Hay cansancio por la falta de solución y surgieron otros temas de interés, subraya Rafael Uzcátegui, de Provea. «Aquí nada se ha arreglado; por el contrario, tenemos una escalada en el deterioro de la población», indica Katherine Martínez, de Prepara Familia. Mientras las organizaciones internacionales prestan atención a otras contingencias «la situación es absolutamente crítica en los sectores más pobres del país», reitera Susana Raffalli
Érase una vez una emergencia humanitaria que escandalizó a Venezuela y al mundo; que llevó a la gente a comer lentejas y sardinas todos los días, a limpiarse con papel periódico cuando iba al baño y a caminar kilómetros porque no había transporte público. Pero lo que durante varios años concitó la solidaridad de países y organizaciones internacionales, hoy va camino a convertirse en una crisis crónica que se mira a la distancia.
Organizaciones no gubernamentales de Venezuela alertan que, aunque la población sigue necesitando ayuda, los donantes internacionales están poniendo su atención en otras contingencias, como la generada por la invasión de Rusia a Ucrania, o los refugiados climáticos. Durante un foro organizado el pasado 19 de agosto por el día de la asistencia humanitaria, las figuras de la ayuda humanitaria venezolana remarcaron que las necesidades del país se mantienen.
Hay «una situación de cansancio sobre la falta de resolución del conflicto venezolano», subraya Rafael Uzcátegui, coordinador del Programa Venezolano de Educación-Acción en Derechos Humanos (Provea).
-¿Por qué está perdiendo interés?
-Por un lado, por lo largo, porque la gente siente que no hay una resolución del conflicto, que esto se ha alargado. En segundo lugar es cierto que las autoridades están desplegando una estrategia para intentar convencer de que los problemas de los venezolanos se están solucionando. Y en tercer lugar también hay nuevas situaciones a escala global, como el conflicto de Ucrania. Además, este cambio geopolítico en América Latina genera otros intereses y otra conversación. Hay otras situaciones que están generando nuevas demandas.
No obstante, los problemas no cesan en el país. Trabajadores activos y jubilados del sector público mantienen las protestas por las carencias que sufren.
«Ahora más que nunca la emergencia humanitaria compleja que vivimos en el país sigue en una escalada muy importante; nosotros vemos la vulnerabilidad todos los días, por el tipo de trabajo que hacemos», explica Katherine Martínez, directora de Prepara Familia. Se refiere, por ejemplo, a los niños con desnutrición, a quienes «el Estado continúa sin garantizar sus derechos». También, a niños con enfermedades crónicas que son pacientes de hospitales en los cuales hay carencias de los insumos más básicos.
«La situación del mundo, la situación de Ucrania, ha hecho que muchas organizaciones tengan que voltear la mirada porque tienen que acompañar a la población afectada», señala Martínez. «Nosotros tenemos que seguir explicando este deterioro que sigue escalando en la población, para que las organizaciones entiendan que aquí nada se ha arreglado; por el contrario, tenemos una escalada en el deterioro de la población».
En agosto pasado Naciones Unidas calculó que 5,2 millones de venezolanos necesitan ayuda urgente y planteó un plan de respuesta que debe financiarse con 795 millones de dólares, tal como lo puntualizó Martin Griffiths, responsable humanitario del organismo.
Como lo detalla Susana Raffalli, nutricionista especialista en seguridad alimentaria, lo normal es que las emergencias «se transformen de una emergencia de mucho socorro a una emergencia subregistrada y olvidada». Venezuela transita ese camino. «Lo estamos notando porque bajó la cobertura de los medios internacionales, muchas agencias internacionales ya no nos están colocando en portada, desaparecimos de los pronósticos humanitarios de los principales portales humanitarios del planeta», puntualiza. La cooperación internacional, que «nunca ha sido suficiente y que ha llevado a que siempre hemos tenido un plan humanitario subfinanciado, está disminuyendo en picada».
Otros asuntos copan las agendas. Internacionalmente «están cambiando los énfasis», reflexiona Rafael Uzcátegui. «Por ejemplo, el tema de derechos humanos está perdiendo protagonismo para las agencias de cooperación porque lo está sumando el tema de género, el tema racial, el tema de libertades democráticas». A las organizaciones venezolanas «nos preocupa que estos factores puedan incidir en que haya menos presencia de miradas y manos que ayuden a nuestro país».
Mientras las organizaciones internacionales prestan atención a otras contingencias «la situación es absolutamente crítica en los sectores más pobres del país», reitera Susana Raffalli.
-¿A qué se debe el olvido? ¿A que ha sido muy larga o al discurso oficial de que el país «se arregló»?
-Hay una mezcla de cosas. Lo habitual, en una emergencia cuando es así de larga, es que se da una fatiga en los medios de comunicación. Ya comienza a fatigarse la noticia, porque la situación no se resuelve. El segundo factor es que en el planeta todo se ha recrudecido la situación humanitaria por las guerras activas (la de Ucrania, la situación en Afganistán, en Yemen) y las emergencias climáticas están captando mucha atención. Todo esto, sumado a la pandemia. La situación de pandemia dejó, sobre todo a América Latina, en una situación muy grave. Hay una competencia por los radares, y los radares se van a enfocar en las emergencias que están recién abiertas y que son de muchísima crudeza. Esta lo es, pero lo es en términos de complejidad.
También pesa, agrega Raffalli, el discurso oficial «de que Venezuela se mejoró. Venezuela se mejoró porque mejoró en 8% o 10% el PIB, pero este es un PIB que cayó 75%. Es un PIB que está creciendo con base en una actividad económica que no refleja una mejora en la fuerza productiva del país, y por lo tanto no se refleja en mejores ingresos para la familia».
Por eso «este discurso y esta aparente mejoría del país, que no le ha hecho suficiente contrapeso a lo que está pasando por el daño humanitario (por la crisis económica y política que se ha podido evitar)», además «del efecto de las sanciones internacionales que han hecho un daño extraordinario que todavía es palpable para nosotros en el interior porque no tenemos gasolina para el acceso a poblaciones con necesidades humanitarias» y también «la crisis humanitaria mundial determinada por factores climáticos y sanitarios han hecho que esta situación se vuelva larga».
Hay un despliegue humanitario, recuerda Katherine Martínez, «pero todavía nos falta llegarle a muchísima gente, y por eso seguimos alertando: necesitamos más apoyo, la vulnerabilidad sigue escalando y por eso estamos exigiendo que las organizaciones sigan mirando a Venezuela porque nos hace falta».
Ante esta situación «tenemos que ser doblemente creativos para poder seguir hablando de estos temas, hacer nuevos enfoques, hacer alianzas regionales para poder incluir los temas venezolanos en los foros globales», propone Rafael Uzcátegui.
Incluso, Susana Raffalli hace un llamado a los donantes: «Que por favor nos ayuden a ganar esta carrera al olvido; se los pedimos a los medios, a la cooperación internacional». Deja constancia de que Venezuela «tiene un cuerpo humanitario muy cansado, pero con su capacidad de compromiso intacta y con la capacidad que nos ha caracterizado de hacer una acción humanitaria responsable, de rigor, subsidiaria de los esfuerzos del Estado y auditable».
