Fudeci mantiene con mucho esfuerzo el programa de conservación del caimán del Orinoco, gracias al cual han sido liberados al ambiente más de 11 mil ejemplares en 23 años. Pero mientras no se reduzcan «los índices de pobreza tan alarmantes que hay en el Capanaparo y en todo el campo venezolano la gente se va a seguir comiendo los animales», señala el director de Fudeci, Omar Hernández
Si algo queda claro de la exposición que hizo este miércoles Omar Hernández, director de la Fundación para el Desarrollo de las Ciencias Físicas Matemáticas y Naturales, es que el caimán del Orinoco sigue siendo una especie en peligro de extinción, y que la pobreza es una amenaza contra este animal que va cobrando fuerza.
Hernández presentó -en la Academia de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales- una actualización del programa de conservación del caimán del Orinoco que adelanta Fudeci, que también incorpora el zoocriadero del Hato Masaguaral. Explicó que en el ambiente natural quedan pocas hembras reproductoras, unas 50. Mientras haya pobreza no se podrá combatir la extinción, aseveró el científico ante un auditorio académico.
Indicó que los indígenas pumé que habitan en los ríos Capanaparo y Cinaruco «se alimentan de los caimanes y se alimentan de los huevos de los caimanes» y detalló que «hay una condición de pobreza crítica impresionante, de desnutrición» en los pueblos originarios. Incluso, relató que han encontrado caimanes de metro y medio liberados como parte del programa «con puntas de flecha clavadas».
Para el biólogo es evidente que mientras no se reduzcan «los índices de pobreza tan alarmantes que hay en el Capanaparo y en todo el campo venezolano la gente se va a seguir comiendo los animales». En estas circunstancias «estamos retrasando la extinción», no eliminándola.
El programa de Fudeci trabaja con la recuperación de huevos de caimán y de neonatos para llevarlos al zoocriadero, protegerlos y liberar los animales al ambiente con un mejor tamaño que les permite hacer frente a sus adversarios. Como estrategia para apoyar a la población y defender a los reptiles están «intercambiando comida por neonatos» con las comunidades indígenas, y sembrando el mensaje de que es mejor tener el caimán vivo, que muerto. «Ellos necesitan más la comida que comerse los huevos», destacó.
En 23 años se han liberado al ambiente más de 11 mil ejemplares, unos 3.400 en el Parque Nacional Santos Luzardo. Pero la cacería furtiva los sigue acechando, alentada por la ausencia de guardaparques equipados para cumplir con las tareas de vigilancia. En el Parque Nacional Santos Luzardo 450 guardaparques «que no tienen ni una bicicleta», un caballo o un motor fuera de borda para desplazarse, ejemplificó.
El científico enfatizó que el programa de conservación del caimán de Orinoco debería sustentarse en varios elementos que no se están cumpliendo, como la vigilancia y control por parte de las autoridades «que es fundamental para que los animales puedan llegar a adultos»; en educación se está haciendo «prácticamente nada», y muy poco en el área de investigación porque no hay fondos nacionales y «tenemos que competir a escala internacional para obtener fondos».
Durante la jornada realizada en la Academia este miércoles se habló, igualmente, sobre otro proyecto de Fudeci: el plan de rescate del sapito arlequín de Rancho Grande, a cargo de Margarita Lampo, presidenta de la fundación.