El declive acelerado de la biodiversidad amenaza los múltiples beneficios vitales que la naturaleza aporta al hombre, como los medicamentos, la polinización de cultivos y la regulación del clima, según los expertos
«Normalmente la gente no vincula la naturaleza con la seguridad alimentaria, el agua potable, la cohesión social…», lamenta Bob Watson, presidente de la plataforma científica para la biodiversidad IPBES.
«Pero la pérdida de biodiversidad tiene implicaciones económicas y sociales». «Y no son solo los grandes animales carismáticos los que cuentan, sino también el coleóptero, el gusano, el murciélago… son la piedra angular de los ecosistemas».
Los alimentos
El primer «favor» que nos hacen los insectos es polinizar los cultivos. Unos 1.400 millones de empleos y 3/4 partes de los cultivos dependen de ello, según un estudio.
«Hoy en día, en Estados Unidos, la gente transporta millones de abejas de un vergel a otro para polinizar manzanos, cerezos, almendros», según Watson. «Pero sabemos que la diversidad importa tanto como el número: una mezcla de abejas salvajes y domésticas será más eficaz que solo domésticas».
El declive de insectos provoca a la vez el de los depredadores: pájaros, erizos, lagartos, anfibios… que protegen los cultivos eliminando las orugas. En menos de 30 años, la caída de los insectos en Europa (-80%) contribuyó a la desaparición de más de 400 millones de pájaros.
Las ranas y otros anfibios son los que están más amenazados, según el biólogo Gilles Boeuf, que recuerda que en la historia de la Tierra «fueron los primeros en salir del agua y respirar y ¡vamos a perder esto!».
Otro entorno en peligro son los arrecifes de coral que protegen las costas de la erosión, alimentan los peces y albergan 30% de las especies marinas. Más de 500 millones de personas dependen directamente de estos.
La salud
La mitad de nuestros medicamentos proceden de especies vivas, sobre todo vegetales, y de animales, especialmente marinos.
A modo de ejemplo, la estrella de mar, la vincapervinca de Madagascar y el erizo de mar han contribuido a la puesta a punto de quimioterapias contra el cáncer.
Frente a la contaminación, la vegetación filtra los agentes contaminantes. En Shanghái, los parques permiten capturar 10% de las partículas finas, según un estudio. Un árbol puede absorber hasta 20 kg/año de estas partículas, según otro informe de 2008.
Numerosas investigaciones mostraron los vínculos entre naturaleza y la salud (alergias, enfermedades crónicas, psicológicas…)
En Estados Unidos, un estudio que siguió a 100.000 mujeres viviendo en entornos urbanos durante ocho años reveló que las que vivían a menos de 250 metros de un espacio verde tenían una tasa de mortalidad 12% inferior al resto, especialmente respecto a casos de cáncer.
La Escuela Médica de Harvard detalló los beneficios de la naturaleza en la ciudad: menos contaminación, ruido, estrés, islotes de calor…
El agua
Plantas y microorganismos contribuyen a sanear las capas de la tierra.
En las ciudades, el Consejo Económico y Social francés destacó recientemente un regreso a las «soluciones vegetalizadas alternativas a la gestión de las aguas pluviales solo con tuberías». Esta opción sirve igualmente para limitar las inundaciones.
«Ninguna planta de depuración vale lo que una ciénaga bien viva», confirma Gilles Boeuf.
«Los elementos vivos son indispensables para el hombre: un cuerpo humano tiene tantas bacterias como células humanas y un recién nacido está compuesto en 3/4 partes de agua», sostiene.
¿En cifras?
Algunos expertos abogan por cifrar estos «favores» gratuitos de la biodiversidad, para volverlos más visibles. Los economistas los estimaron en 125 billones de dólares anuales, es decir, 1,5 veces el PIB mundial.
Por ejemplo, el valor de la polinización se acerca a los 200.000 millones de euros anuales.
Según el estudio sobre la Economía de los Ecosistemas (TEEB), publicado en 2010, la erosión de la biodiversidad cuesta entre 1,3 y 3,1 billones de euros anuales.
Este concepto de «capital natural» sigue sin comprenderse, reconoció recientemente el economista Pavan Sukhdev, que dirigió este estudio y preside actualmente la rama internacional de WWF.
«Se trata de hallar una razón racional para garantizar que esta riqueza pública se conserve. Líderes empresariales y dirigentes económicos tienen el deber mundial de reconocer estas externalidades». Aunque de la teoría a la práctica hay un trecho, admitió.