío de rostros poco conocidos en Latinoamérica, pero no por ello menos talentosos: Marc Clotet, Melina Matthews y Alejo Sauras.
Corre el año 1934 y Javier Sánchez (interpretado por Alejo Sauras) presenta a su amigo Diego Padilla (Marc Clotet) a la exótica y bohemia francesa Marianne Latour (Melina Matthews). Javier anda envuelto en la resistencia contra Francisco Franco y trata de convencer a Diego para que se una al movimiento, cosa que este último esquiva por completo, porque lo suyo no es la política sino el ajedrez, juego de tablero del que es campeón nacional.
A los pocos minutos de conocerse, Diego y Marianne comienzan a coquetear hasta evolucionar a una relación estable que los lleva al matrimonio, a tener una hija y, posteriormente, a mudarse a Francia, a petición de Marianne, pero todo cambia cuando Diego es arrestado por los nazis, quienes lo acusan de espía.
“El Jugador de Ajedrez” enamorará al espectador desde los primeros segundos, con sus encuadres, iluminación, dirección de arte y sonido. La mitad de la década de los años 30 y parte de los 40 permite esa estética vintage que hasta hoy cautiva miradas, a pesar de que lo que se cuenta se deriva de uno de los dramas históricos más grandes de la humanidad. Dentro de ese contexto, Oliveros presenta a los tres personajes principales y lo que les toca vivir. El argumento tiene giros inesperados que hacen que el público se cree una hipótesis que pueda cambiar en fracciones de segundos. En resumen, es un filme que atrapa visualmente al espectador y hace que se concentre en ese conflicto de su protagonista en lograr la libertad, haciendo uso de su mayor habilidad sobre el tablero.