Hay secuelas y hay, también, una afección llamada post COVID-19, aclara la médica internista Maritza Durán
Mujeres con caída de cabello o que no pueden dormir. Hombres a quienes la tensión arterial se les volvió loca. Los venezolanos no son extraterrestres, y la COVID-19 ha dejado en ellos daños de mayor o menor preocupación. Oficialmente se han reportado cerca de 270 mil casos y más de 3 mil fallecidos
La doctora Maritza Durán, expresidenta de la Sociedad Venezolana de Medicina Interna, reitera que esta enfermedad «no es una gripecita» y que afecta especialmente a personas con enfermedades crónicas como diabetes e hipertensión. «Y si esas enfermedades crónicas no están adecuadamente controladas» la gravedad puede ser peor, sentencia.
«Nuestra población es muy vulnerable porque nos falta mucho para estar adecuadamente controlados». El virus afecta el sistema respiratorio, y por ello las cuerdas vocales pueden inflamarse «como todo el sistema respiratorio», acota la otorrinolaringóloga Graciela Ibedaca.
Durán advierte que esto es como una caja de Pandora, y que las personas pueden tener «diversas manifestaciones una vez que la enfermedad se fue». Pueden ser secuelas (como fibrosis pulmonar que dejará a la persona dependiente de oxígeno por mucho tiempo) o puede ser el llamado post COVID-19.
La COVID-19 tiene «una fase aguda», que puede tener una duración de un mes y que se presenta con fiebre, afectación pulmonar, pérdida del gusto e incluso la lengua COVID (que duele, con bordes blancos). «Después de eso puede haber secuelas de la enfermedad, o también el llamado post COVID-19. El post COVID-19 no tiene que ver con la severidad de la enfermedad aguda; pude haber tenido una enfermedad muy grave y haber necesitado hospitalización y no tener muchas manifestaciones; o piede pasar que simplemente se me fue el olfato y ahora tengo manifestaciones post COVID-19», detalla.
Esto «afecta mucho más a las mujeres» con síntomas diversos, detalla. El principal es la astenia o falta de energía. «Muchas personas sufren la enfermedad y quedan muy agotadas; eso lo hemos visto en otras enfermedades virales, como el dengue, la chikungunya o infecciones» con la diferencia de que puede durar mucho tiempo, tres meses, seis meses. «80% de las personas lo pueden tener», explica.
Otro síntoma: taquicardia que no tiene nada que ver con la actividad que realizas. «En algunas personas se relaciona con derrame pericárdico, con miocarditis post COVID. Pero en otros casos no tiene que ver con nada; es como una disfunción autonómica que hay, y la persona se va a bañar o realiza un ejercicio de baja intensidad y hay una respuesta inadecuada del corazón».
Pueden quedar trastornos del sueño (para conciliar el sueño o para continuarlo), ansiedad, depresión e, incluso, estrés postraumático (la gente tiene miedo hasta de salir a la calle por el temor de volverse a enfermar). «Otros pacientes empiezan a presentar oscilaciones de la tensión arterial. O están hipertensos y ahora la tensión se les baja, o no eran hipertensos y se hacen hipertensos». Cuando el sujeto pierde la fuerza para espirar el aire le quedará una voz apagada, débil, apunta la otorrinolaringóloga Gabriela Ibedaca.
En sus propios pacientes Durán ha encontrado trastornos de azúcar. «Vi a un muchacho de 39 años que tuvo un COVID severo, no era diabético antes de la COVID y me llegó con 380 de glicemia; es decir, se hizo diabético. Esas son cosas que estamos viendo y que están asociadas con la enfermedad». Como internista también ha encontrado a personas con embolismo pulmonar «varios meses después de la COVID», infartos y eventos cerebrovasculares.
También ha detectado caída del cabello, lesiones en la piel, alteraciones de los movimientos oculares, dificultad para concentrarse, necesidad de anotarlo todo, bajo rendimiento en el trabajo.
¿La persona con trastornos de azúcar o de la presión arterial los va a tener para toda la vida? «La verdad es que no lo sabemos, porque estamos viendo cómo va evolucionando esta enfermedad. Lo que sí sabemos es que si alguien presenta elevación de la presión arterial hay que tratarlo y hay que seguirlo», y el tiempo dirá qué tan permanente es. Es probable que los cambios en el páncreas que elevan el azúcar en sangre sean permanentes, pero no está claro.
Quienes han estado en terapia intensiva han vivido su propio calvario. «Apenas podemos, las sacamos de terapia, porque en terapia no hay día, no hay noche, siempre hay una luz prendida, y eso afecta mucho la parte emocional y predispone a los pacientes al delirio particularmente si son mayores», ilustra Durán. Si han estado mucho tiempo con el tubo en la tráquea «podría tener una granulomatosis, una lesión tratable», describe Ibedaca.
«El post COVID se supone que dura unos seis meses», calcula Durán. ¿Qué tan permanentes son los daños? El tiempo -y el seguimiento especializado- lo dirán. Por lo pronto, es imprescindible que la persona se mantenga en contacto con su médico.
